La tarde del 5 de diciembre de 1945, cinco bombarderos estadounidenses despegaron desde Florida para realizar un ejercicio de combate y nunca volvieron. Desde entonces, unos cincuenta barcos y una veintena de aviones han desaparecido en una de las regiones más misteriosas del planeta. Las leyendas paranormales, los intentos de encontrar explicaciones científicas y el oportunismo de los escritores que contribuyeron a crear un mito
En La Odisea, Homero relata el encuentro de Ulises con las sirenas durante su interminable viaje de regreso a Ítaca y cómo evitó que, con sus cantos, estas criaturas híbridas los arrastraran a él y a su tripulación al destino de todos los navegantes que se cruzaban con ellas: la locura y la muerte en medio del mar. El poema homérico data aproximadamente del siglo VIII antes de Cristo y en su canto XII pone en escena a esos seres mitológicos por entonces muy presentes en la cultura griega. Es posible que quienes escuchaban los versos compuestos por el poeta ciego creyeran al pie de la letra el relato porque en aquellos tiempos dioses, semidioses, personajes y animales fantásticos parecían convivir -aunque nadie los viera- con los hombres. Mucho más extraño resulta que en pleno siglo XXI, cuando la ciencia parece encontrar explicaciones racionales para casi todos los hechos, la misteriosa desaparición de barcos y aviones en el Triángulo de las Bermudas siga dando lugar a las más disparatadas teorías, que van desde monstruos marinos y bases subacuáticas de Ovnis hasta continentes perdidos, fuerzas sobrenaturales y agujeros abiertos a otras dimensiones que parecen tragárselos sin dejar rastros.
El Triángulo de las Bermudas es una zona marítima -con su correspondiente espacio aéreo- de más de un millón de kilómetros cuadrados que forma precisamente esa figura geométrica cuyas puntas están en las islas Bermudas, Puerto Rico y Miami. Según los registros, desde mediados del siglo XX allí desaparecieron más de cincuenta barcos y unos veinte aviones, en la mayoría de los casos sin ninguna explicación comprobable. No es, claro, el único lugar del planeta donde desaparecen embarcaciones y aeronaves, pero en ninguno con tanta frecuencia y en tal cantidad. Si a ese dato concreto se lo combina con los ingredientes que agregaron periodistas oportunistas, escritores ambiciosos de meter un best seller y amantes de las teorías conspirativas, el cóctel del misterio se vuelve un éxito.
Toda historia tiene un comienzo que, en el caso del Triángulo de las Bermudas, puede fijarse en una fecha precisa: el 5 de diciembre de 1945, cuando desaparecieron sin dejar rastros cinco bombarderos estadounidenses que realizaban un ejercicio militar. Al hecho se lo conoce como “el enigma del Vuelo 19″.
“Creo que nos perdimos”
Era un ejercicio militar de rutina, de los muchos que hacía la Fuerza Aérea Estadounidense apenas terminada la Segunda Guerra Mundial, como para mantener aceitada la maquinaria bélica. El reloj marcaba las 14:10 del 5 de diciembre cuando los cinco bombarderos Grumman TBF Avenger, lideradas por el teniente Charles Taylor, despegó de Fort Lauderdale con la misión de dejar caer sus bombas sobre un arrecife que servía como blanco para las prácticas. Después de hacerlo, tenían simplemente que pegar la vuelta y regresar a la base. Taylor era un piloto de 28 años que había combatido durante la guerra en el Pacífico, pero que tenía poca experiencia en vuelos sobre el mar Caribe. A sus órdenes, distribuidos en los cinco aviones, había otros 13 hombres, casi todos novatos.
Estaban volviendo después de lanzar los explosivos, cuando a las 15:40 en la torre de control se escuchó una inquietante conversación entre Taylor y el piloto de otro de los aviones, Edward Powers.
-No sé dónde estamos. Creo que nos perdimos luego del último giro – dijo Powers por la radio.
-Estoy intentando localizar Fort Lauderdale. Estoy sobrevolando tierra, estoy seguro de que estamos sobre los Cayos, pero no sé cuánto nos hemos desviado hacia el sur. No soy capaz de llegar a Fort Lauderdale – le respondió Taylor.
A partir de ese momento todo se volvió confuso. Los aviones volaron en una dirección y luego en otra, como si los pilotos hubiesen enloquecido. Por entonces los GPS eran una rareza y los Avenger no los tenían. Los pilotos aviadores debían guiarse por las dos brújulas que tenían en los aviones y calcular la distancia por la velocidad en que volaban en una dirección determinada.
A las 16:45 quedó registrada otra conversación radial, en la que Taylor ordenó al resto de la flotilla tomar el rumbo 030 grados durante 45 minutos para después volar con rumbo norte. Una decisión insólita, porque los alejaba de tierra. Dos de los pilotos sugirieron virar al Oeste para llegar a la base, pero Taylor les ordenó obedecer y lo siguieron.
Taylor volvió a comunicarse a las 17:24 para dar otra orden: “Volaremos rumbo 270 grados, hasta que encontremos tierra o nos quedemos sin combustible”. Minutos después agregó: “Creo que no hemos volado el suficiente tiempo en rumbo este. Lo que debemos de hacer es dar la vuelta y volar con rumbo este otra vez”.
A las 18.20 se escuchó por última vez la voz del comandante. “Vamos a juntarnos todos lo más cerca que podamos. Lo más probable es que tengamos que intentar un amerizaje. Cuando el primer avión se quede por debajo de los 10 galones de combustible, nos vamos todos abajo”, ordenó.
