Una multitud camina por el cementerio, entre las tumbas atacadas por la maleza. Hombres y mujeres empuñan antorchas para romper las tinieblas de la noche; otros llevan frascos con agua bendita, cabezas de ajo, cruces, crucifijos o estacas de madera bien afiladas; hay también varios “bobbies”, los clásicos policías uniformados de Londres, con sus gorros típicos y linternas en las manos. Todos buscan a un vampiro -o quizás sean varios- que aterrorizan a la ciudad.
La escena, digna de alguna las películas de la saga del conde Drácula dirigida por Tod Browning, transcurre durante horas, más precisamente hasta el alba, en un silencio siniestro solo interrumpido por el rumor de los pasos y algún grito de terror. No hay, sin embargo, cámaras de cine, porque se trata de un hecho bien real, de esos que, cada tanto, le dan cuerpo a ese lugar común que asegura que la realidad supera a la ficción.
Ocurrió la noche del sábado 13 de marzo de 1971 y se repitió las del domingo 14 y del lunes 15 en el por entonces abandonado Cementerio de Highgate, en el distrito londinense de Islington, el mismo donde descansan los ilustres restos de, por ejemplo, Michael Faraday y Karl Marx. El episodio se conoció como “la caza del vampiro del Cementerio de Highgate” y, lejos de provocar hilaridad, fue tomado bien en serio por los vecinos de Londres a raíz de una sucesión de hechos dramáticos -e incluso violentos- a los que no se les encontraba explicación.
Al no encontrar culpables de carne y hueso para esos hechos, los medios londinenses -y no solo los tabloides sensacionalistas- comenzaron a publicar historias que afirmaban que el cementerio no sólo estaba embrujado, sino que también era el sitio donde en una tumba sin nombre descansaba un vampiro real, el llamado “Rey Vampiro de Valaquia”, un noble de esa región europea que habría sido traído a Inglaterra en un ataúd en el siglo XIX. Una criatura más infernal que el bueno de Karl Marx, culpable de haber creado ese infierno llamado comunismo, cuyo fantasma seguía recorriendo el mundo en la convulsionada década de los ‘70.
Según la historiadora Alice Marshall, “la fama del cementerio saltó a los medios sobre todo cuando en el mes de diciembre de 1969 varios testigos aseguraron haber visto, muy cerca de la tumba de Karl Marx, una sombra muy alta que parecía perseguir a los paseantes”.
El resurgimiento -ya se verá por qué no el simple nacimiento- de la historia del vampiro del Cementerio de Highgate puedo ubicarse en una fecha todavía más precisa que la señalada por la historiadora. La víspera de la navidad de 1969, un grupo de jóvenes amantes del ocultismo decidieron pasar la noche en el camposanto, que llevaba años clausurado y estaba invadido por la maleza, y supuestamente se toparon con una figura sobrenatural.
Uno de ellos, David Farrant, escribió una carta, publicada en el Hampstead and Highgate Express el 6 de febrero de 1970, narrando los sucesos de esa noche. Contó que habían visto una “figura gris, evidentemente sobrenatural” y preguntaba a los lectores del semanario si alguien había tenido una experiencia similar. Las respuestas llegaron con la siguiente edición, la del 13 de febrero, en la que se reprodujeron las cartas de varias personas que describían extrañas presencias en el cementerio y sus aledaños. Unos hablaban de un hombre alto con sombrero, otros del espectro de un ciclista, había quienes habían visto una mujer vestida de blanco y otros que describían una cara fantasmal que miraba detrás de los barrotes de una puerta. No faltaban tampoco aquellos que habían escuchado voces que los llamaban o el tañido de campañas a medianoche.
Esos “testimonios” corrieron como reguero de pólvora y se multiplicaron como los panes, hasta que pronto casi ningún vecino de la necrópolis había dejado de ver algo. Así, la pequeña noticia del Hampstead and Highgate Express se convirtió en nota para la mayoría de los medios londinenses, algunos de los cuales decidieron bucear en el pasado para encontrar antecedentes.
Construido en 1839 para paliar la precariedad de los cementerios locales aledaños, Highgate fue uno de los primeros camposantos privados del lugar y se convirtió rápidamente en el sitio de descanso eterno preferencial de las altas clases sociales inglesas.
Las primeras noticias sobre posibles hechos sobrenaturales ocurridos en tan aristocrática necrópolis no tardaron en comenzar a circular, encabezadas por la supuesta de la presencia del “Rey de los Vampiros de Valaquia” en una tumba sin nombre. En cuanto a lo que a los hechos de violencia se refiere, una crónica de 1890 relataba el caso de un anciano que aseguraba haber visto como una “entidad sobrenatural” que había matado a una mujer en las inmediaciones del cementerio y que a continuación había bebido su sangre.
