Un adulto sufre entre dos y cuatro resfriados al año; los niños, de seis a ocho. Estas infecciones leves de las vías respiratorias altas (afectan, sobre todo, a nariz y garganta), que se presentan en forma de mocos, estornudos y congestión nasal, son cuadros banales y, generalmente, de bajo riesgo, pero muy molestos. Tanto, que ante los primeros síntomas, se ha buscado insistentemente en casa o en la farmacia remedios infalibles para tratarlos. Pero todavía no se ha logrado dar con la tecla terapéutica para neutralizar o prevenir estos catarros. Por ahora, lo único que tiene evidencia solvente son los fármacos y las recomendaciones de estilo de vida para sobrellevar los síntomas lo mejor posible. “No hay tratamientos que destruyan el virus. Los antibióticos no sirven y no hay antivirales. Solo tratamos síntomas”, resume José María Molero, coordinador del grupo de trabajo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria.
Detrás de esos cuadros de secreción nasal y congestión que anuncian un resfriado, puede haber más de 200 cepas virales diferentes. Los microorganismos de la familia de los rinovirus, los adenovirus y los coronavirus (distintos del Sars-Cov-2) acostumbran a ser los sospechosos habituales, así que los antibióticos no son una opción (estos fármacos se emplean para infecciones bacterianas, no víricas). Tampoco hay vacunas preventivas: “Se dejaron de hacer por su baja eficacia. Fabricar una vacuna para decenas de serotipos es muy difícil”, asume Molero. El tratamiento es sintomático, tanto para adultos como para niños, insiste Carlos Martín de Vicente, neumólogo pediátrico del Hospital Miguel Servet de Zaragoza y miembro de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica: “No hay medicación que pueda acortar la infección y no hay prevención, salvo las medidas que tuvimos que aplicar con la covid [distancia interpersonal, lavado de manos y usa mascarilla]”. La comunidad científica, sin embargo, no ceja en su empeño y sigue buscando alternativas terapéuticas para sortear los resfriados.
Una revisión de Cochrane, la red independiente de investigadores que analiza la evidencia científica, sugería hace unos meses que el zinc (en pastillas, pulverizadores nasales y jarabe) podría reducir la duración del catarro de siete a cinco días, aunque la evidencia era muy limitada. La teoría es que este mineral tendría capacidad para interferir en la replicación del virus cuando entra en contacto con las partículas víricas de la nariz, la boca y la garganta. Con todo, los autores del análisis enfatizaron las limitaciones de la evidencia disponible y advirtieron de que faltaban “más y mejores estudios” para estar seguros de los potenciales efectos del zinc para reducir y prevenir los resfriados: la certeza de que pueda reducir la duración de los síntomas es baja y tampoco hallaron pruebas sólidas de que el zinc afecte a la intensidad de los síntomas catarrales o de que sirva como terapia preventiva si se administra antes de desarrollar la infección respiratoria.
“Quienes consideren el zinc como tratamiento para el catarro deben ser conscientes de la limitada base de pruebas y de los posibles efectos secundarios [problemas intestinales, náuseas y sabor desagradable]”, advirtió entonces Daryl Nault, profesor de Salud Integral de la Universidad de Maryland y autor de la revisión. En un comentario al portal Science Media Center, Harri Hemilä, investigador en el departamento de Salud Pública de la Universidad de Helsinki (Finlandia) y experto en el estudio del zinc en el resfriado, aseguró que el zinc es efectivo y criticó que la revisión de Cochrane no tenga en cuenta las dosis ni el tipo de píldora: “La revisión no separa las pastillas [que se disuelven en la boca] de los comprimidos normales, lo cual es un error evidente. Los estudios con pastillas han mostrado beneficios, pero no los estudios con comprimidos ordinarios”, incidió.
Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos también apuntan que los resultados de los ensayos clínicos con suplementos de zinc han sido “inconsistentes”, pero, “en general, el zinc suplementario en forma de pastilla o jarabe parece reducir la duración, pero no la gravedad, de los signos y síntomas del resfriado común cuando se toma poco después de que una persona desarrolle un resfriado”.
Ajo y probióticos
No es esta la primera vez que la red Cochrane revisa la evidencia sobre potenciales remedios contra el resfriado común. Otra investigación en 2020 concluyó que no hay suficiente evidencia para confirmar que el ajo, al que se le atribuyen propiedades antimicrobianas y antivirales, sirva para prevenir o tratar el catarro. Sobre el efecto de los preparados de la planta Echinacea, otro análisis de Cochrane de 2013 también expresó su cautela sobre sus potenciales beneficios: los autores advirtieron que los consumidores tienen que ser conscientes de que los productos bajo este nombre difieren mucho y la mayoría no se han probado en ensayos clínicos. La investigación encontró “indicios” de sus potenciales beneficios en adultos, pero la evidencia de los efectos fue débil: “Nuestros metanálisis exploratorios sugieren que al menos algunas preparaciones de equinácea pueden reducir el riesgo relativo de contraer un resfriado entre un 10% y un 20%. Una reducción del riesgo del 15% significaría que si 500 de cada 1000 personas que reciben un placebo contraen un resfriado, esta cifra sería de 425 de cada 1000 personas con un producto de equinácea. Se trata claramente de un efecto pequeño de relevancia clínica poco clara. Además, no podemos decir qué productos de equinácea tienen un efecto de esta magnitud, o un efecto mayor o menor”, explicaron los autores. La Asociación Americana de Médicos de Familia (AAFP, por sus siglas en inglés), considera, por su parte, que no es más efectiva que el placebo para reducir la duración o la severidad de la sintomatología.
