Tuvo que empatar el Inter para que los rojiblancos buscaran la victoria. Giménez la remató de cabeza en el 93 (2-1)
Marcaba tres minutos sobre el 90 el reloj cuando Giménez remató de cabeza un córner que valía un partido. Era el segundo gol del Atlético, que tuvo que atender el sonido del despertador para decidirse a ganar un encuentro que había sido del Inter en el juego durante muchos minutos.
Se había adelantado el Atlético con un gol de Julián Álvarez, que llegó con el suspense ya acostumbrado del VAR por una mano previa de Baena. Pero fue gol y con eso al Atlético le parecía suficiente. Pero el Inter tenía hambre. Lo había ganado todo hasta el momento y no quería que fuera diferente en el Metropolitano.
Empezaron fuertes los italianos, con dominio de la pelota y del campo, y Dimarco avisó temprano a Musso de que no iba a ser una noche fácil. Pero se quedó sin ángulo y su disparo se fue demasiado cruzado. Como si fuera un anuncio de todo lo que pasaría después.
Simeone había previsto un partido complicado, en el que la pelota fuera para el Inter y al Atlético le tocara correr. No estaba Oblak en la portería ni Llorente en el lateral derecho, pero sí se recuperó Giuliano para ocupar ese costado por delante. Y lo acompañó de Gallagher al otro lado. Un centrocampista de pelea y de llegada, ideal para la recuperación y la sorpresa que suponía el Cholo.
Pero al Atlético le faltaba la fluidez que prometía la presencia de Johnny Cardoso en el centro del campo al lado de Barrios. Al capitán, Koke, le dio descanso después de cumplir 700 partidos con la camiseta rojiblanca, convencido de que le haría falta después.
Tuvo su momento Koke en la segunda mitad, cuando el Inter impuso la lógica del juego y consiguió empatar. Si en la primera parte ya se había hecho dueño del juego, en la segunda parte el dominio de los italianos comenzó siendo escandaloso.
El Atlético vivía acorralado en su campo hasta que Zielinski resolvió una combinación con Bonny dentro del área con un toque de primeras a la red. Ya había avisado antes Dimarco, como en la primera mitad, con un remate que, esta vez, sí detuvo Musso.
Con Barella y Çalhanoglu al mando, el Inter acosaba al Atlético, al que sólo le quedaba la esperanza del contraataque. Hasta que marcó Zielinski y Simeone entendió que hacía falta algo más, que el equipo necesitaba piernas nuevas. Ahí es donde entraron Koke, Nico González y Pubill. Y más tarde Griezmann y Sorloth. Y de repente el campo, que estaba volcado hacia la portería de Musso, se equilibró.
Giuliano remató de volea por encima del larguero y Sommer le sacó una a Griezmann en el área pequeña. Otra vez había vida en el lado rojiblanco.
De un golpe el Atlético había recuperado la autoestima. Pero necesitaba algo más. Y eso llegó de la mano de uno de los líderes del vestuario, José María Giménez. El uruguayo comenzó el partido con el brazalete de capitán. Se lo entregó a Koke después, cuando entró en el campo, pero el liderazgo no depende de una cinta en el brazo. El central rojiblanco subió a rematar un córner cuando el partido se acababa como si a su espalda llegara el estadio entero para empujarlo. Saltó, remató y marcó un gol que suponía la felicidad para el Atlético. «Uruguayo, uruguayo», cantaba la grada del Metropolitano.

