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Ignacio Obeso, neurocientífico: “El uso prematuro de pornografía tiene consecuencias graves: se vuelven violentos”

Para hablar, para callar o para decidir cuándo cruzar una calle, por ejemplo, el cerebro tiene una especie de frenos que ayudan a modular las conductas. Es el control cognitivo, un proceso cerebral que acostumbra a estar alterado en patologías tan dispares como el párkinson o las adicciones. El neurocientífico Ignacio Obeso (Pamplona, 40 años) investiga este y otros procesos cognitivos básicos, como la automatización de procesos y los hábitos —cómo aprendemos algo y se vuelve habitual—, en cerebros sanos para desentrañar qué hay detrás de algunas de las dolencias neurológicas y psiquiátricas más complejas: “Tanto en la enfermedad de Parkinson como en las adicciones, el control cognitivo y los hábitos tienen una relevancia porque se alteran. Tratamos de entender cómo esos mecanismos fallan en las adicciones y se generan nuevos hábitos tóxicos”, explica este investigador del Centro Internacional de Neurociencia Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CINC-CSIC).

Obeso, que trabaja en el Laboratorio de Control y Hábito, ha participado en el congreso conjunto que celebraron la Sociedad Española de Patología Dual y la Asociación Mundial de Patología Dual hace unas semanas en Palma. En su ponencia, ahondaba en la neurobiología de la adicción al sexo, un problema de salud al alza: según los datos que expuso en su intervención, entre el 3% y el 10% de la población mundial, sufre este cuadro. Y cada vez se diagnostican más casos. En la unidad Adcom de Madrid donde colabora, un centro de la Comunidad de Madrid ubicado en el Hospital Gregorio Marañón y dedicado a la prevención, el tratamiento y la investigación en trastornos por juego y otras adicciones comportamentales, han atendido en su primer año en funcionamiento a 622 personas: los menores atendidos fueron, sobre todo, por consumo problemático con los videojuegos o las redes sociales, aunque un 2,8% manifestó problemas con el sexo; en los adultos, la adicción al sexo es el segundo motivo de consulta más frecuente (solo por detrás de los problemas con el juego).

Pregunta. ¿Cuándo la práctica del sexo pasa de ser un hábito placentero a algo tóxico?

Respuesta. Todo ser humano tiene su conducta sexual activa desde una determinada edad, antes o después, con una intensidad mayor o menor según el individuo y eso está condicionado genéticamente, contextualmente, por educación… Alguien que está en una intensidad más alta que la propia, puede parecernos una adicción, pero, a lo mejor, es sana. ¿Y qué es sano? Que pueda ser controlable. Si para mí es más baja, pero no la controlo, eso va a ser, en mi caso, un problema porque no sé parar y, además, me impacta en mi condición mental y física y en mi entorno laboral y social.

P. Ha dicho que la incidencia está entre el 3% y el 10% de la población. ¿Cómo se interpreta eso?

R. Es mucho. Son valores muy altos. Y cada vez se reconoce más. Las adicciones comportamentales son reconocidas recientemente y la gente desconocía que tenía ese problema. Incluso, si eres hombre y eres muy activo sexualmente, hasta recibes palmadas en la espalda. Pero ahora ya se ve mejor que puede ser un problema y están subiendo los números porque se está detectando más.

P. ¿Cuáles son las señales de alerta para identificar que hay una práctica de riesgo?

R. Una muy obvia es que diaria y constantemente, durante las 16 horas que estás despierto, estés pensando en el sexo, sea con pornografía, con la pareja, sea comprando, en el trabajo… Esto sucede en los casos más graves. Si vamos a algo un poquito menos grave, pues es la frecuencia: no es todo el día, pero sí que cada día tengo ese deseo. Y luego, están efectos negativos de la enfermedad, como estar ansioso si no consigues el sexo o la masturbación. Esos efectos negativos sobre el estado de humor, como la irritabilidad, pueden ser otro marcador.

Ignacio Obeso, investigador del CSIC, en la terraza del Palacio de Congresos de Palma, el pasado abril.FRANCISCO UBILLA

P. ¿Hay patrones diferentes por edad?

R. En la experiencia en la unidad de Adcom de Madrid, los patrones son bastante variopintos. Suelen ser hombres y los mayores, de 40 o 50 años, tienen unas parafilias un tanto especiales, muy particulares para cada persona. Las sensaciones, aunque esto no es muy científico, es que cuanto mayor eres, más radicales o rebuscadas y graves son las situaciones. En los más jóvenes lo que más nos preocupa es el uso de la pornografía tan prematuramente —¡Se habla de casos tan tempranos como los siete años!—. Esto tiene unas consecuencias muy graves y luego se vuelven violentos por el uso temprano de algo que ahora es superaccesible.

