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El libro que está cambiando cómo entendemos la muerte: “Sigo aquí, no he partido” del doctor Asan

El profesional explora cómo los cuidados paliativos ayudan a los pacientes terminales y a sus familias a enfrentar el final con dignidad y sentido espiritual

El doctor Pablo Gabriel Asan ha lanzado recientemente su libro titulado Sigo aquí, no he partido: Coloquios de la vida y la muerte. Esta primera edición reúne diálogos y experiencias compartidas por Asan con pacientes en su lecho de muerte, así como reflexiones sobre temas universales que afectan a la humanidad.

En su libro, Asan comparte sus vivencias con personas que se encuentran en sus últimos momentos de vida. “Cuando un ser querido se aproxima a su partida, nos invade un sentimiento inevitable de angustia y tristeza,” sostiene el autor. Estas experiencias y diálogos con pacientes en el lecho de muerte abordan aspectos profundos de la existencia humana y buscan proporcionar consuelo y comprensión a quienes atraviesan por momentos similares.

El objetivo principal de Sigo aquí, no he partido: Coloquios de la vida y la muerte es ofrecer un espacio de reflexión sobre el progreso del alma y su elevación. Asan señala que “el alma, esencia de la vida y contenido de nuestro cuerpo, debe ser el motivo y motor para desempeñar nuestro mejor papel en el plano que nos toque transitar.” Estas palabras invitan a los lectores a considerar cómo sus acciones y su crecimiento personal pueden influir en su legado y en el bienestar de sus seres queridos.

La obra también aborda la importancia del apoyo emocional y físico durante los momentos difíciles. “Debemos superar estos sentimientos de angustia y tristeza rodeándonos de aquellos que nos brinden la fuerza, energía y compañía necesaria,” sugiere Asan. Esta recomendación enfatiza la relevancia del entorno y del cuidado paliativo en el proceso de aceptar y enfrentar la muerte.

Asan junto a Betty, una de las pacientes que inspiró esta publicación
Asan manifiesta que las experiencias con sus pacientes no solo le han permitido aprender sobre la fragilidad de la vida, sino también sobre la fortaleza y resiliencia de las personas en momentos críticos. Mediante una serie de diálogos y anécdotas, el autor profundiza en las lecciones de vida que ha adquirido a lo largo de su carrera.

Pablo Gabriel Asan, médico y periodista, se especializa en Medicina de Familia y Cuidados Paliativos. Actualmente trabaja en la clínica “CCP BAIRES,” ubicada en el barrio de Barracas, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esta clínica es reconocida por su enfoque en cuidados paliativos. Además, Asan formó parte del equipo de Medicina del Dolor de FLENI y actualmente contribuye al equipo médico de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación Argentina. También es parte del staff de Medicina de Familia del Centro de Estudios e Investigaciones Médicas CEMIC.

En el libro, Asan también reflexiona sobre la conexión entre el progreso del alma y la forma en que los seres queridos nos recuerdan tras nuestra partida. “Lograr el mayor progreso como alma hace que nuestro entorno nos eche de menos con nuestra partida y desee volver a vernos alguna vez,” menciona en uno de los pasajes más destacados de su obra. Estas reflexiones invitan a los lectores a considerar cómo sus acciones pueden impactar no solo en su propio camino espiritual, sino también en la memoria que dejan en sus seres queridos.

Pablo Gabriel Asan, con su nuevo libro, ofrece una ventana íntima a su práctica médica y a las experiencias que la han moldeado. Sus palabras sirven no solo como guía para quienes atraviesan momentos difíciles, sino también como testimonio de la importancia del cuidado paliativo y el apoyo emocional en el tratamiento de pacientes terminales.

—¿Cómo surgió la idea de escribir este libro? ¿Sentiste que hacía falta más información sobre la muerte y los cuidados paliativos?

—Había leído muchos libros sobre estos temas, pero sentí que aún faltaba algo crucial. Aunque los cuidados paliativos existen desde los años 60 en otros países, en Argentina solo han ganado relevancia en las últimas dos décadas, especialmente desde que se aprobó la ley hace cinco años. Muchos libros se centran en aspectos técnicos como el tratamiento del paciente y la administración de medicamentos, pero pocos abordan la relación paciente-familia, que es el corazón de los cuidados paliativos. No había suficientes libros que compartieran las historias o las enseñanzas que los pacientes nos dejan, cómo ayudar a las familias a atravesar el duelo y trascender. Creí que era importante llenar ese vacío desde mi experiencia, especialmente porque en ninguna carrera de Medicina se enseña cuidados paliativos como una materia específica. Quería visibilizar esto para que en el futuro se reconozca su importancia y se integre de manera formal en la educación médica, equiparándola con otras áreas fundamentales de la medicina.

—¿Y por qué crees que sucede eso?

—Es un enfoque nuevo en la Medicina. Nadie nos enseña cómo comunicar malas noticias, cómo apoyar al paciente y a la familia, cómo guiarlos en el duelo, no solo desde la psicología. Los médicos deben estar preparados también en aspectos emocionales y espirituales, no solo en lo técnico y numérico. Creo que esto se debe a programas educativos arraigados que no se han actualizado en años, donde se sigue priorizando lo farmacológico sin darle espacio suficiente a la medicina holística, que es igual de crucial.

—¿Cómo puede un médico ser racional y empático al comunicar malas noticias?

