Una jugada del brasileño en la segunda mitad dio la victoria a los de Ancelotti en un encuentro muy áspero frente a un rival con mucha más intensidad
Durante 68 minutos creyó el Cacereño que, como cantaba su grada, sí se podía. Tenía a favor que los minutos pasaban y el Real Madrid ni se había acercado, que el campo, en cada pisada, era un poco peor y el balón botaba mucho, irregular y era difícil de controlar y que su esperanza era más fuerte que esa leve desgana del rival, esa incomodidad de jugar un partido sin glamour y lleno de riesgos, un encuentro donde las críticas llegan con más facilidad que los elogios. Se le hizo bola al Madrid el partido hasta que Rodrygo recibió en la esquina del área, hizo dos regates y marcó cuando se acercaba el tramo final del choque. Fue lo mejor del Madrid, lo único potable de un día en el que el objetivo es salvarlo sin dolor. No hay nada de gloria para los equipos grandes, sólo supervivencia y el Madrid, con muchos cambios sobrevivió y ya está en la siguiente ronda de la Copa.
Ganó y Ancelotti no desgastó a sus jugadores principales. Como había avisado el entrenador italiano presentó un equipo lleno de jugadores secundarios. Odriozola fue titular, por ejemplo, pero en la banda izquierda: sus primeros minutos de la temporada que no acabaron bien porque tuvo que ser sustituido por Vallejo, otro futbolista sin presencia esta temporada. No es fácil jugar al máximo nivel cuando llevas meses sin competir y menos cuando el rival juega con el corazón en la garganta. No se van a ver en otra los futbolistas del Cacereño y jugaron como si el tren sólo pasase una vez. No fue el típico equipo que aprieta veinte minutos y después, desfondado se deja golear. El Cacereño dio la cara hasta el final y tuvo casi setenta minutos de los que puede presumir hasta cuando quiera porque fue mejor que el Madrid, le quitó la pelota y aunque no llegó a tener oportunidades muy claras, sí que estuvo más cerca del área que el rival. Su intensidad superó por varias cabezas a las del Madrid y eso, sumado a lo difícil que era controlar la pelota, provocó que se jugase el encuentro que querían los locales: muy apretado, físico y sin posesiones largas porque era imposible. Jugó también con dureza. El Cacereño quería agotar sus posibilidades hasta el final.
Contra eso, el Madrid mostró firmeza atrás con Militao en el primer tiempo, Rüdiger en el segundo y Nacho todo el encuentro y muy pocas cosas más arriba. Lo mejor es que se adaptó al partido que tocaba sin sufrir atrás, con Lunin pasando inadvertido. Era día de guerra y se puso el traje de batalla.
Ancelotti apostó por Asensio, Rodrygo y Hazard en el ataque. El primero fue el que más lo intentó en la primera parte (que tampoco es decir mucho) y el segundo fue el que decidió en una intervención técnicamente superior a lo que había hecho cualquier jugador durante los minutos anterior y muy por encima del estado del campo. Quizá por eso, porque Rodrygo puede hacer esas cosas Ancelotti le mantuvo en el campo por delante de Hazard. El gol llegó cuando el belga ya estaba en el banquilo, quizá dando vueltas a que lo suyo ya no tiene vuelta atrás, con convicción y sin ninguna esperanza. Es verdad, no era el campo, ni el día, pero es que ya no hay campo ni día propicio para Eden.
Ancelotti quitó a Hazard para dar entrada a Álvaro Rodríguez, un delantero de la cantera, fuerte, pero que apenas pudo mostrar nada en los minutos que tuvo y después, el entrenador del Real Madrid, dio a paso a Sergio Arribas. No es muy de confiar en la cantera porque parte de su manera de llevar un vestuario consiste en no saltarse las jerarquías.