Más de treinta años después, en abril de 1922, otra crónica daba cuenta del caso de una persona atacada cerca del cementerio por “algo” que la mordió en el cuello y trató de succionarle la sangre. El hombre -relataba el anónimo autor de la noticia- había sido encontrado casi sin vida en la calle y llevado al hospital de Charing Cross, donde los médicos que lo atendieron declararon que no había sido mordido sino apuñalado en el cuello con un “objeto cortante fino”. Allí pudo haber acabado todo si ese mismo día, el 16 de abril, pero dos horas más tarde no hubiese llegado otra persona con heridas exactamente iguales, y luego una tercera víctima también lesionada en el cuello.
Luego de esos tres casos, comenzaron a esparcirse los rumores de que había un vampiro real rondando por Londres. Varios testigos afirmaron haber visto, en una noche iluminada por la luna llena, a un ser oscuro de dos metros de altura volando alrededor de la iglesia de West Drayton en dirección al cementerio de Highgate. Dos policías que intentaron perseguir a ese extraño ser alado relataron que la criatura emitió un chillido espeluznante, justo antes de batir sus oscuras alas y desaparecer entre las tumbas del camposanto.
Para combatir la ola de pánico que corría entre los vecinos, las autoridades contrataron a un “cazador de vampiros” profesional y, unos días después, anunciaron que el vampiro había sido “cazado” y matado definitivamente con una estaca de madera clavada en su corazón. Sus restos, informó la policía, fueron depositados en un ataúd y confinados en una de las más profundas bóvedas del cementerio. Cierto o falso, después de eso, los “avistamientos” del vampiro terminaron abruptamente, pero no para siempre.
Según las crónicas, el vampiro volvió a la carga en 1963, cuando dos adolescentes de 16 años que volvían de una fiesta aseguraron haber visto a varias personas saliendo de las tumbas del cementerio, sobrevoladas por un hombre alado. Semanas después, una pareja que se hacía arrumacos cerca de la necrópolis creyó ver a “una entidad de aspecto espeluznante” flotando detrás de las rejas de la puerta del cementerio. Apenas publicadas esas noticias, comenzaron a aparecer cadáveres de animales, casi todos zorros, a los que se les había drenado la sangre a través de unas extrañas incisiones en el cuello.
Los tiempos habían cambiado y en la Londres del pop, los Beatles, los Rolling Stones y los escandalosos amores de la princesa Margarita nadie se tomó en serio el asunto, que se adjudicó a las escabrosas travesuras de un grupo de adolescentes. Estas nuevas apariciones del vampiro del cementerio de Highgate pasaron rápidamente al olvido, hasta la nochebuena de 1969.
Entre las cartas de lectores que respondieron a la de David Farrant se destacaba una firmada por Sean Manchester, un residente de Highgate aficionado al esoterismo que aseguraba ser descendiente de Lord Byron, el famoso poeta inglés. En el texto que el Hampstead and Highgate Express publicó el 27 de febrero de 1970, aseguraba que el aterrador ente sobrenatural del cementerio era “un Rey Vampiro de los No-Muertos”. Decía también que contaba con información segura que lo identificada como un noble del medioevo de la región rumana de Valaquia, cuyo cuerpo había sido llevado por sus seguidores a Inglaterra y enterrado clandestinamente en 1800 en el predio del todavía inexistente Cementerio de Highgate.
Farrant se sintió tocado por esa afirmación, porque para entonces ya sostenía otra teoría. Desde su punto de vista, se trataba de un espectro -o quizás un fantasma- que había adoptado el vampirismo y que, además de nutrirse con la sangre de sus víctimas, les robaba su energía psíquica. Esa energía, decía Farrant, era la que en determinadas ocasiones le permitía materializarse y ser “avistado”.
La polémica entre Farrant y Manchester ocupó varias columnas de los tabloides sensacionalistas, y el caso del vampiro no habría ido más allá de no ser por un caso que preocupó a la policía. A principios de marzo de 1971, una niña que volvía a su casa les contó a sus padres que una “figura negra, alta y con una cara blanca” la había atacado y arrojado al suelo con una fuerza sobrehumana. Les dijo también que esa cosa le estaba por morder el cuello cuando un auto la iluminó con sus faros y la luz la hizo escapar y pasar a través de la pared del cementerio.
Si bien el relato de la niña podía tener mucho de su fantasía, la chica tenía magullones y la agresión a una menor era algo para tomar en serio. A eso se sumó la presión de los vecinos de Highgate que, como la policía solo llevaba adelante una investigación puramente terrenal, decidieron hacer justicia por mano propia y cazar al vampiro.
La cacería fue organizada para la noche del 13 de marzo, con la presencia estelar de Manchester y Farrant, que seguían polemizando sobre la verdadera naturaleza de ese ser sobrenatural. Los acompañó una multitud armada con lo que cada uno consideraba el mejor recurso para neutralizar vampiros. Ya se dijo: agua bendita, ajo, crucifijos, cruces y estacas afiladas para clavar en el corazón del supuesto ente. Ante el temor de algún desmán, como la profanación de tumbas, la policía también se hizo presente, no tanto para participar de la cacería como para controlar las acciones de los cazadores aficionados de vampiros.