También hubo investigadores de Cochrane que analizaron el grado de evidencia sobre el papel de los probióticos en el resfriado común y concluyeron que “podrían ser beneficiosos”, pero también aquí faltan investigaciones más profundas para afinar la dimensión de su efecto: según los autores, estos productos, que están formados por microorganismos vivos que ayudan a mantener el equilibrio del microbioma intestinal, podrían reducir un 41% las personas diagnosticadas con tres infecciones de este tipo y tendrían capacidad de reducir la duración de estos episodios en poco más de un día. Sin embargo, el nivel de certeza de todas estas conclusiones es limitado, avisaron.
Sobre la vitamina C, la Clínica Mayo avisa que no se ha demostrado que este complemento ayude a prevenir el resfriado, pero sí admite que “algunos estudios han demostrado que tomar vitamina C antes de que comiencen los síntomas del resfriado puede acortar la duración de los síntomas”. La Asociación Americana de Médicos de Familia, sin embargo, tilda la suplementación con esta sustancia como “no más efectiva que el placebo” para reducir la duración de los síntomas o la severidad en los adultos (en niños sí ven un pequeño efecto en el tiempo que dura el cuadro clínico).
Lo que sí funciona para aliviar —que no acortar— la sintomatología del resfriado en adultos, dice Molero, son el paracetamol, el ibuprofeno y las combinaciones de antihistamínicos y descongestionantes. Y ayuda, además, mantenerse bien hidratado. “Todo esto ayuda a disminuir la sintomatología, pero no cura antes el catarro. Los vapores, por ejemplo, alivian los síntomas nasales y de garganta, pero no acorta la duración de resfriado”, apostilla. La miel también ayuda, en adultos y en niños mayores de un año, a aliviar la tos (en bebés menores de 12 meses no se recomienda por riesgo de botulismo).
Los catarros infantiles “se curan solos”
En el campo del catarro infantil, la AAFP sí concluye que los analgésicos son tratamientos sintomáticos eficaces para molestias relacionadas con la fiebre y el mucolítico acetilcisteína puede desminuir la tos en niños de dos o más años, pero no recomienda ningún medicamento a menores de cuatro años. La Asociación Española de Pediatría tampoco recomienda dar anticatarrales en los más pequeños (solo antitérmicos si la fiebre les molesta mucho) y avisa de que la mayoría de estos fármacos, de hecho, no están autorizados para su uso en menores de dos años. “Los catarros se curan solos”, insiste la sociedad científica.
Carlos Rodrigo, director clínico de Pediatría del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, asegura que “no hay nada que hacer” para el catarro común en los niños. El médico admite que, si bien, en ocasiones, estos cuadros “pueden ser la forma de comienzo de algo más”, como la gripe, la covid o la bronquiolitis causada por el virus respiratorio sincitial, en la mayoría de los casos es un proceso banal y poco preocupante. “Es tan banal que el niño va inmunizándose. No se le da más importancia porque es una infección benigna. Es molesta, pero nada más”, plantea.
En lo que sí coinciden los expertos consultados es que la irrigación nasal con suero alivia la congestión nasal. “Se le ha dado muchas vueltas a los lavados nasales. Se usa suero, que es agua con sal a concentraciones muy bajas, para ayudar a disolver el moco. No sirve para curar ni evitar contagios, pero limpia y desobstruye”, apunta Rodrigo.
En este sentido, el mes pasado, durante el Congreso de la Sociedad Respiratoria Europea, un grupo de investigadores británicos avanzaron los resultados de una investigación en la que sugerían que una solución salina hipertónica administrada a través de gotas nasales puede reducir la duración del resfriado en niños. “Descubrimos que los niños que usaban gotas nasales de agua salada tenían síntomas de resfriado durante una media de seis días, mientras que los que recibían la atención habitual tenían síntomas durante ocho días. Los niños que recibieron gotas nasales de agua salada también necesitaron menos medicamentos”, explicaba Steve Cunningham, de la Universidad de Edimburgo, en un comunicado de la sociedad científica.
“La sal está compuesta de sodio y cloruro. El cloruro es utilizado por las células que recubren la nariz y las tráqueas para producir ácido hipocloroso dentro de las células, que utilizan para defenderse contra la infección viral. Al dar cloruro adicional a las células que recubren, esto ayuda a que las células produzcan más ácido hipocloroso, lo que ayuda a suprimir la replicación viral, reduciendo la duración de la infección viral y, por lo tanto, la duración de los síntomas”, justificó. El estudio, sin embargo, todavía no se ha publicado en ninguna revista científica.
Martín de Vicente conviene, con todas las precauciones y a la espera de conocerlo en profundidad y validar los datos en otras investigaciones, que es un estudio “bastante interesante y prometedor”: “Es barato y aporta un posible beneficio preventivo porque los que lo usaban tenían menor frecuencia de sibilantes. Puede ser un agente protector para posibles complicaciones como la bronquitis”, valora. Rodrigo, por su parte, considera que se trata de un grupo de investigación “sólido”, pero se muestra cauteloso: “En vez de haber usado suero fisiológico, han puesto más concentración de sal para ayudar a disolver la mucosidad. Pero me sigue pareciendo sorprendente que reduzca la duración del catarro y la contagiosidad. No se conoce que el suero y las soluciones salinas tengan efecto antiviral”.
Fuente: EL PAÍS