Quillacollo, la “Tierra de la integración”, se convierte en agosto de cada año en el epicentro de una de las celebraciones más importantes de Bolivia: la festividad de la Virgen de Urkupiña, que comienza con la tradicional entrada folklórica que representa el peregrinaje de fe y devoción de los feligreses. Además, atrae a miles de devotos y turistas, tanto bolivianos como extranjeros, que llegan con la esperanza de que la “mamita” les conceda sus milagros.
La festividad declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de Bolivia, es una mezcla de manifestaciones católicas y andinas. El siguiente paso de la Alcaldía de Quillacollo, del comité impulsor y de las autoridades es lograr la declaratoria de patrimonio de la humanidad ante la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Durante tres días, las calles de Quillacollo se llenan de color, música y danza, pero su esencia reside en la historia de la pastorcita a quien se le apareció la Virgen en el cerro de Cota, donde ahora se realiza el Calvario.
Origen
El inicio de la devoción a la Virgen de Urkupiña se remonta a una leyenda que data de finales del Siglo XVII, en la entonces campiña de Quillacollo, según los relatos que se difunden hasta la actualidad.
La historia cuenta que una humilde partorcita del lugar solía pastorear a sus ovejas cerca de un arroyo. Un día una hermosa mujer se le apareció cargando un bebé en su regazo para jugar. La niña, en su inocencia, les contó a sus padres sobre la aparición como “amiga del cielo” que la visitaba en el cerro.
Inquietados por las historias de la niña, los padres decidieron seguirla y al llegar al cerro vieron a la imagen elevarse hacia el cielo mientras la partorcita exclamaba: “¡Orqopiña, Orqopiña!”, que quiere decir: “¡Ya está en el cerro!”.
A partir de entonces el cerro donde ocurrió el milagro es conocido como el Calvario y es el principal centro de peregrinación, donde los devotos extraen piedras del cerro, que simbolizan los milagros concedidos por la “mamita” o los “préstamos” que les realiza a los devotos. Hoy en el cerro está el Santuario de la Virgen de Urkupiña.
Globalización
La fiesta de la Virgen de Urkupiña ha traspasado fronteras principalmente a través de los migrantes. De hecho, muchos de los devotos que llegan de Argentina, especialmente, de Salta conocieron por primera vez la historia de la “mamita” a través de los bolivianos que se fueron y se llevaron consigo a la virgen.
Los migrantes bolivianos han llevado su fe y sus tradiciones a diferentes partes del mundo, replicando la festividad en sus lugares de residencia.
Entre los lugares donde hay devotos están Argentina, España, Estados Unidos, Italia y Chile. En cada sitio se realizan misas y entradas folklóricas.
De esta forma, lo que empezó como una festividad local en Quillacollo, Cochabamba, se ha convertido en una manifestación cultural y religiosa que une a los bolivianos en el mundo fortaleciendo su fe más allá de las fronteras.
Fuente: Los Tiempos