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Evo Morales queda fuera de la carrera electoral para la presidencia de Bolivia

El expresidente ya no tiene chance de ser candidato, vencido el plazo legal para que algún dirigente le dejase su sitio

Este 3 de julio venció en Bolivia el plazo para que los candidatos presidenciales que así lo desearan renunciasen para ser sustituidos por otros. La atención estaba puesta en Evo Morales, que tenía una oportunidad para inscribirse en caso de que algún dirigente le dejase su sitio en alguna papeleta. Eso no ha sucedido. Evo Morales, la principal figura política del país andino, ya no tiene chances de ser candidato. Tampoco lo será el presidente, Luis Arce, que no buscará la reelección por falta de apoyo.

Los dos principales protagonistas de la pelea interna que ha dispersado las fuerzas de la izquierda boliviana, una de las más fuertes de Latinoamérica, quedaron fuera de carrera. Cada uno se atribuye la caída del otro.

Apoyándose en el Tribunal Constitucional, Arce logró quitarle a su antiguo jefe el derecho a usar las siglas del Movimiento al Socialismo (MAS), fundado en los años noventa por Morales. El evismo denunció, además, que el presidente hizo inhabilitar a otras dos organizaciones que el expresidente quería “prestarse” para poder participar.

La candidatura de Morales enfrentaba también problemas legales: la Constitución establece que una misma persona solo puede ser presidente durante dos periodos, continuos o discontinuos. Morales ya fue presidente entre 2006 y 2019.

El ministro de Justicia de Arce durante el tiempo en que se produjeron estos fallos judiciales, Iván Lima, los presentó en una entrevista como “logros” del Gobierno. Por su parte, Arce señaló que “no va a repetir” el error de dejar que “el capricho de Evo Morales” de reelegirse “traiga otra vez luto al pueblo boliviano”. Se refirió al cruento derrocamiento del líder indígena en 2019, después de unas elecciones consideradas fraudulentas por la oposición.

Morales se burló varias veces de las bajas cifras que obtenía Arce en las encuestas antes de que renunciara a su candidatura. También se ha mofado de los números que ahora obtiene Eduardo del Castillo, exministro y sustituto del presidente en la candidatura del Movimiento al Socialismo, que, si se repitieran el 17 de agosto, condenarían a este partido, que llegó a ser el más grande de la historia de Bolivia, a desaparecer legalmente.

Morales publicó días atrás en las redes sociales un video en el que parecía aceptar su apartamiento temporal del centro de la política nacional. “Este es solo un momento de nuestra larga historia. Nos volveremos a encontrar, a organizar y a luchar juntos. Con el corazón en nuestras conquistas del pasado, pero con la mente puesta en el futuro”, decía este mensaje. Pero poco después el expresidente volvió a exigir al Tribunal Electoral su inscripción como candidato.

Esta insistencia en “estar en la papeleta” ha impedido a los principales dirigentes de su movimiento insertarse en otros partidos denominados “populares” para intentar constituir una bancada “evista” en la próxima legislatura. Según fuentes internas, existe una tensión entre quienes desean participar y el entorno más cercano de Morales, que pone como condición para ello la ya imposible candidatura de su caudillo.

Esta dilación es la misma que llevó al delfín político de Morales, Andrónico Rodríguez, a romper con el comité central del Chapare, el bastión del exmandatario, y presentarse por su cuenta a las elecciones con el apoyo de algunas organizaciones sociales, más mineras que campesinas.

Rodríguez no ha llegado hasta ahora a articular un discurso claro, pero las encuestas lo ponen en el tercer lugar, con alrededor del 15% de la intención de voto. Los sondeos también muestran que un cuarto del electorado sigue indeciso. Se considera que una parte de este porcentaje es evista. La decisión que tome Morales sobre cómo votarán o no votarán sus adherentes tendrá una gran importancia para el resultado final, aunque se ve como improbable que apoye a Rodríguez, a quien en el Chapare llaman el “máximo traidor”.

La lucha fratricida entre Morales y Arce ha sido descrita por el periodismo boliviano e internacional como “inmolación”, “autodestrucción”, “implosión” y “canibalismo”. Junto a la crisis económica, parece representar el fin de un largo ciclo político dominado por la izquierda y por el estatismo. Lo que viene en Bolivia es todavía desconocido, aunque todo indica que tendrá signo contrario.

Fuente:  EL PAÍS

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