P. ¿Cómo afecta exactamente el acceso temprano a la pornografía en el desarrollo de este tipo de conductas?

R. No lo sabemos, pero un adolescente que empieza con pornografía recibe una educación sexual muy fuera de la realidad. La realidad del sexo en pareja voluntario por ambas partes no está relacionada con la pornografía. Se sabe que ese uso temprano explica la violencia que incrementa en la adolescencia. Y luego tiene repercusiones sobre su vida íntima sexual en pareja, mostrando menor interés en el acto sexual habitual, siendo menos exitosas e intensas. No hay estudios longitudinales que vean a largo plazo qué pasa con los niños que han empezado antes [con la pornografía] y qué pasa con el sexo y la calidad de su vida sexual, pero seguramente va a ser espeluznante. Va a tener un impacto, no hacia una adicción al sexo como tal, presencial, en pareja o grupal; pero sí una adicción individual a la pornografía. Quizás en unos años veamos más incidencia de este tipo de adicciones al sexo online, individual.

P. ¿Qué disfunciona en el cerebro de alguien que tiene una adicción al sexo?

R. Pasan varias cosas. Lo más habitual es ver adictos al sexo con otra afectación psiquiátrica. Es raro que haya alguien solo adicto al sexo sin ansiedad, una depresión o un trastorno bipolar de por medio. Pero a nivel neurobiológico, el estímulo sexual produce una respuesta del sistema límbico del cerebro muy ancestral, que sucede en todos nosotros. Pero al repetirlo, eso entra ya en un sistema de aprendizaje, del sistema de hábitos que va a hacer que esa búsqueda del estímulo sexual sea excesivamente repetida. Y si no lo consigues, empiezan a entrar otros sistemas límbicos de aspectos negativos, como el de la sensación de ansiedad, entre otros. Es ese sistema límbico el que va dominando y secuestrando todos los procesos de control cognitivo que normalmente actúan en el momento en el que dices: “Ahora quiero parar” o “espero tantas horas antes de consumir sexo”.

P. ¿Cómo se soluciona esta adicción?

R. Se trata la patología subyacente. Se trata la ansiedad o la depresión con fármacos y se combina con psicoterapia individual o grupal. Y funciona bien para un 70% de pacientes.

Un adolescente que empieza con pornografía recibe una educación sexual muy fuera de la realidad”

P. ¿Cuál es la calidad de vida de los pacientes?

R. Son personas que sufren mucho. Los graves son alrededor de un 10%, pero hay otros que más o menos se van apañando. De los tratamientos a los que les funciona, luego está el efecto a largo plazo y es que hay recaídas, porque como sabemos, el sexo no desaparece, el sexo está dentro de nosotros, es innato a nuestra especie.

P. Para muchas adicciones suelen proponer la abstinencia. ¿Y en este caso?

R. Para estas no puedes. El sexo está en nuestra genética y ahí se acaba la historia. Hay gente anhedónica y está apática con el sexo y no tiene deseos, pero casi todos tenemos un deseo intrínseco a nuestra especie. Con el sexo, no se puede decir: “No lo toques”. Quizás con la pornografía sí y por eso los dos tipos [adicción a la pornografía y adicción al sexo presencial] hay que verlos por separado. Pero con la hipersexualidad presencial habrá que ver si hay una ventana temporal en la que lo bloqueamos un tiempo y luego ir poco a poco integrándolo en la vida de la persona.

P. ¿Cuáles son las grandes lagunas de conocimiento en el tema de la adicción al sexo?

R. Primero, saber el origen de la patología. Una variable es la genética, que se sabe algo, pero podría ayudarnos a determinar de dónde viene. Segundo, descifrar la fisiopatología, cuáles son las bases cerebrales, no están tan claras: sabemos que la dopamina está relacionada con todas estas adicciones, pero en la sexualidad, ¿es en el momento en el que piensan en el estímulo sexual cuando se dispara o es cuando lo consumen o de manera continua? Creemos que es más en el momento anticipatorio, pero qué regiones y circuitos del cerebro no lo tenemos para nada claro. Saber esto, el siguiente paso que nos abre es ver por dónde está patológico el circuito y ahí podríamos atacar.

Fuente: EL PAÍS

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