Se trata de hábitos como una buena nutrición, el ejercicio regular y otros factores que, de acuerdo a una investigación, podrían amortiguar los cambios negativos que ocurren en el cerebro de algunas personas. Los detalles
Una nueva investigación sugiere que unos estilos de vida saludables pueden ayudar a evitar la demencia, quizá mediante la creación de una “reserva cognitiva” resistente en el cerebro que envejece. El estudio se basó en las autopsias cerebrales de 586 personas que vivieron hasta una edad promedio de casi 91 años. Los investigadores compararon el estilo de vida y las habilidades mentales al final de la vida de cada persona con sus signos neurológicos de demencia, como las placas de proteínas cerebrales o los cambios en el flujo sanguíneo cerebral.
Ninguno de esos factores cerebrales pareció afectar en gran medida a la conexión positiva entre una vida saludable y las habilidades mentales de una persona al final de la vida, señaló un equipo dirigido por el Dr. Klodian Dhana, del Centro Médico de la Universidad de Rush, en Chicago. Eso significa que una buena nutrición, el ejercicio regular y otros factores podrían “proveer una reserva cognitiva” que amortigüe los cambios negativos que ocurren en el cerebro, lo que permite a las personas mayores “mantener las capacidades cognitivas” a lo largo del tiempo, señalaron los investigadores.
“Casi se puede engañar un poco a la biología y aun así no obtener la sintomatología tan pronto” como alguien que está menos sano, dijo el Dr. Liron Sinvani, que no participó en el estudio. Dirige los servicios de hospitalización geriátrica en Northwell Health en Uniondale, Nueva York. El estudio aparece en la edición del 5 de febrero de la revista JAMA Neurology.
Como señala el grupo de Dhana, se sabe desde hace mucho tiempo que ciertas opciones de estilo de vida (comer bien, hacer ejercicio, evitar fumar y beber en exceso) se vinculan con unas tasas más bajas de demencia.
Pero, ¿cómo funciona la vida saludable su magia neurológica? Para averiguarlo, utilizaron datos del Proyecto de Memoria y Envejecimiento de Rush en curso. A lo largo de 24 años, el proyecto rastreó las historias de estilo de vida y la función mental al final de la vida de 586 participantes, todos los cuales murieron y habían donado sus cerebros para la autopsia.
El grupo era longevo, con un promedio de poco menos de 91 años. El setenta y uno por ciento eran mujeres. El grupo de Dhana realizó autopsias cerebrales que se centraron en los signos neurológicos clásicos de la demencia: una acumulación de placas y ovillos de proteína amiloide dentro del tejido cerebral, así como cambios en la vasculatura (sistema circulatorio) del cerebro que podrían apuntar a una reducción del flujo sanguíneo causada por eventos como accidentes cerebrovasculares o mini accidentes cerebrovasculares.
Como era de esperar, encontraron que las personas que habían vivido vidas muy saludables eran mucho más propensas a mantener su ingenio a medida que se acercaban al final de la vida. Cada aumento de un punto en la “puntuación del estilo de vida” de una persona se asoció con un aumento en su “puntuación cognitiva global” al final de la vida, encontraron los investigadores.
Sin embargo, la mayor parte de esa relación tuvo poca correlación con los cambios cerebrales observados en las autopsias. En otras palabras, a pesar de que las placas y ovillos de proteínas o la vasculatura deteriorada podían aparecer en el cerebro de una persona fallecida que había vivido de manera saludable, las puntuaciones mentales de esa persona seguían siendo altas.
El único efecto (muy leve) se observó en la acumulación de placas amiloides en el cerebro. El grupo de Dhana calculó que las reducciones en la placa amiloide podrían explicar el 11.6 por ciento de la relación entre el estilo de vida y la cognición. Todo esto refuerza la noción de que una vida saludable proporciona al cerebro envejecido algún tipo de “reserva”, lo que le permite funcionar bien incluso mientras se desarrollan los cambios que normalmente indican demencia.
Entonces, “si se toma a dos personas y ambas tienen la misma cantidad de esta proteína mala en el cerebro, la persona que tiene un estilo de vida más saludable podrá tener una mejor función cognitiva”, explicó Sinvani, que también es profesor de medicina en la Facultad de Medicina Zucker de Hofstra/Northwell. ”Se puede funcionar a un nivel más alto, funcionar normalmente, funcionar sin deterioro durante más tiempo”, dijo.
Cuando se trata de ejercicio, Sinvani cree que el estudio también muestra que “nunca se es demasiado viejo y nunca demasiado frágil para comenzar a mejorar su estilo de vida”. Las recomendaciones actuales de ejercicio requieren al menos un total de 150 minutos de actividad física por semana. Para las personas mayores que han estado inactivas durante mucho tiempo, Sinvani sugiere consultar con un médico y/o entrenador personal antes de lanzarse a un régimen de ejercicios.
Fuente: INFOBAE