Normalmente hablamos de cinco grandes extinciones, pero ¿y si hubo una anterior a todas ellas?
Este planeta ha sido un campo de pruebas para la vida. Sin dirección alguna, la biología ha experimentado a lo largo de las generaciones, explorando estrategias de supervivencia tan dispares como podamos imaginar. Formas, colores y actitudes tan variadas como nos plazca, desde el fondo de los mares hasta las montañas más altas del planeta. Aunque, hay que reconocer que, a medida que ha avanzado la historia de la vida en la Tierra, las opciones se han restringido un poco más, condicionadas por todo lo ya vivido. Por eso, si abandonamos las cercanías del presente y nos sumergimos en el tiempo profundo, encontraremos lugares de ensueño, como el periodo Ediacárico, hace 539 millones de años.Al observar las reconstrucciones de la fauna de este periodo es posible que nos sintamos transportados a un mundo onírico. Seres similares a medusas, tortas ovaladas que serpentean sobre el fondo marino, una especie de hojas que se abanean solitarias buscando la vertical, etc. De hecho, hace algunas décadas parecían tan poco familiares que se consideraban como una prueba fallida de la evolución, un primer intento de “crear” vida animal animales que se había terminado extinguiendo para dejar paso a un segundo intento del que descendemos. Ahora sabemos que probablemente no sucedió así, sino que algunos representantes de esta biota eran nuestros ancestros directos. Pues bien, un nuevo giro se asoma, porque los últimos estudios plantean que, tal vez, desaparecieron en la primera gran extinción de la historia.
Los organismos mueren y las especies se extinguen, a veces porque no están bien adaptadas al medio, que puede cambiar más rápido de lo que ellas evolucionan. Otras veces se debe a puro azar, a catástrofes inesperadas que barren con toda una especie en un parpadeo geológico. Una “gran extinción”, en cambio, es llevar todo esto un paso más allá. Significa que, durante un periodo de tiempo relativamente corto, desaparecieron una gran cantidad de especies diferentes.La gran extinción más conocida, por ejemplo, es la de los dinosaurios no avianos, que desaparecieron hace 66 millones de años. Un meteorito de 60 kilómetros de diámetro impactó con la Tierra y extinguió a un 76% de las especies existentes. Pero, aunque haya sido la más famosa no es, ni de lejos, la más grave.
Blandos y discretos
El problema, en este caso, es que sabemos que la biota de Ediacara pasó por un mal momento. La principal pista que nos da el registro fósil es que, de repente, buena parte de sus fósiles desaparecen a medida que buscamos en capas más modernas. Y no porque aparezcan otros para sustituirles, sino porque, en general, disminuye notablemente el número de individuos fosilizados. No obstante, hay un factor que complica mucho el estudio de estos organismos arcaicos, y es que su cuerpo, casi completamente blando, fosiliza mucho peor que la osamenta de los vertebrados. Por ese motivo, no sabemos hasta qué punto tenemos una muestra representativa de lo que ocurrió con ellos.
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