En Argentina ya no hay levantamientos militares, sino de hinchas de fútbol. Al menos de eso está convencido el Gobierno de Javier Milei, que un día después de una violenta marcha de jubilados celebrada frente al Congreso el miércoles denunció “una especie de golpe de Estado” perpetrado, dijo, por “barrabravas” apoyados por el peronisno kirchnerista. La tesis la defendió sin pruebas el jefe de Ministros, Guillermo Francos. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, fue más precisa: acusó a los jefes comunales de La Matanza y Lomas de Zamora, dos distritos populares del extrarradio de la ciudad de Buenos Aires, vinculados a la expresidenta, Cristina Kirchner. En la Casa Rosada no creen que la docena de hinchadas de equipos de fútbol que se sumó a la protesta que los jubilados realizan cada semana haya sido inocente. La marcha terminó en una guerra entre manifestantes y policías, con un centenar de detenidos y una veintena de heridos, entre ellos un fotógrafo “kirchnerista”, como lo tildó Bullrich, que está al borde de la muerte por el impacto de una bomba de gas en la cabeza. Los incidentes, los más graves desde que Milei asumió en diciembre de 2023, no han producido nada parecido a un golpe de Estado, pero sí pusieron en evidencia que el Gobierno ultra ya no tiene el control total de la calle.
Milei no atraviesa por su mejor momento. Durante las últimas semanas, una seguidilla de errores no forzados lo han puesto, por primera vez, a la defensiva. El aura del ultraderechista comenzó a perder fuerza a finales de enero, cuando en un discurso en Davos vinculó a las parejas homosexuales con la pedofilia. Días después, debió enfrentar una manifestación de repudio que juntó a más de 80.000 personas solo en Buenos Aires. Hace un mes, llegó el escándalo de $Libra, una criptomoneda que Milei promocionó desde sus redes sociales. $Libra era en realidad una estafa monumental que activó investigaciones judiciales en Estados Unidos y sospechas de corrupción que afectan Karina Milei, hermana y sostén emocional del presidente. Dos semanas después, Milei abrió otro frente al nombrar por decreto a dos jueces para la Corte Suprema, una atribución que la Constitución concede al Senado. Uno de sus candidatos aún no ha podido asumir porque los supremos le negaron la licencia que había pedido como juez federal. El otro ya juró, pero el Senado tiene los votos para rechazarle el pliego, situación que lo pondría ante la decisión de resistir el año que dura su interinato o renunciar.
La seguidilla de malas noticias están afectando la imagen de presidente. Los sondeos coinciden en que, por primera vez, la imagen negativa de Milei supera a la positiva. Aquellos que hacen estadísticas en redes sociales muestran además un escenario aún más preocupante para el ultraderechista: a los trolls pagos que defienden la gestión les cuesta cada vez más imponerse en el escenario donde siempre fueron más fuertes. El relevamiento que hizo la consultora ad hoc en febrero reveló que tras el escándalo de $Libra, y “pese los esfuerzos por retomar la agenda”, los mensajes que referían a Milei eran más negativos que positivos. El escenario no era el mejor cuando se produjeron los incidentes en la marcha del miércoles.
Los jubilados representan un sector especialmente respetado en Argentina. Están desde los años noventa en la primera línea de resistencia a los ajustes que los distintos Gobiernos han intentado sobre ellos. Hoy, un jubilado argentino cobra el equivalente a poco más de 350 dólares, menos de la mitad de lo que cuesta la canasta básica que marca la línea de pobreza. Llevan marchando desde hace cinco años todas las semanas frente al Congreso, primero unas decenas y ahora varios cientos. La policía se puso cada vez más duros con ellos, con el argumento de que el protocolo “antipiquetes” ideado por la ministra Bulrrich la autoriza a usar la fuerza cuando se corta el tránsito. La imagen de un hombre mayor golpeado con la camiseta de Chacarita activó la semana pasada a la hinchada de ese club, el primero de una lista que rápidamente sumó a otros, como Boca, River, Independiente o Racing.. El Gobierno denunció entonces que no eran simpatizantes espontáneos, sino barrabravas apoyados por caudillos peronistas dispuestos a “voltear” al Gobierno.

No hizo falta mucho más para que la última manifestación de jubilados se convirtiese en una batalla callejera. “El Gobierno no va a dejar la construcción de esta lógica violenta, porque es justamente lo que hemos logrado que no exista más en Argentina”, dijo la ministra Bullrich, y mostró, tal vez sin saberlo, la magnitud del desafío que enfrenta Milei.
Sin un partido nacional que lo respalde, la popularidad de Milei se sostiene sobre dos pilares: su triunfo sobre la inflación y el control de la calle. El presidente suele recordar con euforia que Bullrich puso fin con mano dura a las protestas piqueteras que cada día convertían la ciudad de Buenos Aires en un caos. La inflación sigue bajo control, pero ahora la calle no es un territorio asegurado. La estrategia del Gobierno ha sido sobreactuar el peligro, desempolvando la idea de un improbable golpe de Estado. Incluso la vicepresidenta, Victoria Villarruel, una negacionista de la dictadura, dijo que la violencia en la plaza le pareció, más que un golpe de Estado fallido, “parte del ejercicio de la democracia”. Villarruel y Milei llevan meses peleados y no se hablan, pero la vicepresidenta es ejemplo de que cada vez son más los dirigentes que se animan en público a contradecir el discurso del mandatario.
La crisis ha dado alas, como no, a la oposición. En el Congreso quedó a un paso de su aprobación una comisión que investigue al presidente por el escándalo de $Libra y volvió a hablarse de la posibilidad de un juicio político. Este jueves, el Senado avanzó hacia el bloqueo de los candidatos de Milei a la Corte. El peronismo se abroquela ante la adversidad, y huele sangre. Con un Milei que parece más débil, hasta la CGT, la mayor central del país, decidió romper el pacto de no agresión que tenía con la Casa Rosada. Temerosa de que la presión de sus gremios se volviese incontrolable, la cúpula sindical anunció este jueves una huelga nacional de 24 horas “para antes del 10 de abril”.
El próximo miércoles habrá otra prueba de fuego para Milei: los jubilados volverán a marchar, y a los hinchas de fútbol se sumarán ahora los sindicatos de la CTA, una central obrera más combativa que la CGT que agrupa, sobre todo, a los empleados estatales que hoy son víctimas de la motosierra presidencial.
Fuente: EL PAÍS