Javier Milei es un político inesperado. Saltó al poder sin escalas desde un plató de televisión y en un año se convirtió en un fenómeno de dimensiones continentales. Hoy se considera “un topo” que llegó a la Casa Rosada para destruir desde dentro el Estado y así lo está haciendo. Desde el 10 de diciembre del año pasado, cuando juró como presidente, cerró 13 ministerios, despidió a 30.000 empleados públicos y redujo hasta un 74% el dinero destinado a pensiones, educación, salud, ciencia, cultura y desarrollo social. Los mercados celebraron de inmediato el superávit fiscal y el derrumbe de la inflación, resultado del “mayor ajuste de la historia de la humanidad”. La contracara han sido cinco millones de nuevos pobres y una recesión económica que, sin embargo, apenas ha afectado a la popularidad presidencial.
Milei promete que es solo cuestión de tiempo para que “las fuerzas del cielo” que lo guían en su lucha contra “la casta” y el “socialismo” conviertan a Argentina en “una potencia mundial”. La mitad de los argentinos le cree. Y mientras el mundo observa encandilado al “líder más popular del planeta”, como él mismo se define, en el país sudamericano avanza casi en silencio una agenda negacionista del cambio climático y la memoria histórica de la dictadura, la igualdad de género o la justicia social. Todo suma en la cruzada contra “los zurdos de mierda”, una “guerra cultural” que Milei condimenta con insultos que encienden a los seguidores y desconciertan a una oposición diezmada.
Argentina vive en un estado de anomalía política. Milei lleva un año en minoría en las dos cámaras del Congreso, ninguno de los 23 gobernadores de provincia es de su partido, La Libertad Avanza, y la falta de cuadros técnicos lo obligó incluso a mantener en puestos clave a funcionarios de la anterior gestión peronista. Pese a este déficit evidente, ha logrado sacar leyes que consideraba fundamentales para su proyecto de desguace del Estado y desregulación de la economía. Estos 12 meses han sido de construcción de poder, sin que aún esté claro si se trata de un control transitorio o el inicio de una nueva etapa de hegemonía política de la ultraderecha.
El poder de la opinión pública
“El poder de Milei se asienta en el apoyo de la opinión pública, las necesidades de los gobernadores y la alianza legislativa con la derecha moderada, representada por Pro, el partido del expresidente Mauricio Macri”, dice Eduardo Fidanza, director de la consultora Poliarquía. Para Pablo Touzón, de la consultora Escenarios, “Milei construyó su poder contra lo que él denomina casta, invirtiendo la lógica de la gobernabilidad tradicional”. “No buscó acuerdos ni coaliciones más que tácticamente, ni negoció su ajuste con la clase política. Su principal alianza es con la sociedad que lo sostiene, el día que eso se termine se terminará también su Gobierno. Esa es su debilidad y también su fortaleza”, explica. Elsa Llenderrozas, directora de la carrera de Ciencia Política de las Universidad de Buenos Aires, agrega: “La gente aún tiene esperanza y tiene un poco más de optimismo sobre el futuro. Ese apoyo dependerá de que el esfuerzo que está realizando ahora, sufriendo el ajuste, tenga algún resultado concreto el año próximo, en términos de bienestar”.
La popularidad de Milei es la base donde se sustenta la gobernabilidad actual. Lilia Lemoine, que acompaña a Milei desde sus primeros pinitos en la política, primero como su maquilladora y ahora como diputada de La Libertad Avanza, dice que el secreto de la popularidad presidencial reside en que “está haciendo todo lo que dijo que iba a hacer en su campaña”. “Por eso el apoyo de sus votantes continúa y sus detractores comienzan a aceptar que su propuesta funciona”, dice.
El senador Juan Carlos Pagotto se sumó a La Libertad Avanza desde el peronismo liberal. Amigo personal del expresidente Carlos Menem, dice que encontró en Milei al líder que Argentina necesitaba para terminar “con el populismo socialista que ha gobernado durante los últimos 20 años”. “Estábamos en una situación de descomposición social que se acercaba a límites inimaginables. El Estado se metía en todos los ámbitos de la vida y eso es una atrocidad. Los sectores humildes han entendido que no hay nada sin sacrificio y la fiesta se paga”, dice.
Desde la oposición no están de acuerdo. Eduardo de Pedro, exministro de Interior y hombre de confianza de la expresidenta Cristina Kirchner, considera que Milei “ha desmantelado derechos esenciales, debilitando la salud, la educación y la protección social, al tiempo que favorece a los sectores empresariales y financieros”. “La eliminación de la provisión de medicamentos oncológicos a pacientes terminales, la quita de la cobertura de remedios a los jubilados y jubiladas o el abandono de los comedores que asistían a millones de personas son demostraciones de la crueldad e insensibilidad de este Gobierno”, dice De Pedro.
