El domingo a partir de las 21, en plena hora pico de las motitos del delivery, el Hard Rock de Miami albergará una final que el destino tenía pendiente desde el 6 de julio de 2021. Porque Argentina se enfrentará a Colombia. El adversario de aquella semifinal spicy de la Copa América de Brasil que empezó a elevar a Dibu Martínez al status de héroe. La selección que dirige un argento, Néstor Lorenzo, quizás el equipo más regular de la vigente competencia Conmebol, y que derrotó a Uruguay en Charlotte incluso cuando por imprudencia de uno de sus pilares jugó con diez todo el segundo tiempo.
Fue precisamente la roja de Daniel Muñoz -innecesario codazo a Ugarte- la que no le permitió al segundo finalista confirmado el demostrar lo que sí pudo exhibir a lo largo del torneo. Un juego prolijo, asociado, con un esquema noventoso (4-3-1-2) sostenido desde la marca por Lerma y en el que James Rodríguez es administrador supremo de la pelota.
Que a balón parado es letal (el 67% de sus goles los marcó por esa vía). Que no tiene, a diferencia de otras ediciones, a un ariete potente sino un tácticamente útil Jhon Córdoba, voraz desde la presión. Que sí cuenta con Luis Díaz, siempre peligroso incluso en un torneo en el que no encandiló. Pero que colectivamente, independientemente de los nombres, logró una consistencia refrendada por los resultados: su última derrota la sufrió paradójicamente frente a la Argentina, el primer día de febrero de 2022, hace 28 partidos, cuando Qatar era un sueño lejano.
Uruguay puede dar fe del compromiso colombiano: hábil para el repliegue y el juego físico (Davinson Sánchez fue una figura invisible), compacto y concentrado pero a la vez flexible para reorganizarse después de una baja sin perder su esencia, la Celeste de Marcelo Bielsa intentó infructuosamente llevársela puesta. No le funcionaron, al Loco, los cambios para usufructuar el hombre de más: Darwin Núñez cayó en el embudo y la última línea bloqueó los pases filtrados que intentaron filtrar Nicolás De la Cruz, De Arrascaeta y Fede Valverde. Una selección que se plagió a sí misma, que no inventó nada nuevo. Y es tan cierto que le impactó la baja por lesión de Bentancur como que con mucho tiempo a favor cayó ante una de los mejores cuadros de la Copa América. Que merecía el top 2.
Argentina tendrá un enorme examen por delante: la Colombia de Lorenzo le elevará la vara competitiva. No sólo por el recuerdo de la definición en el Mané Garrincha de Brasilia, de la que han quedado pocos sobrevivientes de la vereda de enfrente (Yerry Mina, Borja, Luis Díaz y Borré además de Muñoz, quien no podrá estar). También por el volumen que probó tener. El desgaste de una semifinal a máxima tensión puede llegar a pasarle factura, es cierto. Pero será bravo, sin dudas. ¡Mirá que te come on!
La bronca de José María Giménez con la organización
“Por favor, les pido que tengan cuidado. Las familias están en las tribunas. Nuestras familias corren peligro. Esto es un desastre. Tuvimos que meternos como pedo en la tribuna a sacar a nuestros seres queridos, había gente con bebés recién nacidos. Ojalá los que están organizando esto tengan cuidado. Nuestras familias están sufriendo. Ojalá que tengan precaución y no vuelva a suceder esto porque es un desastre”, comentó luego Giménez. Y agregó: “Ojalá que no corten lo que estoy diciendo. No había policías, cayeron tarde”. Los futbolistas uruguayos terminaron indignados. Y el partido culminó con un escándalo.
Escándalo: piñas de jugadores uruguayos con hinchas colombianos en una tribuna
El delantero Darwin Núñez, el defensor José María Giménez y Ronald Araújo, quien estuvo sentado en el banco de suplentes y no ingresó, protagonizaron una trifulca con hinchas de la selección colombiana que se encontraban en una de las plateas bajas del Bank Of América Stadium de Charlotte.
Según trascendió más tarde, en ese sector del estadio se encontraban algunos familiares de los futbolistas de la selección dirigida por Marcelo Bielsa, quienes acusaron haber recibido algunos maltratos que desencadenaron el conflicto.
Fuente: OLÉ