—Es nuestra obligación ser empáticos y es un derecho del paciente tener a su lado un profesional que valore su dignidad y respete su persona. Cuando comunicamos malas noticias, estamos marcando un antes y un después en la vida del paciente y su entorno. Es crucial entender que están involucradas emociones, afectos y esferas espirituales. Por eso, debemos abordar este momento con el debido cuidado y respeto, eligiendo el momento y el lugar adecuados, y asegurándonos de sondear primero qué es lo que el paciente quiere saber. Es fundamental ser completamente honestos, porque el paciente tiene derecho a conocer la verdad. Esta responsabilidad conlleva evitar cualquier daño psicológico, ofreciendo apoyo para mitigar el dolor que inevitablemente causará la noticia.

—Viniendo de la medicina, ¿por qué decidiste incluir un capítulo sobre el alma?

—Creo en la existencia del alma y en su trascendencia a través de diferentes cuerpos, buscando evolucionar según las acciones que realizamos y el impacto que tenemos en otros y en nosotros mismos. Existe una rica tradición documentada que habla sobre el alma, su transición después de la muerte y su búsqueda de perfección a lo largo del tiempo. Considero que sería superficial limitar la vida únicamente a procesos físico-químicos, centrados únicamente en actividades diarias como estudiar, trabajar y dormir. Creo que reconocer la dimensión del alma enriquece nuestra comprensión de la vida y de nuestro propósito aquí.

¿Te ha traído conflictos hablar de estos temas con colegas?

—Sí, claro que ha habido conflictos. Principalmente con colegas psiquiatras que, al igual que Brian Weiss y Michael Newton, médicos experimentados con amplia bibliografía respaldada, han explorado y documentado estos temas a fondo. Algunos colegas me han sugerido dejar de lado estos temas, considerándolos irrelevantes. Sin embargo, creo que cada uno debe encontrar internamente lo que resuene como convicción propia. Por ejemplo, un colega puede leer el mismo libro que yo de Brian Weiss y descartarlo como trivial, mientras que para mí sea un libro favorito.

—¿Cómo influyó en el libro la experiencia que tuviste con tus pacientes?

—La experiencia con mis pacientes influyó enormemente en el libro. En las facultades nos enseñan a salvar vidas, pero no nos preparan para acompañar a las personas al final de la suya. Los cuidados paliativos no solo se refieren al final de la vida; abarcan también el acompañamiento en enfermedades crónicas que pueden durar años. Es crucial ver al paciente y a su familia en su totalidad y entender que todos, eventualmente, enfrentaremos la muerte. Las enfermedades prevalentes como el cáncer, demencias y enfermedades crónicas nos obligan a implementar cuidados que integren lo médico con lo emocional y espiritual. Curar implica también asegurar que el paciente pueda partir en paz y confort.

—¿Por qué decidiste organizar el libro en capítulos con casos particulares?

—Cada uno de estos casos me dejó lecciones valiosas a lo largo de mi experiencia, como se ve en el libro. Los pacientes son mis verdaderos maestros porque me enseñan cómo manejar emociones, cómo abordar angustias y tristezas. Ellos son quienes me han formado como profesional y me han enseñado más que cualquier libro de farmacología. Puedes ser un experto teórico, pero sin conexión emocional con el paciente y su familia, no puedes brindar mucho. Los casos que elegí para el libro representan ejemplos clave de cada uno de esos temas.

—¿A qué público quisiste dirigir el libro?

—Inicialmente lo escribí principalmente para familiares y cuidadores, ya sean familiares directos o contratados. Sin embargo, me sorprendió gratamente que también cautivara a mucho personal de enfermería. Me di cuenta de que logré mi objetivo cuando recibí devoluciones sinceras y emotivas principalmente de familiares y cuidadores de pacientes. Incluso algunos pacientes míos que lo leyeron me han dicho que nunca habían encontrado un libro así, que se sintieron profundamente identificados y que les ayudó a desbloquear emociones relacionadas con su enfermedad. Eso realmente llena el alma. Honestamente, no lo escribí pensando en profesionales de la salud, sino más bien para personas fuera del ámbito médico, aunque también intenté expresarlo usando términos accesibles y no médicos.

—¿Por qué elegiste la rama de cuidados paliativos?

—Como médico de familia, mi especialidad siempre ha sido atender a toda la familia en su conjunto. Durante mis rotaciones, tuve la oportunidad de trabajar en la Clínica CCP Baires, donde trabajo actualmente y donde la mayoría de los casos del libro surgieron. Llegué a esa clínica sin conocer mucho sobre cuidados paliativos, pero allí aprendí a ver al paciente de manera integral, no solo tratando síntomas físicos, sino también emocionales y espirituales. Me di cuenta de la importancia de abordar la esfera psicológica y social del paciente, y de sostener conversaciones profundas con las familias. Vi cómo los médicos abrazaban a los familiares, cómo tomaban de la mano a los pacientes y a sus seres queridos, algo que raramente se ve en un entorno de atención aguda. Me atrajo profundamente la capacidad de los cuidados paliativos para satisfacer las necesidades del alma, incluso cuando no se puede corregir una enfermedad terminal. Decidí que esta era mi vocación. Antes de terminar mi formación en Medicina Familiar, comencé a hacer guardias en esta clínica, absorbiendo todos los conocimientos y términos relacionados con cuidados paliativos. Luego completé un posgrado y me sumergí por completo en este campo, comprometiéndose a ofrecer cuidados paliativos serios y responsables.

Fuente: INFOBAE

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