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Emoticonos, la “microinfidelidad” de los jóvenes

Algunos jóvenes consideran una traición seguir a otras personas del sexo opuesto en redes y reaccionar a sus historias estando en una relación estable: “Es igual de tóxico que si te dedicaras a perseguirlas por la calle”

¿Darle ‘me gusta’ a las publicaciones de otra persona es una ‘microinfidelidad’? ¿Comentar las historias de Instagram o reaccionar con un emoticono de ‘fueguito’ puede ser una pequeña traición hacia la pareja? ¿O depende de la intencionalidad, del “mensaje” que hayamos querido enviar con ese emoticono? TikTok está repleto de vídeos que reflexionan en torno a estas preguntas. Buena parte de nuestras vidas -incluida nuestra vida sexoafectiva- trascurre en el mundo digital, donde las reglas de juego no son las mismas. Hoy puedes engañar a tu pareja -y también vigilarla-, todo desde el sofá de tu casa.

“A lo mejor, antes podríamos considerar una microinfidelidad estar en una discoteca y guiñarle el ojo a alguien, rozarlo un poco o incluso tontear. Una especie de juego, sin llegar absolutamente a nada. A través de las redes sociales, se puede hacer muchísimo más desde cualquier parte y con cualquier persona del mundo. Si antes era guiñar el ojo, ahora puede ser reaccionar a una historia con fueguitos, con comentarios subidos de tono o enviar fotos. Es el tonteo llevado a cabo a través de redes sociales”, explica el psicólogo y sexólogo Borja Rodríguez.

“Las redes sociales favorecen e incrementan esto, por la ligereza con la que se puede hacer. Puedes reaccionar a una historia de cualquier persona. Esa interacción es más fácil”, plantea Micaela, de 31 años.

¿Qué consideran los adolescentes y jóvenes una microinfidelidad? “Considero una microinfidelidad el hecho de que mi pareja hable por redes sociales con alguien que sabe que me genera inseguridad. También me molestaría que envíe fueguitos o emoticonos que tienen una connotación de ligoteo. Hoy en día, todos sabemos que los emoticonos no son inocentes y que tienen un significado detrás. No es lo mismo un 100 o una mano, que un fueguito”, dice por su parte Desiree Scheinson, de 34 años.

El emoticono del “fueguito” parece ser una señal unívoca. “Eso ya se ve rápidamente como que quieres tontear”, indica Borja Rodríguez. “Esos no se los mandas a una simple amiga. Se nota que hay interés más allá de una amistad”, asegura Christian de 24 años.

“Toda microinfidelidad digital es muy relativa. Depende sobre todo de la intención de la persona que la hace. Yo puedo darle like a la historia de una amiga, y eso no quiere decir nada, porque mi intención no va más allá”, opina Christian. El hecho de seguir a muchas personas del sexo opuesto, estando en una relación exclusiva, sí le parece una “microinfidelidad”: “si simplemente es para ver su físico o porque todas esas personas te atraen, sí que podría considerarse microinfidelidad”.

Una expareja suya-explica Christian- le hizo una vez “un comentario salido de tono a un influencer, y ella se excusó en que ‘solo era un influencer’ y no tenía importancia. Da igual que sea una persona famosa o no, la falta de respeto a tu pareja existe en el momento en que haces esos comentarios a otras personas”, asegura él.

Las redes sociales tienen su propio lenguaje. El fueguito, para las personas entrevistadas para este reportaje, tiene un significado muy claro. Pero no todos los mensajes son igual de explícitos. Muchas veces las interacciones pueden estar veladas. O pueden sintetizarse en un simple like.

“Hay cosas que, si las ves desde fuera, dices ‘un like a una historia no es nada’ pero, si entre esas dos personas hay o hubo algo, cobra otra dimensión”, dice María (este no es su nombre real). Ella cuenta la experiencia de su primo que, para avisarle a su amante que estaba solo, no le enviaba ningún mensaje. En cambio, subía una historia haciendo un gesto en particular. Solo ellos dos sabían lo que significaba.

“A mí no me preocupa tanto. Sí que he pasado por situaciones donde me enteré de una infidelidad por un like, pero fue más por ir uniendo pistas como loca. También me he sentido desplazada o poco respetada por un like o un comentario hacia otras personas por parte de mi pareja”, admite Desiree Scheinson y aclara: “No creo que sea microinfidelidad que siga a alguien que quizás le guste, el problema está en la interacción”.

“Es muy subjetivo y depende mucho de la confianza que tienes en tu pareja o en la etapa en la que estén”, indica por su parte Micaela y apunta: “Si estáis en un momento en el que está todo mal o en el que sientes cierta desconfianza, tal vez haya ciertas acciones como, por ejemplo, que envíe un fueguito o chatear, que te puedan parecer una micro infidelidad. Si está todo bien, tal vez no lo veas así. Depende mucho también de qué acuerdos tengas con tu pareja y de con qué objetivo haga eso la otra persona. Si ya es algo periódico y está generando un vínculo con la otra persona, a mí ya me hace saltar las alarmas. Pero no es algo que me preocupe”.