A partir de ese momento no se supo más de los aviones. Una hora más tarde, cuando ni el cálculo más optimista indicaba que los Avenger todavía podían tener combustible en los tanques y seguir volando, comenzó una operación de búsqueda y rescate que también terminó en tragedia. Uno de los aviones de esta misión, un Martin PBM Mariner explotó en el aire. En una sola tarde murieron 27 hombres: los 14 del Vuelo 19 y 13 de los rescatistas que despegaron para buscarlos y socorrerlos. No se encontraron cadáveres ni restos, ni siquiera manchas sobre en el mar que indicaran dónde había caído el avión estallado.
Nace una leyenda
En los años siguientes se registró una seguidilla de desapariciones de barcos y aviones. En la lista hay de todo: aeronaves comerciales y militares, aviones chicos y grandes, barcos de carga, de pasajeros y de guerra. Casi al mismo tiempo comenzaron a surgir las teorías, algunas con cierto fundamento, otras totalmente disparatadas. La leyenda estaba naciendo.
El primero en juntar y relacionar los casos fue el periodista Edward Van Winkle Jones, que en 1950 escribió un largo artículo en el Miami Herald sobre las extrañas desapariciones que ocurrían cercas de las costas de las Bahamas. Dos años más tarde, la revista Fate publicó otra nota de George X. Sand, sobre extraños hundimientos, caídas de aviones, fenómenos paranormales y misterios que hacían que quien navegaba o volaba por esa zona desapareciera para no ser encontrado.
El nombre de “Triángulo de las Bermudas” se debe a Vincent Gaddis, que lo utilizó por primera vez en una nota sensacionalista publicada en 1964 por Argosy, una de las revistas más populares de la época en los Estados Unidos. Sand volvió a la carga en 1965, ahora con un libro, Horizontes invisibles: los verdaderos misterios del mar, en el que dedicó un capítulo al “mortal Triángulo de las Bermudas”, apropiándose de la denominación de Gaddis.
Sin embargo, quien mejor aprovechó el misterio y lo llevó a conocimiento de todo el mundo fue el escritor neoyorquino Charles Berlitz, que en 1974 publicó El Triángulo de las Bermudas. Con mucho oficio y muy pocos escrúpulos, el tipo refritó todos los casos mencionados una década antes por Gaddis, inventó datos sin siquiera adjudicarle falsas fuentes, les agregó una enorme cuota de fantasía y los empaquetó con una buena dosis de sugerentes misterios. La fórmula resultó un éxito. El libro de Berliz compitió codo a codo en los rankings con otros libros de esoterismo y fenómenos paranormales que causaron furor por esos años, como El retorno de los brujos, de Louis Pawels y Jacques Berger, o la reedición oportunista de El misterio de las catedrales, la vieja obra firmada por Fulcanelli.
Con el mamotreto de Berlitz, el “Triángulo de las Bermudas” se convirtió en un misterio en el que había que “creer o reventar”. Millones de personas decidieron creer lo que les contaba y, con ellos, el escriba neoyorquino hizo también sus millones, pero de dólares.
Posibles causas
Existen también hipótesis más racionales sobre lo que ocurre en ese triángulo, que tiene algunas características que son inusuales y que podrían explicar los extraños fenómenos que lo tienen como protagonista. Es uno de los dos únicos lugares de la Tierra -el otro es el Mar del Diablo, frente a la costa este de Japón- donde el norte verdadero y el norte magnético se alinean, lo que podría hacer que las lecturas de la brújula sean engañosas. En beneficio de esta teoría hay datos concretos: con la utilización generalizada del GPS en lugar de las brújulas, las desapariciones disminuyeron drásticamente en los últimos años.
Por otra parte, cuando un avión cae o un barco se hunde resulta muy difícil de encontrar, porque la mayor parte del fondo submarino del Triángulo de las Bermudas está a casi seis mil metros de profundidad y está poblado de fosas que van más hondo todavía, lo que hace muy difícil detectar restos. Así, lo que seguramente fue un naufragio se convierte en misteriosa desaparición. A todo esto, se suman los huracanes y las trombas marinas que son muy comunes en esa zona del mar caribeño, que multiplican los peligros de desastre en una zona que es ampliamente sobrevolada y navegada.
Una teoría bastante reciente es la de las explosiones de metano, que sostiene que en los profundos cráteres del fondo submarino habría grandes concentraciones de ese gas. En la zona de las Bahamas, el calor de las aguas tropicales y el de los propios barcos haría que este metano explote, forme fuertes corrientes marinas y destroce buques y barcos como si fueran de juguete.
El descubrimiento más reciente sobre las singulares características del Triángulo data de mediados de este año y se debe a científicos de la NASA, que detectaron que los satélites que atraviesan la zona son “bombardeados con una radiación más intensa que en cualquier otro lugar de la órbita terrestre”. Esta irregularidad es conocida como Anomalía del Atlántico Sur, cuyas siglas son AAS, y provoca que los rayos solares se acerquen hasta 200 kilómetros a la superficie de la Tierra y provoca una serie de fenómenos. Según el informe difundido por la agencia espacial estadounidense, esto podría causar accidentes en la zona, las famosas desapariciones que ocurren en el Triángulo, ubicado en “un punto débil en el campo electromagnético de la Tierra”.
Así y todo, a pesar de los avances científicos que permiten dilucidar algunas de sus posibles causas, las aguas del Triángulo de las Bermudas siguen siendo un fértil caldo de cultivo para teorías esotéricas y paranormales, algo que no debería llamar la atención en tiempos donde hay panelistas de televisión que sostienen que la Tierra es plana y se escuchan discursos de gobierno que hablan de países fantásticos donde ocurren fenómenos maravillosos que nadie puede ver.
Fuente: INFOBAE