Con un discutible penal en el cierre, que Piovi aseguró a pura potencia, la Acadé venció 2-1 a Boca en Al Ain.
Como para que quede claro cuál fue el mejor de 2022, Racing terminó el año ganándole una final a Boca y empieza el 2023 de la misma manera, con otra copa en las vitrinas y una vuelta olímpica que sintetiza la felicidad. Mismo resultado, mismo trámite (de 0-1 a 2-1), como aquél trofeo de Campeones de noviembre, aunque esta vez un triunfo con polémica por el penal de Sández sobre el final, pero sin el escándalo y el show de expulsados.
La Academia lo ganó bien porque tuvo más ambición, generó más, lo deseó más, y eso no es poco en un fútbol tan parejo como el nuestro. A Boca, otra vez, le queda el desengaño de quedarse corto, y acaso habrá que entender que el equipo de Ibarra juega así: mientras tenga un arquero que lo salve seguido (no importa si es Rossi, Romero o García como hoy) seguirá siendo competitivo. Habría que preguntarse, eso sí, si con estas formas le alcanza.
A los dos les costó eso de hacerse dueños de una final, hacerse cargo de ella, vivirla como se viven los partidos sin revancha. Un poco por la resaca del Mundial, un poco porque es raro esto de jugar el primer partido del año por una copa, random, pero copa al fin, otro poco por el lugar, tan distante en kilómetros y en cultura. Y otro poco porque la pretemporada todavía marca los ritmos y condicionan la falta de frescura con las piernas todavía pesadas. Por eso este Boca-Racing arrancó lento, pesado, con el equipo de Ibarra esperando a ver qué onda, como en definitiva ha sido el estilo distintivo de su ciclo, y el de Gago todavía asimilando a los nuevos (Maxi, Nardoni), con el olor todavía de los que se fueron (Alcaraz, Copetti) haciéndose sentir en el vestuario.
Entonces, al partido le faltó deseo e intención. Boca porque en general no se cree el papel de dominador, y porque a este Racing todavía le falta la intensidad y la agresividad que le vendrán con los partidos. Fue un desarrollo de alternativas, más de jugadas sueltas aquí y allá, y no el resultado de un guión preestablecido. Un mediocampo con baile de parejitas: Romero con Moreno; Maxi Moralez con Pol Fernández; Varela arrimándose a Nardoni. Y cuando Racing era el que marcaba, los duelos eran los que marcaban las posiciones naturales en el espejo imaginario del pizarrón. Fue, en partes, un calco del Trofeo de Campeones en cuanto al desarrollo y las intenciones. También, en el gol de Boca (antes de Briasco, hoy de Roncaglia con una volea hermosa) que tuvo rápida respuesta de Racing (entonces Rojas, hoy esa contra magnífica que armó el Enano y definió Carbonero).
Los goles alteraron un poco la temática, porque la Academia fue animándose un poquito más, con un Maxi muy lúcido para aprovechar la desconexión entre Pol y Advíncula. En esa zona gris se movió Moralez y también Carbonero para explotar su velocidad. El colombiano tuvo dos chances: el derechazo de afuera del área que sacó Javi García con esfuerzo y ese tiro libre que el arquero y capitán de Boca descolgó del ángulo para hacer olvidar a Rossi, si es que eso fuera posible.
El 1-0 de Boca:
Para poder jugar así, para prescindir de intensidad y funcionamiento colectivo, Boca necesita de sus individualidades, y le costó encontrarlas. Al menos en el primer tiempo, muy poco de Varela y de Pol, poco de Villa, algo de Ramírez y casi nada de Benedetto. Por eso, desde ahí se entiende el cambio que metió Ibarra en el entretiempo. Con Equi Fernández, el Negro buscó mejor presión en el ancho del mediocampo, para que Racing no aproveche las grietas por la zona. El tema es que nunca tuvo solución para Carbonero, que primero lastimó con un centro para Oroz, y otro para Moreno para exigir a un Javi García cada vez más decisivo en el aguante del empate.
Cada uno buscó soluciones desde el banco: Gago fue por más verticalidad e intensidad con Hauche y Jonathan Gómez. Ibarra ya había cambiado el esquema, así que fue por el cambio de nombre por nombre, aunque con Langoni fue a un 4-4-2 flexible. Con Vázquez, el DT de Boca intentó refrescar una zona que con Pipa (un tiro al arco en una hora y cuarto) estaba demasiado quieta. Así, los roles quedaron más claros que nunca: Boca en la presión y el contraataque; Racing más franco para ir a buscar.
En la elaboración pura, la Academia tuvo el segundo en un pase exquisito de Gómez para un Carbonero que eludió a Javi pero se quedó sin cancha para definir. Y el la pesca fue Boca el que casi festeja con un cabezazo de Sández tras un córner que se fue apenas afuera. El partido fue generoso para ambos: cada uno con sus armas tuvo sus chances para ganar.
El 1-1 de Racing:
Y cuando parecía que Boca llegaba más entero, que Racing se había desgastado de tanto ir, vino la jugada del penal, discutible hasta la eternidad en la medida en que no esté claro cuándo es una mano cobrable y cuando un episodio fortuito. El defensor de Boca toca la pelota con la mano, en una jugada tan rápida y sucia (con dos rebotes en el medio) que hace imposible que ese brazo extendido sea considerado antinatural. Cuando un tipo va al suelo a jugarse la ropa contra el rival, no puede poner la mano en otro lugar que en el sitio donde Sández la tenía.
Igual, a Racing poco le importan las grietas en el reglamento y en su aplicación. La Academia consolida un ciclo de éxitos a partir de un club ordenado y muy bien administrado, y una gestión futbolística de Fernando Gago que sigue cosechando una búsqueda clara desde lo conceptual y desde la elección de sus intérpretes. Salud campeón, en buenahora.
FUENTE: OLÉ