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Un fósil refuta una vieja suposición del origen de las aves modernas

Los fragmentos fosilizados de un esqueleto, ocultos en una roca del tamaño de un pomelo, han contribuido a poner en entredicho una de las suposiciones más antiguas sobre el origen de las aves modernas.

Investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y del Natuurhistorisch Museum Maastricht (Países Bajos) han descubierto que uno de los principales rasgos del cráneo que caracteriza al 99% de las aves modernas -un pico móvil- evolucionó antes del evento de extinción masiva que acabó con todos los grandes dinosaurios, hace 66 millones de años.

Este hallazgo, publicado en la revista ‘Nature’ también sugiere que los cráneos de avestruces, emús y sus parientes evolucionaron “hacia atrás”, volviendo a una condición más primitiva después de que surgieran las aves modernas.

Utilizando técnicas de escáner, el equipo de Cambridge identificó huesos del paladar, o el techo de la boca, de una nueva especie de ave antigua de gran tamaño, a la que llamaron ‘Janavis finalidens’. Vivió al final de la Era de los Dinosaurios y fue una de las últimas aves con dientes que vivió. La disposición de los huesos del paladar muestra que este “dino-pájaro” tenía un pico móvil y hábil, casi indistinguible del de la mayoría de las aves modernas.

Durante más de un siglo se ha supuesto que el mecanismo que permite un pico móvil evolucionó tras la extinción de los dinosaurios. Sin embargo, el nuevo descubrimiento sugiere que es necesario reevaluar nuestra comprensión de cómo se produjo el cráneo de las aves modernas.

Cada una de las aproximadamente 11.000 especies de aves que existen en la actualidad se clasifica en uno de los dos grupos principales, según la disposición de los huesos del paladar. Los avestruces, los emús y sus parientes se clasifican en el grupo de los paleognatos o “mandíbulas antiguas”, lo que significa que, como los humanos, sus huesos del paladar están fusionados en una masa sólida.

Todos los demás grupos de aves se clasifican en el grupo de las neognatas o “mandíbulas modernas”, lo que significa que los huesos del paladar están unidos por una articulación móvil. Esto hace que sus picos sean mucho más ágiles, útiles para la construcción de nidos, el aseo, la recolección de alimentos y la defensa.

Los dos grupos fueron clasificados originalmente por Thomas Huxley, el biólogo británico conocido como el ‘Bulldog de Darwin’ por su apoyo a la teoría de la evolución de Charles Darwin. En 1867, dividió todas las aves vivas en grupos de mandíbulas “antiguas” o “modernas”. Huxley suponía que la configuración de la mandíbula “antigua” era la condición original de las aves modernas, y que la mandíbula “moderna” surgió posteriormente.

“Esta suposición se ha dado por sentada desde entonces –afirma en un comunicado el doctor Daniel Field, del Departamento de Ciencias de la Tierra de Cambridge, autor principal del artículo–. La principal razón por la que esta suposición ha perdurado es que no hemos tenido ningún paladar de ave fósil bien conservado del periodo en que se originaron las aves modernas”.

El fósil, Janavis, se encontró en una cantera de piedra caliza cerca de la frontera belga-holandesa en la década de 1990 y se estudió por primera vez en 2002. Data de hace 66,7 millones de años, durante los últimos días de los dinosaurios. Como el fósil está encerrado en la roca, los científicos de entonces sólo podían basar sus descripciones en lo que podían ver desde el exterior. Describieron los trozos de hueso que sobresalían de la roca como fragmentos de cráneo y huesos del hombro, y volvieron a guardar el fósil de aspecto poco llamativo.

Casi 20 años más tarde, el fósil fue prestado al grupo de Field en Cambridge, y el doctor Juan Benito, entonces estudiante de doctorado, comenzó a examinarlo de nuevo.

“Desde que se describió este fósil por primera vez, hemos empezado a utilizar la tomografía computarizada en los fósiles, lo que nos permite ver a través de la roca y ver todo el fósil –explica Benito, ahora investigador postdoctoral en Cambridge, y el autor principal del artículo–. Teníamos muchas esperanzas puestas en este fósil: en un principio se decía que tenía material craneal, que no suele conservarse, pero no pudimos ver nada que pareciera provenir de un cráneo en nuestras tomografías, así que nos dimos por vencidos y dejamos el fósil a un lado”.

Durante los primeros días del confinamiento de Covid-19, Benito volvió a sacar el fósil. “Las descripciones anteriores del fósil no tenían sentido: había un hueso que me tenía muy desconcertado. No podía ver cómo lo que se describió primero como un hueso del hombro podía ser realmente un hueso del hombro”, recuerda.

“Fue mi primera interacción en persona en meses: Juan y yo tuvimos un encuentro social al aire libre, y me pasó el misterioso hueso fósil –añade Field, que también es conservador de ornitología en el Museo de Zoología de Cambridge–. Pude ver que no era un hueso del hombro, pero había algo familiar en él”.

“Entonces nos dimos cuenta de que habíamos visto un hueso similar antes, en un cráneo de pavo –continúa Benito–. Y debido a la investigación que hacemos en Cambridge, resulta que tenemos cosas como cráneos de pavo en nuestro laboratorio, así que sacamos uno y los dos huesos eran casi idénticos”.

La constatación de que se trataba de un hueso del cráneo, y no del hombro, llevó a los investigadores a concluir que la condición de “mandíbula moderna” sin fusionar, que comparten los pavos, evolucionó antes que la condición de “mandíbula antigua” de los avestruces y sus parientes. Por una razón desconocida, el paladar fusionado de los avestruces y sus parientes debió de evolucionar en algún momento después de que las aves modernas estuvieran ya establecidas.

Dos de las características clave que utilizamos para diferenciar las aves modernas de sus antepasados dinosaurios son un pico sin dientes y una mandíbula superior móvil. Aunque el ‘Janavis finalidens’ aún tenía dientes, lo que la convierte en un ave premoderna, la estructura de su mandíbula es la del tipo moderno y móvil.

“Mediante análisis geométricos, pudimos demostrar que la forma del hueso del paladar fósil era extremadamente similar a la de los pollos y patos vivos”, añade Pei-Chen Kuo, coautor del estudio. La coautora Klara Widrig comenta que, sorprendentemente, los huesos del paladar de las aves que menos se parecen a los de Janavis son los de las avestruces y sus parientes”. Tanto Kuo como Widrig son estudiantes de doctorado en el laboratorio de Field en Cambridge.

Fuente: Europa Press

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