Veinte años después de su aparición, uno de los productos más exitosos de la industria médico-estética corre el riesgo de quedar obsoleto. El mercado cuenta ya con dos nuevas toxinas botulínicas con unos efectos más duraderos contra los signos del envejecimiento.
Cada vez son más las personas que deciden someterse a procedimientos no invasivos para contrarrestar el efecto del paso de los años en su rostro. De los 626.778 tratamientos faciales de medicina estética realizados en España en 2021 —última fecha de la que hay datos oficiales—, el 42% correspondieron a la toxina botulínica, consolidándose como el tratamiento facial más realizado, según informa la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME). Este neuromodulador no es solo la mejor herramienta para alisar las arrugas de frente y mirada, sino que su uso también se utiliza para recuperar la luminosidad, la elasticidad y la tensión facial, así como para tratar el acné, la rosácea o las cicatrices.
Hace 20 años, la aprobación del uso de la toxina botulínica en España supuso una revolución en medicina estética para relajar y evitar las arrugas de expresión, proclamando el bótox como rey absoluto del procedimiento. De hecho, este neuromodulador ha conseguido lo mismo que lograron antes marcas como Kleenex, Rimmel o Coca-Cola, adueñándose de la denominación del producto que venden. Todo el mundo se refiere a esta sustancia como Botox (bótox, en español), que es el nombre de la firma que la hizo famosa. “En 2004 fue tan impactante y efectivo su uso que no se han desarrollado nuevas referencias hasta mucho después”, explica la cirujana y médico estético Virtudes Ruiz. Durante muchos años, el mercado ha estado copado por tres marcas, de los laboratorios Merz Pharma, Allergan y Galderma. “Las tres opciones actúan de forma similar y tienen una duración bastante parecida. Dicha duración no solo depende del medicamento, sino que hay factores personales como la fuerza muscular, los movimientos repetitivos o la cantidad de receptores del paciente, que también influyen”, afirma la doctora Carmen Górriz, subdirectora de la unidad de medicina estética del Instituto Médico Ricart. Ahora, en cambio, entramos en una nueva era en la que tres jóvenes toxinas botulínicas han irrumpido en el sector debido, sobre todo, a que “existe una menor duración de los efectos. Se han desarrollo de anticuerpos y resistencias a las opciones que hay en el mercado. Por ello, la industria farmacéutica se ha visto obligada a ofrecer alternativas seguras con mayor duración y efectividad y que cuenten con más indicaciones aprobadas”, aclara la doctora Ruiz.
Letybo (Letybotulintoxin A) se presentó en España el pasado mes de octubre durante el II Congreso Iberoamericano y V de la Sociedad Portuguesa de Medicina Estética y ya se comercializa. De procedencia coreana, está fabricado por el laboratorio Croma-Pharma y ya ha sido aprobado en 26 países. Las ventajas más notables que presenta son dos: “Está indicado para uso en pacientes de hasta 75 años —el resto lo están únicamente hasta los 65— y procede de una nueva cepa de Clostridium botulinum, diferente de las que provienen todos los demás neuromoduladores que usamos en la actualidad. Esto hace que no existan resistencias ni anticuerpos y garantiza un efecto entre cuatro y seis meses”, explica María Vicente, cirujana y médico estético de Virtud Estética. El inconveniente es que “por el momento solo tiene aprobación para tratamiento de líneas glabelares (zona de entrecejo), pero se espera que pronto haya estudios que demuestren su eficacia también para la región orbicular (patas de gallo) y frente”, anexiona Górriz.
Líquida y lista para usar sin necesidad de reconstituirla —el resto de las toxinas que existen en el mercado están liofilizadas y necesitan ser reconstituidas con suero salino (u otros reconstituyentes) para su uso—, Alluzience es la nueva opción que propone Galderma. “Su formulación específica, sin albúmina humana ni conservantes ni lactosa o proteínas derivadas de animales, la convierte en apta para personas alérgicas o intolerantes al huevo o la lactosa y también para veganos”, comenta la experta del Instituto Médico Ricart. Además, “sus efectos se notan más rápido, entre 24 y 48 horas tras su suministro, con resultados más predecibles que duran hasta seis meses, mientras que las previas tienen una duración de entre tres y cuatro”, continúa. El inconveniente que presenta es que la dilución fija que posee obliga a los médicos a trabajar con volúmenes mayores y, además, produce mayor dolor al inyectarla.
Se espera que en nuestro país aterrice en breve Daxxify (Daxinotulintocin A), que ya se comercializa en EE UU, y su tecnología Revance Therapeutics cuenta con la aprobación por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de EE UU. Este producto “tiene un peso molecular menor (150 kDa) y va unido a un péptido estabilizador sintético —que hace posible no tener que usar la proteína albúmina humana ni ningún otro producto animal— que produce que la molécula se una fácilmente al lugar donde actúa. Este péptido estabilizador es el que otorga una duración mayor: de seis a siete meses, según datos de la empresa que comercializa el medicamento, que afirma haber estudiado a 2.700 personas con 4.200 tratamientos. Aunque todavía no hay un estudio extenso en pacientes españoles”, relata Electa Navarrete, cirujana, médico estético y directora de Clínicas Electa. Otro valor añadido es que no necesitará frío para su conservación y los resultados serán más naturales por su menor capacidad de difusión. Aunque la doctora añade que “produce bastante dolor en el momento de la infiltración”.
Suministrar un neuromodulador u otro será decisión del médico, que, conociendo tanto las características de los diferentes productos como las del paciente, determinará qué opción es la mejor en cada caso particular.
Fuente: EL PAIS