Puede ser un obstáculo para disfrutar de un encuentro íntimo por miedo a “no rendir bien”. Una situación que es más común en los hombres, pero va en aumento entre las mujeres
Sentir ansiedad en forma ocasional es algo normal a lo largo de la vida. Es un estado afectivo que puede tener su lado saludable cuando, por ejemplo, nos permite evaluar situaciones que podrían ser riesgosas o bien cuando aporta energía a los diferentes proyectos, entre otros momentos.
Sin embargo, quienes experimentan ansiedad con frecuencia tienen preocupaciones y miedos intensos, excesivos y persistentes sobre situaciones cotidianas.
En el plano de la sexualidad, “la ansiedad se convierte en síntoma cuando sentimos aprensión o nos anticipamos mal a un peligro sin causa o nos hace creer que estamos erotizados cuando en realidad estamos apurados por cumplir”, explicó a Infobae Walter Ghedin, (MN 74.794), médico psiquiatra y sexólogo.
El especialista detalló que la ansiedad puede ser breve o episódica o crónica, acompañando a la persona de manera persistente, en ambos casos “es frecuente que el deseo sexual baje y comprometa otras funciones sexuales como la erección, la lubricación o el orgasmo. Incluso, puede provocar dolor durante el coito”.
Existen diversos aspectos en los que la ansiedad hace mella en la sexualidad: están aquellas personas que se anticipan en demasía a lo que va a suceder durante la relación sexual (generalmente piensan que van a fallar) y toman recaudos o directamente prefieren evitarla.
Por otro lado, están los que gobernados por impulsos o compulsiones que buscan contactos rápidos para descargar la tensión. “Tanto en uno como en otro caso la ansiedad gana interponiéndose entre los cuerpos y bloqueando el placer”, advirtió Ghedin.
Si bien las personas ansiosas no están negadas al disfrute, viven la relación sexual como un examen que tienen que atravesar para sacarse buena nota, esto es, complacer a su pareja, sea estable u ocasional.
“Tienen dificultades para centrarse en lo que sienten y no se focalizan en el cuerpo, sino en las ideas que se le imponen. Les cuesta concentrarse en los diferentes niveles de excitación, en las zonas erógenas y en las fantasías sexuales. Son exigentes consigo mismos; creen que el acto sexual se basa en el coito y subestiman la importancia del juego y otras prácticas que no sean la penetración”, detalló el sexólogo. Por eso, terminan siendo inseguros y les cuesta innovar.
Ansiedad y fobias sexuales
En cuanto a las diferencias entre las quienes sufren de ansiedad y aquellos que experimentan miedos extremos, Ghedín puntualizó: “Las personas ansiosas enfrentan la relación con mucho temor e ideas anticipatorias. En cambio, los fóbicos sexuales se anticipan mal, aparecen sentimientos de inferioridad y temen además pasar vergüenza o ser avergonzados por el otro”.
Este sistema de alarma activa en sexología se denomina “rol de autoespectador”. Es decir, una mirada externa que juzga y evalúa (casi siempre en forma negativa) el comportamiento sexual: “Vas a fallar”, “no te podés relajar”, “no vas a llegar al orgasmo”, etc. Tanta invasión de miedos y creencias hacen que los fóbicos sexuales ni siquiera se animen a tener fantasías y rechazan los contactos eróticos.
Otra de las conductas habituales en las personas ansiosas es no disfrutar la previa, por eso “acortan el juego erótico para sacarse el tema de encima lo cual conlleva más tensión y la imposibilidad de que el cuerpo y las sensaciones eróticas vayan en aumento”, dijo Ghedin a Infobae.
Además, suele ocurrir que si en algún momento sus parejas les proponen nuevas prácticas entran en el dilema de hacerlo o no hacerlo, no se animan a probar variantes. Por un lado, les encantaría modificar las acciones eróticas, pero por el otro se sienten extraños y dudan de cómo hacerlo.
“En el caso de personas con rasgos obsesivos el perfeccionismo y la programación de las acciones – como por ejemplo planear el día, la hora, la manera de hacerlo – son imposiciones que los dominan. Además, no toleran las decepciones y se muestran irritables, desanimados o se llenan de preocupaciones o de culpas por no haber actuado como lo había planeado (confunden sus planes y estrategias sexuales con deseo sexual)”, ejemplificó Ghedin.
Es especialista destacó que la ansiedad sexual es más frecuente en los hombres, sobre todo, por la influencia social y cultural de tener que cumplir, demostrar la potencia, complacer a su partenaire sexual. Sin embargo, las consultas por anorgasmia femenina y vaginismo por ansiedad están aumentando.
¿Cómo controlar la ansiedad sexual?
El manejo de la ansiedad excede lo puramente sexual ya que invade otras áreas de la vida de la persona. Por lo tanto, los cambios en los hábitos de vida son fundamentales.
Manejar el estrés laboral y familiar con ejercicios aeróbicos, yoga, respiración, meditación, técnicas de regulación emocional, psicoterapia, son algunas de las propuestas actuales que se muestran muy efectivas.
“El placer y la satisfacción se pueden lograr de diferentes maneras: concentrarse en las sensaciones corporales que provienen del cuerpo y sentir al otro cuando lo abrazo, beso, toco, por ejemplo. El encuentro sexual se alimenta de la interacción; no es unilateral”, concluyó Ghedin.
Fuente: INFOBAE