Ankara/Estambul (EFE).- En los 20 años que Recep Tayyip Erdogan y su partido islamista AKP llevan gobernando, Turquía se ha convertido en un importante actor en la política internacional, al tiempo que se han deteriorado las libertades y derechos, y la situación económica ha ido empeorando tras un “boom” inicial.
Así ha cambiado Turquía en estas dos décadas, que la mayoría de los sondeos creen podrían terminar este domingo con la victoria de un bloque opositor muy heterogéneo con Kemal Kiliçdaroglu al frente, quien promete sanear la economía, restaurar derechos y acercar al país a los valores occidentales.
Economía
Tras una década inicial de bonanza económica, impulsada por la coyuntura mundial, el consumo interno y el gasto en obra pública han estado marcados los últimos años por la depreciación de la lira y la elevada inflación.
Si en 2002, cuando el AKP ganó sus primeras elecciones, el cambio con el dólar era de 1 a 1,67, ahora está a cerca de 1 por 20 liras.
El desempleo se ha duplicado hasta el 22,5 % y la inflación, pese a haberse suavizado en los últimos meses, roza el 40 %, quince puntos más que cuando Erdogan llegó al poder.
Libertades y democracía
Turquía ha bajado puestos en numerosos ránkings internacionales, como el de Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras, que lo sitúa ahora en el puesto 165 de 180 países, 16 menos que el año anterior y 26 que en 2013.
En el índice de corrupción de Transparencia Internacional ha perdido 13 puntos y por debajo de países como Kazajistán o Bielorrusia.
Sistema político
Erdogan ganó en 2017 un referéndum, con el 51,4 %, que instauró un sistema presidencialista por el que se funden los cargos de jefe del Estado y de Gobierno y le dio enormes poderes sobre el poder judicial y numerosas instituciones.
Sumado a la mayoría absoluta parlamentaria, que el AKP mantiene sólo gracias a su pacto con un partido nacionalista, Erdogan es el presidente que más poder ha tenido desde el fundador de la Turquía moderna en 1923, Mustafa Kemal “Atatürk”.
Religión
El Estado laico, donde hasta 2013 se prohibía a las funcionarias usar el velo islamista, ha evolucionado hacia un país donde la religión tiene cada vez más peso en la vida cotidiana, por ejemplo en el control del consumo de alcohol, que se ha encarecido mucho.
Si en 2013 la Fiscalía aún acusaba al AKP de atacar al laicismo consagrado en la Constitución, Erdogan usa ahora como argumento electoral que los dirigentes opositores son infieles que no rezan.
Polarización
Turquía es un país tradicionalmente dividido en “fallas tectónicas” sociales que van desde lo urbano y lo rural, el laicismo y el islamismo, a los diferentes grupos étnicos y religiosos.
Sin embargo, esas líneas divisorias se han ido fundiendo en la dicotomía “a favor o contra Erdogan”, asegura a EFE el politólogo Güven Gürkan Öztan.
Esa polarización ha ido creciendo desde las multitudinarias protestas de 2013, que fueron una reacción al creciente autoritarismo y la restricción de libertades.
Internacional
Con Erdogan, Turquía ha aumentado su intervención en conflictos regionales, presentándose como un actor esencial pero también generando numerosas disputas con sus vecinos.
Turquía ha intervenido en Siria, apoyando a grupos islamistas opositores al régimen de Bachar Al Asad; también en la guerra civil en Libia, donde ha apoyado al Ejecutivo reconocido por la ONU frente a tropas rebeldes respaldadas por Rusia o Egipto, y ha apoyado a Catar ante el bloqueo impuesto por Arabia Saudí.
A lo largo de estos años, ha tenido conflictos diplomáticos con la Unión Europea, con Rusia, con Egipto, con Israel y con Irak.
Kurdos
La posición de Erdogan respecto a los kurdos se ha ido endureciendo a lo largo de los años.
Entre 2009 y 2014 se abrió un “proceso de paz” para terminar con un conflicto armado que en los últimos 40 años se ha cobrado decenas de miles de muertos, desde que la guerrilla del PKK inició la lucha armada para lograr la independencia de los aproximadamente 20 millones de kurdos de Turquía.
Aunque esa reclamación se limita ahora a lograr más derechos políticos y culturales, Erdogan apuesta por una solución militar, aumentando los ataques a las bases de la guerrilla en Irak.
Además, ha aumentado la presión contra el partido izquierdista HDP, que defiende los derechos de esa minoría, encarcelando a sus líderes y poniéndolo al borde de la ilegalización.