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‘Viudas negras’: mujeres como señuelo para robar en Argentina

Las detenidas son, en general, jóvenes muy pobres usadas para acceder a víctimas hombres

Son pibas de barrios bajos que nunca tuvieron nada. Los varones de sus barrios las manipulan porque son mujeres sanas, les venden un mundo de ilusiones. Salen a robar sin saber qué se van a encontrar. Son rateros. Siempre que hay violencia o las cosas salen mal, es porque intervienen hombres. Acá a la cárcel entran chicas todas las semanas. Todo lo que les prometieron es mentira: no tienen ni para pagar el abogado ni mantener a sus familias. Dejan a sus hijos peor que cuando trabajaban”. El recuento de las penitenciarias es a las ocho de la tarde. “Apenas termine charlamos el tiempo que quieras”, promete Ailén Ferreiro, de 28 años, desde uno de los teléfonos públicos del Complejo Penitenciario Federal IV de Ezeiza (sur de Buenos Aires), la cárcel de mujeres más poblada de Argentina. En su pabellón hay 24 detenidas y ella es la única que cumple una condena por un delito en auge desde la pandemia, bautizado como Viudas negras. Se trata de un tipo de robo protagonizado principalmente por mujeres, donde las víctimas suelen ser hombres. Solo en los primeros siete meses de 2025, cinco casos terminaron en muertes.

“Es una modalidad histórica. Décadas atrás era un engaño amoroso a mediano y largo plazo; lento, pero con el fin de quedarse con una herencia, una propiedad o un ahorro importante”, explica uno de los directores de la División Delitos Complejos de la Policía de la Ciudad, donde se investigan decenas de causas con el mismo modus operandi. Ahora agrega, a modo de actualización: “Hoy son hechos exprés. Es una camada de robos al voleo y sin inteligencia previa, de mini organizaciones que encontraron una nueva manera de ingresar a desvalijar viviendas. La cifra negra es muy alta. Muchos hombres no denuncian por pudor”.

El investigador policial define tres perfiles de delincuentes de este tipo: las que crean perfiles en aplicaciones de citas o páginas de acompañantes, las que seducen víctimas en discotecas o bares bailables y las que merodean comercios de zonas nocturnas post discoteca, como puede ser un kiosco o una estación de servicio. El objetivo es que los hombres las inviten a sus casas para supuestamente mantener relaciones sexuales. En un descuido, las mujeres incluyen droga (una mezcla de fármacos) en los tragos y la víctima se duerme en cuestión de minutos. Desde ese momento las ladronas llaman a sus cómplices y buscan efectivo y objetos de valor.

La gran cantidad de casos convirtió a la modalidad en un tema en agenda pública. En 2024, la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires emitió un alerta para los ciudadanos que visiten la ciudad. Solo la Unidad Fiscal Especializada en Investigación Criminal Compleja identificó a más de 60 posibles viudas negras. En zonas con mucha oferta de discotecas, bares y restaurantes, ya se leen carteles en baños que advierten a posibles víctimas. Y HBO acaba de estrenar la serie llamada Viudas negras, p*tas y chorras, grabada en Buenos Aires.

Pilar Gamboa y Malena Pichot en Viudas negras: P*tas y chorras producida por Pampa Films.

Ya son más de las 20:30 de un jueves y Ailén cumple su palabra. Dice que es enfermera, que trabajó en varios centros de salud donde hacía guardias de 24 horas hasta su último día en libertad y que tiene dos hijos. Entre sus 22 y 23 años frecuentó una discoteca de música electrónica. Allí, en los vips, conoció chicas que trabajaban de “presencias”. Es decir, mujeres contratadas por empresarios nocturnos convencidos de que sus clientes gastan más dinero si en la pista de baile hay mujeres que llaman la atención como ellas. “Vivían en barrios cerrados, andaban en autos de alta gama. Yo me preguntaba ‘¿de dónde sacan la plata? Si trabajan en discotecas’… Cuando entré en confianza me contaron lo que hacían y me incentivaron a sumarme”, cuenta, con el sonido del televisor del pabellón prendido de fondo. Las chicas miran un partido de fútbol.

Para convencerla le dijeron que “era bien hablada, bonita, que llamaría la atención de los hombres y que no parecía de la calle”. Lo lograron y Ailén pasó a tener una doble vida: Viuda negra y enfermera. “Tomé este camino por querer tener ahorros que no alcanzaba a juntar y cosas que trabajando no me podía comprar. Quería ayudar a mi familia. Son un montón de cosas… no es que uno se vuelve delincuente de un día para el otro. Mi vida hizo un cambio muy grande. Y a veces la ambición te lleva a lugares que deberías no descubrir”, reflexiona.

Para Ailén, lo que se ve en el día a día en los noticieros y lo que observa en la cárcel en la que la encerraron desde 2023 no tiene nada que ver con la esencia de aquellas primeras camadas, entre las que se incluye. Las considera “las verdaderas” viudas negras y enumera varias características: “Invierten en idiomas, trabajan y administran sus propios negocios, son independientes, puede que hasta sean profesionales o tengan un oficio y no forman parte del ambiente delictivo. Son invisibles. Rara vez sus casos se difunden”.

El perfil de las nuevas ladronas es antagónico, según su análisis. “Son pibas de barrios bajos que nunca tuvieron nada. Los varones de sus barrios las manipulan porque son mujeres sanas, les venden un mundo de ilusiones. Salen a robar sin saber qué se van a encontrar. Son rateros. Siempre que hay violencia o las cosas salen mal, es porque intervienen hombres. Acá a la cárcel entran chicas todas las semanas. Todo lo que les prometieron es mentira: no tienen ni para pagar el abogado ni mantener a sus familias. Dejan a sus hijos peor que cuando trabajaban”.

