La Academia Sueca ha otorgado el Premio Nobel de Literatura 2023 al escritor y dramaturgo Jon Fosse, “por su prosa innovadora y por dar voz a lo que no se puede decir”. Nacido en Haugesund, Noruega, hace 64 años, su primera obra fue Rojo, negro, en 1983, que no está traducida al español. En su haber literario se encuentran novelas, cuentos, obras de teatro o libros infantiles. Una de sus obras más recientes es Mañana y tarde (Nórdica / De Conatus), que se publica hoy mismo: cuenta la historia de la vida de un personaje llamado Johannes de la cuna a la tumba. Trilogía (De Conatus) es otro de sus libros traducidos: el volumen reúne tres breves novelas en las que Fosse relata una trágica historia de amor en la Noruega rural. Septología (De Conatus) es una novela en siete partes y varios volúmenes, donde el autor busca aquellos detalles de la sociedad que ignoramos, pero que, aun así, nos condicionan.
El ritmo de escritura de Fosse es muy particular: no suele usar puntos, solo comas. “Puede que lleve a la página mi bagaje de mal músico. Para mí escribir es escuchar, es un acto más musical que intelectual. En un texto la forma debe ser extremadamente exacta, cada coma, cada cambio está medido para que al leer puedas sentir las olas, un latido, y el cambio de ritmo según avanza la trama. Esta unidad entre forma y contenido es necesaria. Con la escritura ocurre igual que con un ser humano: no se puede separar el alma del cuerpo, un cadáver no es una persona”, dijo a EL PAÍS en 2019.
Su producción se ha comparado con la de Ibsen y la Beckett, y en su país natal es considerado como un autor nacional, donde comparte trono con otros escritores de relevancia como Jo Nesbø o Karl Ove Knausgård. Fuera también ha tenido notoria repercusión: su obra ha sido traducida a 40 idiomas, y en 2007 fue ordenado caballero de la Ordre National du Mérite de Francia. Es devoto de Lorca.
“Me apasiona su trabajo, pero no recuerdo cómo lo descubrí. Es uno de mis autores favoritos de todos los tiempos. Cuando leo las traducciones de sus versos siempre acabo añadiendo mis notas. Aunque no sé español, he adaptado Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba usando diccionarios en distintos idiomas. Hay un sonido muy particular en su obra y yo traté de capturar la poesía y el ritmo tan claro de su escritura. Lorca escribe una música literaria parecida a la que yo trato de plasmar”, dijo el autor a este periódico.
También habló de su relación con el alcohol, que durante alguna etapa de su vida fue estrecha: era consciente de las relaciones que el alcohol tiene con la creación desde la Antigüedad, como mínimo desde los poetas borrachos de Atenas. Pero bebía mucho, y tuvo que dejarlo. “Nunca he podido escribir cuando bebía, porque me volvía sentimental, perdía la precisión, la agudeza, el foco, la claridad; incluso con una pequeña cantidad de alcohol mi escritura se volvía pésima. No escribo todos los días, pero cuando lo hacía, la combinación durante muchos años era escribir de día y beber de noche. Cuando empecé a hacerlo por las mañanas tuve que parar. Y lo logré”, dijo Fosse.
Los vaivenes del Nobel
Con frecuencia los Nobel son objeto de polémica, como fue polémico el galardón a un cantautor como Bob Dylan. Cuando Fosse aún no era Nobel tenía opiniones sobre ello: “Fue una cosa loca. He traducido a John Ashbery al noruego y pensé en él. ¿Cómo podían dárselo a Dylan y no a Ashbery? No lo comprendo. Luego Ashbery murió, así que ya no lo ganará. Hay algo que está mal. Dylan tiene canciones maravillosas y Mr. Tambourine Man es gran poesía en forma de letras de canciones. Pero es mucho mejor cuando lo escuchas cantado que cuando lo lees, y la clave para mí es que si esto es un premio de literatura en el sentido estricto, ¿por qué no Ashbery?”.
La ganadora del año pasado fue la escritora francesa Annie Ernaux; se reconocía así una carrera larga no siempre valorada, debido al gusto de la autora por lo autobiográfico (o la autoficción). El premio Nobel de Literatura es con frecuencia motivo de polémica, ya sea por el género literario que se premia (como la autoficción, el reporterismo, en el caso de Svetlana Aleksiévich, y hasta la canción, en el caso de Bob Dylan), como por el origen del premiado, algunas veces lejano (desde el punto de vista eurocéntrico). Autores como el chino Mo Yan o el tanzano Abdulrazak Gurnah resultaban desconocidos para la mayoría de lectores occidentales.
En cuanto al género (no el literario, sino el identitario), si bien durante el siglo XX el premio estuvo totalmente descompensado a favor de los hombres, como era el signo de los tiempos, en los últimos años se ha equilibrado: el palmarés parece fluir acorde a cada época. Con este galardonado van 103 hombres y 17 mujeres. En el último decenio lo han ganado cinco mujeres y cinco hombres, completa paridad. Desde 2017, cuando ganó Kazuo Ishiguro, ha habido alternancia de género a cada año. Jon Fosse era uno de los nombres que más sonaban en las quinielas; otros de los nombres más probables eran la china Can Xue, el australiano Gerald Murnane, la canadiense Anne Carson o la rusa Liudmila Ulítskaya. A pesar de todo, Fosse no está muy interesado en la literatura contemporánea, según explicaba en 2019 a este periódico. Prefería leer teología. “Me encantaría ser un cura, creo”.
Fuente: EL PAÍS