Como la búsqueda no tuvo éxito la noche del sábado, por lo que la multitud volvió a citarse en el lugar las noches del domingo y del lunes para continuar con la cacería. Durante el día, los cazadores descansaban para recuperar energías y volver a la carga porque, como todo el mundo sabe, los vampiros solo salen de noche.
Después de tres noches de fracaso, la multitud se cansó y abandonó la búsqueda. En declaraciones a la prensa, Farrant dijo: “No puedo garantizar que hayamos encontrado algún vampiro”.
Manchester, en cambio, no hizo declaraciones: ya tenía pensado vender un artículo con su propia cacería del vampiro del Cementerio de Highgate.
Días después de la frustrada cacería, Sean Manchester publicó una crónica en la que aseguraba haber cazado al vampiro con sus propias manos. Allí contaba que tenía localizada la catacumba donde se escondía el bebedor de sangre y que, al entrar encontró varios ataúdes vacíos, a los que roció con agua bendita para después poner dientes de ajo en su interior. Su relató seguía así:
“Reinaba la oscuridad y una horrible pestilencia asaltaba nuestras fosas nasales. Las plataformas soportaban un gran número de ataúdes carcomidos. Me tomé la molestia de contarlos y observé, después de comparar su número con las inscripciones fúnebres de la fachada, que había uno de más. Pero ¿cuál era? Advertí un sarcófago situado a ras de suelo, al fondo de la gruta; estaba mejor conservado que el resto y no tenía marca alguna de la identidad de su ocupante.
Después de acercarnos con extrema prudencia, y el corazón encogido, levantamos la tapa. No estaba vacío, había un cuerpo que no parecía ni vivo ni muerto. Desconcertados, contemplamos durante unos instantes interminables aquel espectáculo que desafiaba toda explicación lógica. Uno de mis acólitos comentó, rompiendo el silencio, que no llevaba mucho tiempo muerto. Pero la gruta tenía más de un siglo y no había acogido recientemente a ningún difunto.
Apenas hubo pronunciado estas palabras, esgrimí una estaca de madera de álamo, cuya punta sitúe en el flanco izquierdo del cuerpo, entre la séptima y la octava costilla. El sol se estaba poniendo. Con un fervor aún mayor, me puse a exclamar las fórmulas de exorcismo que retumbaron contra las paredes de la gruta: ‘¡Avanza, ser pérfido, portador de todos los males y de todas las falsedades, enemigo de la virtud, perseguidor de los inocentes! ¡Cede tu lugar, viciosa criatura! ¡Cede tu lugar, espíritu maligno! ¡Cede tu lugar al Cristo!’.
Poco después, se elevó de las tumbas un sordo fragor, acompañado de poderosas y profundas vibraciones. Atemorizada, la médium soltó la Biblia que sostenía. Uno de mis ayudantes la retuvo en el instante en que se disponía a salir del círculo. El crepúsculo se cernía sobre nosotros. Blandiendo el gran crucifijo que empuñaba con la mano derecha, exclamé: ‘¡Vete, horrible demonio! ¡Regresa con los tuyos y no vuelvas jamás a atormentar a los hijos de Dios Todopoderoso!’ Dicho esto, lancé la cruz con todas mis fuerzas a las tinieblas de la gruta. Tan sólo el silencio me respondió. Permanecimos durante largo tiempo envueltos por ese silencio de mármol, sin osar movernos. Finalmente anuncié que todo había concluido y pudimos partir”.
El relato de Manchester provocó una airada reacción de Farrant, que lo acusó de mentiroso y anunció que lo demostraría. Poco después fue detenido por la policía cuando intentaba entrar al cementerio por la noche, armado con un crucifijo y una estaca. Lo liberaron porque no había cometido ningún delito, pero no escarmentó: en 1974 fue encarcelado luego de ser hallado culpable de dañar monumentos y profanar tumbas, de vandalismo y de extracción de restos humanos en Highgate.
La polémica entre Sean Manchester y David Farrant sobre la naturaleza del ente sobrenatural que habitaba en el Cementerio de Highgate continuó durante décadas y dio lugar a varios libros sobre el tema. Tampoco cesaron las supuestas “apariciones” del vampiro, aunque limitadas a simples “avistamientos” sin que se produjera ningún ataque u otro hecho de violencia.
Con el correr de los años, el mayor beneficiario de las historias del supuesto vampiro fue el predio del Cementerio de Highgate. Luego de permanecer clausurado y en situación de abandono durante mucho tiempo, en 1987, el gobierno británico lo restauró y lo incluyó en el Registro del Patrimonio Inglés de Parques y Jardines.
Desde entonces lo visitan miles de turistas, que recorren sus senderos en busca de las tumbas de Marx, de Faraday y de otros muertos ilustres, pero con la secreta intención de descubrir la presencia del misterioso vampiro.
Fuente: INFOBAE