Los críticos, “comunistas contra la libertad”
Para Milei, las críticas son obra de “comunistas” que están “en contra de la libertad”. Y asegura cada vez que puede que está al frente del “mejor Gobierno de la historia”. Convencido de que tiene una misión divina, propone impulsar una cruzada planetaria bajo el paraguas de una “internacional de derecha” que acabe de una vez por todas “con los zurdos”. En esta guerra todo vale, según Milei, incluso la violencia. En el cierre de la última Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) celebrada el miércoles pasado en Buenos Aires, el argentino advirtió que en su cabeza “no hay lugar para los buenos modales y los consensos”. “Retroceder nunca, siempre acelerar y caminar hacia el fuego. La mejor defensa es siempre un buen ataque. No tenemos que dar explicaciones. Si cedemos lo percibirán como una señal de debilidad. Cuando recibimos un golpe hay que subir la apuesta y responder con tres”, dijo.
La confrontación permanente es la marca de Milei, aunque luego haya dado muestras de pragmatismo negociador. Lo hizo con los gobernadores opositores cuando necesitó votos para la Ley Bases, una suerte de meganorma con cientos de artículos que el Gobierno consideró indispensables para la gestión. Y también cuando a finales de noviembre no dio quórum para aprobar la ley de Ficha Limpia, pensada para bloquear la carrera de Cristina Kirchner, a cambio de que el kirchnerismo vote el pliego como miembro de la Corte Suprema del juez Ariel Lijo, cuestionado por su falta de idoneidad para el cargo. Para Elsa Llenderrozas, Milei es un presidente “hiperminoritario en el plano político y al final del día ha tenido que negociar todo con la ‘casta”. Para Touzón, “Milei creó una forma de orden dentro del caos de un sistema roto, un caos del cual vive y se nutre. Incluso si su Gobierno no tiene éxito, en Argentina hay una era, la de la larguísima transición a la democracia desde 1983, con su plantel ideológico y político, que ya terminó”. En esta nueva era son los partidos tradicionales, como el peronismo, la UCR e incluso el Pro de Macri, los que llevan la peor parte. Fidanza dice que “la oposición está hoy dispersa y carece de aceptación social e ideas; dentro de ese panorama desfavorable, la única que ha sobresalido es Cristina Kirchner, una figura muy controvertida que despierta inquietud en el país y en el exterior de cara a 2025, cuando se celebrarán las elecciones de medio término”.
El primer desafío electoral
Las elecciones legislativas de octubre del año que viene serán cruciales para Milei, que necesita revertir el raquitismo que padece en el Congreso. “Como pocas administraciones anteriores, Milei necesita vencer para consolidar su posición política, continuar debilitando a la oposición y contar con más legisladores”, dice Fidanza. Touzón coincide en que, en cualquier caso, Milei “encara 2025 con bastante optimismo”, pero que será determinante que logre mantener el apoyo popular. “Viniendo de la nada, todo lo que sume será mucho. De alguna manera logró en la desnudez total la aprobación de la mayoría de las leyes más relevantes que quiso, con muchas idas y vueltas y muchísimo amateurismo, pero lo logró. Hoy, su principal contrincante es el mismo”, agrega. Se refiere así a las formas que emplea el presidente para atacar sin piedad a todos aquellos que piensan distinto. En el cierre de la CPAC innovó en sus insultos. “Los libertarados tienen un habano de materia fecal en la cabeza”, dijo, y celebró con un “jiji” de ojos entrecerrados su propia ocurrencia. El senador Pagotto reconoce que las provocaciones de Milei “generan algunos problemas”, pero defiende que son solo parte “de su estilo y su manera de ser”.
Es usual que los altos funcionarios del Gobierno justifiquen los insultos de Milei con el argumento de Pagotto. “Milei es así” y “la gente lo votó sabiendo cómo era” es ya una muletilla. El exjefe del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, alguna vez muy cercano a Macri y hoy distanciado del expresidente, considera que estas excusas son peligrosas. “En democracia las formas son el fondo y las palabras son importantes. A Milei no lo han elegido para insultar a quien no está de acuerdo con sus ideas, para compartir mensajes de odio en las redes sociales o terminar con los consensos que tanto nos costaron como sociedad”, dice. Eduardo De Pedro advierte además que los insultos que Milei despliega en redes sociales y en sus discursos “fracturan el tejido social y fomentan una persecución mediático-judicial contra Cristina Kirchner”.
“Me importan un rábano la opinión de los políticos sobre casi todos los temas”, dijo Milei en la CPAC. Y cerró su discurso con un sonoro “Viva la libertad carajo”, su grito de guerra. Nada muy sorprendente para aquel que se considera movido por las fuerzas del cielo.
Fuente: EL PAÍS