Ofrecemos un detallado análisis de su relación homosexual, con datos que arrojan nuevas pistas sobre cómo pudo gestarse la tragedia que acabó con una vida
Se comienza a hablar de dinero, como si sólo el capitalismo, a veces extremo, tuviera que ver con este caso sublimemente mediático. Dejarle a tu amigo 250.000 euros para que facture su sueño:”Yo siempre quise ser parte de un negocio de hamburguesas”, pensamos que tuvo que decirle a Arrieta, para convencerle. Al que no lo entienda ni, sobre todo, jamás le hayan dejado cuarto de millón en ninguna divisa, decirle que cuesta menos participar en la creación de una franquicia de Burger King, de la que ya sabes que te va a dar más rendimiento que galardones cuando, a fin de cuentas, las hamburguesas son una excusa para, como tildan a ese tipo de cocina, ganar dinero rápido
Sancho,queda claro, no era chef, sino aficionado a la cocina. Que en sus vídeos en un canal de YouTube que hasta antes del asunto de marras no alcanzara ni el medio millar de seguidores, cuando cocinaba con la melena al viento y con jersey de cuello vuelto y nunca con el uniforme reglamentario, lo corrobora. Pero lo de verdad esencial es que Daniel Sancho tuvo la idea no estudiada de viajar a Tailandia, según sus familiares y testigos, concretamente hasta la isla de Koh Phangan, a realizar exhibiciones de cocina, recibir cursos de gastronomía local y grabar vídeos para su canal con cuchillos comprados, en algún caso, en la sección de menaje de unos almacenes donde también se venden tornillos, leche fresca y chanclas, cuando cualquiera que se dedica al bonito arte de cocinar sabe, a pies juntillas, que viajar con tus propios cuchillos, siempre que los factures, es algo, no sólo habitual, sino absolutamente necesario. O, dicho de otro modo, ¿acaso Sergio Llull, o cualquier jugador de baloncesto profesional, cuando va a jugar, por ejemplo, a Estambul se compra las zapatillas en la tienda de deportes más cercana al pabellón?}
Las cosas se torcieron
“Sí, yo sé que en las últimas semanas no se encontraba bien. Estaba algo nervioso. Su socio colombiano quería mudarse a España. Eso fue lo único que me dijo”. Las palabras las emite un ente sin sexo, género ni nacionalidad. Ni siquiera desea ser tildado de una fuente cercana. Ni quiere participar en este caso ni sacar rédito de ello, cuando sabe que podría y mucho, aunque sí desea certificar que en la relación que Daniel Sancho y Edwin Arrieta mantuvieron, solamente desde que este último deseó mudarse a España, las cosas se torcieron. Según publicó recientemente La Vanguardia, Sancho aceptó 250.000 euros de Arrieta para invertirlos en ese negocio de hamburgueserías creativas sito en Madrid. Pero no, esa no fue la causa de su extravío social, del acercamiento a la pena de muerte porque sí del hasta hace menos de un año solamente muchacho en ciernes, hoy acusado del asesinato premeditado de su prestamista, socio y muchas más cosas.
Y claro, además del dineral faltaba algún que otro ingrediente, sino bastantes, para tratar de entender el comienzo judicial de este caso: ¿acaso es pecado que alguien que no sabe casi nada del ramo de la hostelería invierta en la misma? Para nada. Pero nos siguen faltando datos, detalles, conexiones. Tampoco nadie suele asesinar por no poder devolver un dinero, que tampoco sabemos si Arrieta se lo pidió de vuelta, cuando ser deudor sigue sin estar mal visto del todo. Y más si el crédito te lo ofrece alguien de suma confianza y sin contratos de por medio, con la única justificación de las cuentas bancarias y la tarjeta visa que le cedió Arrieta al muchacho cercano a cumplir las tres décadas de vida.
¿Qué era su jaula de cristal?
Daniel y Edwin viajaban por España cuando el colombiano visitaba a Sancho, y nunca por asuntos turísticos. En realidad, era Daniel el que deseaba que las semanas de diversión no tuvieran como epicentro a Madrid, ciudad donde Sancho residía, cerca de todos sus amigos, familiares y conocidos. Al parecer ambos se conocieron un año antes en una discoteca del madrileño barrio de Salamanca. Y desde ahí en adelante, casi cada encuentro y dispersión tuvieron lugar en Marbella, Ibiza, Barcelona… Y entonces, ¿a qué se refería Daniel Sancho cuando adujo que la presión era muy alta por parte de Arrieta y que le hacía sentirse dentro de una jaula de cristal?
De todos los porqués que rodean a este caso uno surfea por encima del resto. Y ese es, por qué Daniel Sancho asesinó a Edwin Arrieta. “Te lo repito: desde que le dijo que se mudaba a España todo dio un giro de 180 grados. Una cosa es recibir a tu amigo unos días cada dos o tres meses, y otra cosa muy diferente que comiences a realizar una cuenta atrás”, comenta mi contacto. Y que iba a cambiar su vida de arriba abajo, añado yo. De arriba abajo.
Sea o no la razón, que ya sólo podrá decírnosla el propio acusado, si es que algún día le apetece, tiene cierto sentido que la presión sin igual de tener que hacer público, y a la vez, una relación, el posible cambio de residencia e incluso el giro de tu sexo, pudo ser la causa que cegó a Sancho, un joven sin experiencia en los problemas fuera de lo común al que ascender la primera colina de la vida le pareció un puro infierno. Por eso lo de la jaula de cristal. ¿O es que esa jaula de cristal tenía que ver con amenazas del colombiano a hacer públicas imágenes y videos explícitos de ambos, según insinuó Daniel?
Aunque un conocido de Arrieta confirme mi teoría, sin el consentimiento del propio Edwin todos podemos llegar a entender que quien más iba a perder si hubieran salido a la luz imágenes y/o videos con, por ejemplo, actitudes pornográficas entre ambos, no iba a ser, ni mucho menos, Daniel Sancho, en sí el ciudadano español, europeo, joven, moderno, que reside en un país decano a la hora de registrar, conceder matrimonio y respetar a los homosexuales desde hace décadas, donde existen cientos de kilómetros de playas con gentes desnudas, cuando decirle a tu madre que amas a una persona de tu mismo sexo, salvo en casos excepcionales, no es siquiera un problema, si acaso un avance e incluso un motivo más de celebración. En cambio, si fotos en actitudes remolonas con otro hombre por parte de Arrieta –ya no digo que hubieran contenido sexo explícito– hubieran salido a la luz, el cirujano colombiano sólo habría podido esconderse, ya que al empresario, católico reconocido y muy practicante, además de señor con reputación exquisita en un país que no es tan abierto como España en asuntos homosexuales –y mucho menos en Lorica o Montería, ciudades tan dignas como secundarias en Colombia–, le podrían haber llevado al momento de mayor estrés de toda su vida, vida que fue truncada de manera onerosa e ilegal, de forma brutal e injusta.
Fuente: LA RAZÓN ESPAÑA