Reclutadas por varones

La fuente de Delitos Complejos coincide con Ailén. Las investigaciones les permitieron comprender que el rol de estas mujeres muchas veces se limita a la conquista de la víctima y a la entrada a la vivienda. “Cobran por eso y por abrirles la puerta a los hombres que las reclutan. En los allanamientos nunca les encontramos objetos de los damnificados”, dice. Desde lo social, marca que la mayoría de las mujeres son de barrios vulnerables y que cada tanto se encuentran con menores de edad con dos o tres antecedentes penales. “Roban varias noches a la semana, pero viven en condiciones de pobreza: se gastan el dinero en ropa y fiestas. Ninguna tiene un auto. A lo sumo invierten en otras casillas de sus barrios. No son exuberantes ni mucho menos”, agrega.

Plaza Serrano, una zona del barrio porteño de Palermo conocida por su vida nocturna, tiene trescientos metros con todo tipo de ofertas de bares, discotecas y restaurantes. En las veredas se ven turistas, mesas largas de amigos, parejas, vendedores ambulantes, barrenderos. Es una de las zonas con mayores denuncias de captación de víctimas.

Un bar en el barrio de Palermo en Buenos Aires, Argentina.

“Hay personal de bares y discotecas cómplices. Solo que es muy difícil comprobarlo judicialmente”, aseguran desde Delitos Complejos. “Cuando los comercios son clausurados por faltantes de documentación, las denuncias bajan un montón”, aporta a modo de prueba.

El trago que “Milagros” le compartió a Andrés (su nombre no es real) lo hizo dormir 16 horas. “Una ambulancia me llevó a la clínica y quedé internado. Estaba intoxicado. El dolor de cabeza era tremendo. Me hicieron exámenes cualitativos. Tardé entre dos y tres días en recuperarme por completo”, recuerda a la distancia este argentino de 54 años, radicado en Estados Unidos. El episodio ocurrió en enero de 2023, en unos de sus viajes a Buenos Aires. El encuentro con la joven de 22 años se había pactado a través de una app de citas. Se vieron en un bar y luego caminaron hasta el departamento. Le robó 2500 dólares y electrodomésticos.

“La chica me pareció educada, simpática, divina. Me cayó súper bien. En el momento no sospeché de nada”, explicó en su denuncia. A los días la Policía le mostró una especie de álbum de ladronas. Pero Milagros, la mujer con la que hizo match, no estaba. Cuando sintió que la investigación no avanzaba decidió buscarla por su cuenta. Lo primero que hizo fue crear distintos perfiles en la cuenta de citas donde la había conocido. Seguía disponible. Aparecía con distintos nombres y distintas fotos.

Otro dato importante que corroboró fue la ubicación de la mujer. Según sus cálculos y movimientos para tomar distancias, la persona que buscaba viviría entre Barracas y Parque Patricios. Con toda esa información se presentó ante la Justicia. Y gracias a un software, fue identificada. Meses después la Policía allanó su casa con resultados negativos. Finalmente se presentó y se entregó. No contaba con antecedentes penales. Esta última característica la benefició en la decisión judicial: fue condenada a 2 años y medio en suspenso. Nunca pisó la cárcel. Sus cómplices varones que ingresaron a la vivienda cuando Andrés estaba dormido no fueron identificados.

“El fallo fue payasesco”, opina, completamente indignado. “Contenía una oración que decía ‘como se trataba de una primera condena hubiese sido estigmatizante que cumpliera prisión efectiva en una cárcel’. Lo que me hizo fue tremendo, podría haber terminado muerto. No fue simplemente un robo: me suministró drogas, violó mi domicilio. Lo que hizo ameritaba una temporada en la cárcel. Es muy probable que siga delinquiendo…”.

En la División Delitos Complejos afirman que la mayoría de las detenidas cuentan con causas abiertas por el mismo tipo de delitos. “Quedan a la libre interpretación de la Justicia: el hecho puede ser caratulado como un robo agravado, un robo o un hurto. Se llegó a cuestionar si el homicidio de una persona era simple o culposo, porque la intención no fue matarlo. La víctima padecía problemas cardíacos y la dosis que le suministraron le causó una arritmia. La Justicia debe fijar jurisprudencia”. El director de la División recomienda tomar precauciones a la hora de tomar tragos preparados por mujeres desconocidas. Y evitar invitarlas a sus viviendas en la primera cita.

Ailén fue condenada a prisión perpetua. Explica que siempre actuó sola, salvo en el que fue su último robo. Esa noche decidió incluir a un cómplice varón; le dio la entrada cuando la víctima aún no estaba dormida. “Fue un error que me costó la vida”, reconoce. Según su relato, su compañero fue el asesino, pero ambos recibieron la misma pena. Su única ilusión está en la decisión de la Cámara de Casación, donde revisan las sentencias.

Desde un pabellón de conducta, el número 17, lo último que cuenta es que quiere estudiar Letras, escribir un libro sobre su historia y, por sobre todas las cosas, concientizar sobre los riesgos de esta modalidad delictiva: “Los riesgos de esta vida son muy grandes. En un segundo podés perderlo todo. Y la cárcel no es para cualquiera. Muchas chicas entran y salen por lo mismo, constantemente. A todas les digo que aprovechen a cambiar sus vidas. Hay millones de maneras de salir adelante…”.

Fuente: EL PAÍS

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