Todas las culturas han buscado la forma de alcanzar inmortalidad , y algunas dicen haberlo logrado. El taoísmo es una de ellas y su receta para vivir eternamente es, cuando menos, pintoresca.
¿Qué pasaría si viviésemos 500 años?
Por otro lado, ¿estaríamos de acuerdo en amar y honrar a nuestra pareja no 50 sino 400 años? ¿Qué ocurriría con la superpoblación? ¿Seríamos más benevolentes, más pacientes, más comprensivos al disponer de cientos de años para aprender? ¿O seríamos como los struldbruggs del Gulliver de Jonathan Swift, mezquinos, vanidosos y egoístas? Posiblemente sí seríamos más cuidadosos con el entorno y con los recursos naturales: no es lo mismo robar a nuestros hijos que a nosotros mismos… Probablemente también nos embarcaríamos en proyectos que ahora están fuera de nuestro alcance: sabemos mucho sobre la genética de la mosca de la fruta, pero poco de la de las ballenas azules o de los elefantes por el simple hecho de su diferente vida media. Pero… ¿no progresaríamos más despacio? Lo reducido de la vida humana proporciona cierta sentimiento de urgencia. ¿Desparecerían los héroes? Cuando un joven pone en juego su vida por ayudar a alguien, o por defender su país, arriesga 50 años de vida. ¿Pensaría lo mismo si arriesgase 450? Las enfermedades y los accidentes son siempre terribles, pero quizá entonces lo fueran más, pues nos despojarían no de decenas, sino de cientos de años de vida.
A lo mejor la eterna juventud no es tan deseable y, como dijo Schopenhauer, anhelar la inmortalidad es querer perpetuar un tremendo error. Y ahora que está tan de moda lo oriental, te recomiendo que mires hacia el taoísmo y sus prácticas encaminadas a prolongar la vida, a que te conviertas en un inmortal, un yen.
Eterna juventud taoísta
Si realmente alguien pudiera ser yen, sería el colmo del reciclaje. Por una lado estaba la dieta. Austera es decir poco. Debe evitarse la producción de cualquier excremento y eso se consigue viviendo del aire y de la propia saliva. Durante el tránsito a ese paraíso dietético, al postulante de yen se le está permitido comer bayas y raíces y para nada carne o grano. La respiración también es fundamental y el yen debe ser capaz de reciclar su propio aire. Todo aspirante a inmortal está obligado a entrenarse reteniendo el aire durante tiempos cada vez más largos. El hormigueo y la suave euforia que produce la anoxia, el agotamiento del oxígeno, los taoístas lo interpretan como que se ha conseguido desviar su aliento a otros rincones del cuerpo.
Pero lo más extraordinario es lo relacionado con el sexo. No sólo no está prohibido, sino que se fomenta. Pero no como todos lo conocemos. La eyaculación es símbolo de pérdida del famoso yin y eso es inadmisible, pues la inmortalidad pasa por conservar el yin. De ahí que el emperador chino necesitase de los astrónomos para mantener relaciones sexuales con sus mujeres (alguno llegó a tener 121 mujeres que incluían una emperatriz, tres consortes, nueve esposas, 27 concubinas y 81 concubinas sirvientes). Según el libro de la dinastía Chou se turnaban de este modo en sus deberes: “Las mujeres de menor rango vienen primero y las de mayor jerarquía las últimas. Las concubinas criadas comparten el lecho imperial nueve noches en grupos de nueve. Las nueve esposas y tres consortes tienen asignadas una noche para cada grupo y la emperatriz tiene también una noche para ella sola. En el decimoquinto día del mes se completa la secuencia y se repite en orden inverso”. En definitiva, las mujeres de mayor rango compartían el lecho los días más cercanos a la luna llena, cuando, el yin o principio femenino era más potente y preparado para recibir el yang del emperador, el Hijo del Cielo. La función de las jerarquías inferiores era de ‘nutrir’ con su yin el yang del emperador.
La perfecta relación sexual para ser inmortal
Luego el aspirante a inmortal –siempre un hombre– debe obtener el yin de la mujer para aumentar sus reservas. ¿Cómo? Mediante el proceso inverso al que estamos acostumbrados. La perfecta relación sexual para alcanzar la inmortalidad empieza con un pene fláccido y encogido dentro de la vagina de la mujer y se retira erguido. Y no sólo eso. La mujer debe llegar al orgasmo para que la transferencia de yin al hombre sea máxima. Como la mujer sólo puede proporcionar una cantidad de yin limitada, se aconseja al aspirante mantener todas las relaciones sexuales que pueda. De hecho afirman: “Aquel que pueda copular varias decenas de veces en el espacio de un día y una noche sin permitir que su esencia se escape, quedará curado de todas las enfermedades y aumentará su longevidad.” Es duro el precio a pagar por ser inmortal.