“Creo que tiene que ver más con cómo te hace sentir y el hecho de ocultarlo, o al menos intentarlo. Es buscar coincidir con alguien, tratar de despertar algo que tenga que ver más con lo romántico o sexual”, opina por su parte María, de 29 años.

Ella está en pareja hace dos años. “No mandaría un fueguito, porque creo que es algo muy simbólico, que todos entendemos lo que significa. Pero sí me ha pasado de buscar, de alguna forma, mantener el contacto con algunas personas que había conocido antes de estar en pareja. Cada tanto tener alguna interacción, ya sea un like o reaccionar con un emoticón de aplausos, o algo así. Como para no terminar de desaparecer”, dice ella.

María se ha encontrado borrando el historial de su buscador en Instagram. “A veces, simplemente miro a ver en qué andan algunas personas, y luego lo borro. No lo dejo ahí porque sino, si estoy con mi novia y me dice de buscar cualquier otra cosa, abajo aparecerá que yo busqué a esa gente. Y sería raro”, indica.

“Cuando ves que una persona le dio like a todas las fotos de otra, puede surgir esa conversación”, explica María y aclara: “El deseo es el deseo. Si hay una transparencia, no le das tanta importancia. Pero bueno, hay que ver cómo te hace sentir”.

“Todos sabemos el pacto que tenemos con nuestra pareja, lo que lastima y lo que es indiferente para cada uno. No es necesario reaccionar con fueguitos a las historias de otra persona si sabes que a tu pareja le va a romper el corazón”, dice por su parte Jacinta Montaldo (28) y apunta: “La provocación constante e incitar a engañar son peor que el engaño en sí. La falta de lealtad acumulada termina teniendo muchísimo valor”.

Sin embargo, aclara: “También creo que hay que amigarnos con la idea de que muchas relaciones pueden ser ficticias y eso está bien. Puede haber personas que te atraen mucho en las redes, pero con las que jamás compartirías intimidad, o incluso ni una cerveza”. Las microinfidelidades no le preocupan. “Con suerte tengo tiempo para ver mis propias interacciones como para ponerme a pensar quien le pone like al chico que me gusta”, explica.

Las redes no solo hacen que sea más fácil romper acuerdos de exclusividad. También ofrecen muchos mecanismos de vigilancia, para stalkear a la otra persona, saber dónde está, ver a quién sigue o quién la sigue a ella y revisar sus likes e interacciones.

De acuerdo al artículo ‘Violencia en las relaciones de pareja entre adolescentes’, elaborado por el Observatorio Social de la Fundación “la Caixa” a partir de encuestas a 4.004 jóvenes, el 10,1% de los adolescentes confiesa haber sido víctima de conductas de control en sus relaciones de pareja. En una investigación de Save The Children, casi la mitad (48,6%) de los 300 entrevistados de entre 14 y 17 años, ha presenciado a parejas de adolescentes intentando controlarse utilizando internet.

María cree que las redes sociales ofrecen muchos mecanismos de control. “Yo nunca fui de revisarle el teléfono a alguien, porque me parece una invasión absoluta a la privacidad, pero puede que haya visto alguna interacción rara y lo haya consultado”, indica. Puedes estar al tanto de los likes que pone tu pareja sin buscarlo. “Cuando una persona a la que tú sigues mucho, likea muchas cosas, el algoritmo te las recomienda”, dice María.

“Tengo algunas amigas que han cerrado su cuenta de Instagram porque se los pidió el novio. Otras a las que no les importa. Otras que buscan pistas en cada like y saben todos los trucos”, dice Desiree Scheinson. “Me ha pasado de estar monitoreando a partir de un quiebre en la relación por otras cosas. Es una herramienta más para saber cosas. Y también me ha pasado al revés. Jamás llegué a censurar ni que me censuren mi cuenta, o me pidan bloquear gente ni al revés. Siempre fue un poco más light y fue hace algunos años, cuando era más joven”, admite.

“Puedes ver la cuenta de tu pareja o de quien ha agregado, stalkear (espiar)la cuenta de esa persona nueva a la que ha empezado a seguir… Todo eso que haces desde el sofá de tu casa, es exactamente igual de tóxico para ti y para la otra persona y, por tanto, para la relación, que si te dedicaras a perseguirla por la calle”, dice el psicólogo y sexólogo Borja Rodríguez.

En los talleres que da en institutos a adolescentes de entre 13 y 18 años, observa que las conductas de control están muy normalizadas. “En los talleres que he estado dando todo el año sobre relaciones sexuales, mitos de la pornografía y redes sociales, hay mucho comentario acerca de esto. Aparecen cosas como ‘¿por qué has agregado a este?’ o ‘¿esta quién es?’, un ‘le has mandado un corazón’ o ‘le has comentado tal foto’. Se abren cuentas falsas para espiar no solo a su pareja sino a la persona con la que creen que puede estar tonteando”, explica. Y aclara: “Esto no solo pasa en la generación Z. Toda persona que tenga un móvil puede tener acceso a todo esto”.

