En unos días, México se despertará bajo un cielo político sin precedentes: estará gobernado por una mujer. No será el único cambio. El 2 de octubre abandonará el escenario una de las figuras que ha marcado la política de las últimas décadas. Después de cuatro meses de despedidas y de una “gira del adiós”, Andrés Manuel López Obrador, de 70 años, va a pasar la estafeta a su sucesora. La primera presidenta de México, ocho años más joven que su antecesor, llega al mando de un país asediado por la violencia, atento a una posible ralentización económica, que tiene que llevar a cabo una de las reformas judiciales más complejas y polémicas en décadas, con un sistema de salud en los huesos, obras sin terminar y bajo la sombra alargada del fundador de Morena. Pero ya no hay más aplazamientos, ha llegado la hora de Claudia Sheinbaum.
La nueva presidenta llega al poder con un resultado abrumador a sus espaldas. Elegida por cerca de 35,5 millones de mexicanos, casi el 60% de los electores, es la mandataria más votada de la historia mexicana. El reto ahora es mayúsculo. López Obrador deja el cargo con el 80% de aprobación, con algunas grandes conquistas sociales y con otros tantos retos urgentes. Esos pendientes en seguridad, economía y justicia son los que van a marcar los primeros meses del nuevo Gobierno.
En el último sexenio, México no ha conseguido sacudirse las alarmantes cifras de violencia. El país registra más de 30.000 asesinatos al año. Estados antes seguros se han convertido en un polvorín, mientras la pelea entre cárteles y entre sus facciones aterroriza a ciudades enteras. Sheinbaum ha elegido al que fue su jefe de la policía en Ciudad de México, Omar García Harfuch, para ponerse al frente de la secretaría de Seguridad Pública. Con una estrategia centrada en fortalecer la capacidad de investigación e inteligencia del Estado, García Harfuch tendrá ahora dos focos rojos inminentes: Chiapas y Sinaloa.
La pugna de grupos criminales por el tráfico de la frontera sur ha dejado en Chiapas un reguero de cientos de asesinatos y más de 10.000 desplazados. Después de meses y pese al despliegue de los militares, el Estado sigue siendo territorio tomado. En el norte, la detención de Ismael El Mayo Zambada y de Joaquín Guzmán López, hijo de El Chapo, en julio en Estados Unidos, ha desatado una batalla campal por el control del Cartel de Sinaloa. La guerra entre los Chapitos y la Mayiza ha obligado a suspender clases y fiestas patrias en parte de la entidad, donde se cuentan ya más de 100 muertos y otro centenar de desaparecidos.
Un monstruo llamado Pemex
México, la segunda economía de Latinoamérica, lleva meses mostrando signos de desaceleración económica. El FMI ha reducido su perspectiva de crecimiento a 2,2% y ha caído la producción y el consumo. Además, en el último año se ha duplicado el déficit fiscal, que se sitúa ahora en el 6% del PIB. El desbalance público es de un billón de pesos (unos 45,5 millones de euros), la cifra más alta de la que se tiene registro en la Hacienda mexicana. Ese agujero récord estrecha el margen de maniobra de Claudia Sheinbaum, que tendrá que hacer malabares desde el primer día de su gestión, para apretar la cartera que soltó López Obrador durante la última parte de su Gobierno. A la presidenta, que ha confiado la secretaría de Economía al excanciller Marcelo Ebrard y ha mantenido en Hacienda a Rogelio Ramírez de la O, no le quedarán tantas opciones: emitir más deuda o aumentar los impuestos, lo que parece poco probable a ojos de los expertos, o recortar el presupuesto.
La nueva Administración, además, tendrá que lidiar con el elefante en la sala: Pemex. La paraestatal Petróleos Mexicanos debe 99.391 millones de dólares (casi 89.000 millones de euros), es la petrolera más endeudada del mundo, y su producción sigue en declive, apenas por encima de 1,7 millones de barriles diarios. El próximo director, el académico Víctor Rodríguez Padilla, asumirá las riendas de una empresa asfixiada pese a las inyecciones millonarias y la condonación en impuestos que el Gobierno de López Obrador ordenó a su favor. Además, en un contexto global de transición a otras energías más limpias, Pemex es, según el Instituto para la Responsabilidad Climática de Estados Unidos, la novena empresa petrolera que más contamina en el mundo.
No va a ayudar a las finanzas mexicanas la nueva reforma judicial, muy criticada por economistas e inversionistas. Aprobada in extremis antes de que López Obrador dejara el cargo, la polémica iniciativa obliga a elegir por voto popular a más de 1.600 cargos, entre jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). La organización de estos comicios masivos —solo en Ciudad de México, los ciudadanos tendrán que decidir unos 350 cargos, lo que supone analizar más de 2.000 candidaturas— va a marcar el inicio de la Administración de Sheinbaum. Está marcado que en junio de 2025 se elija en las urnas a la mitad de estos juzgadores, que se completará con una segunda fase en 2027. Además, López Obrador ha dejado pendientes de aprobación para el siguiente sexenio un paquete de grandes reformas, como la desaparición de los órganos autónomos o el aumento de delitos de prisión preventiva oficiosa.
La sombra del líder
Un país en el que cada día matan a 10 mujeres, más de 3.600 al año, ha elegido a su primera presidenta en la historia. Sheinbaum llega al poder con Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido fundado por López Obrador. La científica, que fue jefa de Gobierno de Ciudad de México entre 2018 y 2023, tendrá ahora que ajustar las piezas para suceder la figura de su predecesor, quien goza de una inmensa popularidad y también de poder dentro de su movimiento. Aunque López Obrador ha anunciado que se retira de los focos públicos después de protagonizarlos durante 30 años y se va a vivir a su rancho en Tabasco, al sur de México, se queda, por ejemplo, su hijo Andrés López Beltrán como secretario de Organización del partido.
Alabado y criticado a partes iguales, el presidente cambió las reglas de comunicación política cuando anunció en 2018 que comparecería cada día ante la prensa. Estas conferencias, llamadas Mañaneras, duran entre dos y tres horas, que López Obrador utiliza para fijar los temas de agenda, ensalzar a sus funcionarios o criticar a sus adversarios. Sheinbaum, con un perfil comunicativo muy distinto al del mandatario, ha anunciado que va a mantenerlas, aunque todavía no se ha desvelado el formato. El misterio no pasará del 2 de octubre, cuando se dé el pistoletazo de salida. Es hora de que la presidenta le dé su forma al espacio.
Fuente: EL PAÍS