Para él, “más que una falta de confianza, que obviamente la hay, hay un mayor miedo. Porque la facilidad para engañarte es mucho mayor. A lo mejor no me atrevo a tontear con nadie en público, pero sí me atrevo a hacerlo en redes sociales. Entonces, ese miedo hace también que se desarrollen conductas de control para atajar esa sensación”. Borja Rodríguez indica que “No es una solución. Lo que hay que hacer es hablar. Lo importante aquí es la comunicación, sin que derive en una relación tóxica. Preguntarnos no sólo acerca de qué significa para nosotros una infidelidad, qué conductas nos hacen mal y cuál es el tipo de compromiso que queremos tener, sino también qué tipo de relación queremos, que eso puede incluir salirnos de la norma monógama con unos acuerdos”.

De la toxicidad a los celos patológicos

Por su parte, la psicóloga y coordinadora de L’Espai Lila del Centre Jove d’Atenció a les Sexualitats (CJAS), Raquel Gómez Rodríguez coincide en que “es importante que las relaciones sexoafectivas se basen en la comunicación, en la confianza, en poder hacer pactos y establecer límites, sin imponerlos. Es importante hablar, escuchar y respetarnos. El miedo a una infidelidad no puede justificar el control, la limitación de la libertad de la otra persona, la posesividad y que te monten escenas de celos y de chantaje emocional, hasta el punto de hacerte sentir tan mal que empieces a limitar tus interacciones, que llevado al extremo puede incluso llegar al aislamiento social”.

Ella propone correr el eje del debate. “¿Que se puede ser infiel por las redes sociales? Claro. ¿Pero, porque esto puede pasar, está justificado monitorear, prohibir, controlar, limitar, hacerse perfiles falsos para vigilar a la pareja y compartir las contraseñas, la ubicación, etc.? Absolutamente no. Considerar una microinfidelidad darle like a alguien o seguir a alguien es absolutamente excesivo. Es lo mismo que tu pareja ‘no te deje’ tener amigos o amigas, o quedar y reírte con otras personas”, apunta.

La experta indica que las ‘microinfidelidades’ sí que parecen ser un tema para los más jóvenes: “Sí que vemos y nos explican las jóvenes que visitan nuestro centro preocupación por este tipo de comportamientos, y creo que lo importante en estas situaciones es que podamos analizarlas desde un paradigma diferente al de la infidelidad. En cambio, es interesante pensar en cómo de normalizados están en nuestra sociedad algunos comportamientos como el control y la limitación de la libertad de nuestras parejas o vínculos, incluso llegando a entender el control y los celos como muestras de amor”, dice.

El amor romántico -apunta la psicóloga- continúa siendo el modelo desde dónde adolescentes y jóvenes establecen las relaciones. “Este modelo lo aprenden de los adultos, de lo que observan sobre nosotros y de todos los productos audiovisuales, culturales etc., que los adultos creamos para adolescentes y jóvenes, por lo que no debemos culparlos, que es lo fácil”, indica y asegura: “En la adolescencia, los celos, el control y la exclusividad a menudo son especialmente considerados ‘muestras de amor’, y la normalización de estas conductas lleva a confundir violencia con amor”.

El problema de todo esto -afirma- es, “entre otras cosas, que al no percibir el control como una forma de violencia consideran que no se tienen que proteger o hacer nada al respecto, y esto crea vulnerabilidad cuando las conductas intensifican la violencia”.

“Eso es lo peor que puedes hacer. Si desconfías de tu pareja como para vigilarla lo mejor es no tener pareja. Lo principal es confiar en tu pareja y que tu pareja te demuestre que puedes confiar en ella. Siendo de esta manera, no debería haber problemas de este tipo”, opina Christian. Para Desiree Scheinson también es importante poder hablar: “Intento no ser policía de las redes de mi pareja pero, si siento alguna inseguridad, se la comunico”.

“Coger el móvil del otro y revisarlo a veces puede ser un poco tentador. Pero si no tienes confianza en tu pareja…Siempre que tuve ganas de revisar el móvil o stalkear, ver qué actividades tiene en las redes sociales, me dije a mí misma: ‘No, esto ya roza la toxicidad’”, dice Micaela. “Nunca revisé un móvil ajeno. Una vez mi ex novio me revisó el teléfono y a la semana lo dejé por eso”, indica por su parte Jacinta Montaldo.

La psicóloga Raquel Gómez Rodríguez insiste en la importancia de “desnormalizar comportamientos que están absolutamente entroncados con las violencias machistas y los mitos del amor romántico. Compartir las contraseñas no es una muestra de amor. Que te digan que si no tienes nada que ocultar la compartirías, es chantaje emocional. Tener contraseñas privadas en nuestros dispositivos es un acto responsable de seguridad digital. Lo verdaderamente importante y urgente es que enseñemos que el amor es respeto, confianza y que nadie tiene derecho a limitar nuestra libertad”.

 

FUENTE: EL PAIS

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