El magnate y filántropo brindó una extensa entrevista a The Times en la que recorre su infancia, la relación con sus padres, su neurodiversidad y su legado
“Cuando Kent murió, pensé: ‘Estoy solo ahora’. Fue duro”, recuerda Bill Gates, visiblemente conmovido al hablar de la muerte de su mejor amigo en la adolescencia. A sus 16 años, el joven Gates tuvo que enfrentar una pérdida que definiría el resto de su vida. “No estaba pensando que debía vivir por los dos, pero me preguntaba: ¿por qué fui yo quien tuvo la oportunidad de seguir adelante?”.
Con estas palabras, el magnate tecnológico y filántropo estadounidense reflexiona sobre el impacto de los momentos difíciles que marcaron su vida. Gates, conocido por fundar Microsoft y convertirse en multimillonario a los 31 años, acaba de publicar su autobiografía, Source Code. En este libro, Gates explora su trayecto desde ser un niño “complicado y diferente” hasta transformarse en una figura que revolucionó la tecnología y la filantropía global.
“Decidí intentarlo porque este año cumplo 70, Microsoft cumple 50 y la Fundación Gates cumple 25. No suelo mirar atrás mucho, pero terminó siendo divertido”, admite el empresario. En esta entrevista con The Times, Gates comparte los momentos clave de su vida, sus logros más importantes y las lecciones que lo llevaron a tener un impacto global, desde erradicar enfermedades hasta enfrentar desafíos tecnológicos y políticos.
La entrevista también revela el lado humano de Gates: su relación con sus padres, los aprendizajes que marcaron su juventud, su percepción de la neurodiversidad y las decisiones personales que impactaron tanto su vida profesional como su legado.
La muerte de Kent Evans y su impacto emocional
La pérdida de Kent Evans, su mejor amigo de la adolescencia, es un episodio que Bill Gates recuerda con una mezcla de tristeza y gratitud. Kent fue un compañero en los días de secundaria en Lakeside, su antigua escuela en Seattle, y una de las personas que lo motivó a perseguir grandes sueños. “Éramos dos chicos nerds y torpes en la escuela. Kent, alto y siempre con un maletín, y yo, delgado y con una voz chillona. Pasábamos horas escribiendo código y soñando con lo que queríamos ser: un embajador, un general o un científico”, relata Gates.
El lazo entre ambos era tan estrecho que compartían hasta las fantasías más alocadas, como imaginar cómo sería tener 15 millones de dólares. “Leíamos la revista Fortune para conseguir consejos sobre cómo tener éxito”, recuerda Gates con una sonrisa. Sin embargo, todo cambió un fin de semana, cuando Kent murió trágicamente en un accidente de escalada. “Aún recuerdo de memoria su número de teléfono. El director me llamó para decirme que había habido un accidente. Kent había caído, lo recogió un equipo de rescate en helicóptero y lo llevó al hospital. Pensé que me iban a decir cuándo podría ir a visitarlo, pero en cambio, me dijeron: ‘Desafortunadamente, Bill, no sobrevivió. Kent murió anoche’”.
El impacto fue devastador. Gates, entonces de 16 años, se quedó paralizado. “No tengo recuerdo de colgar el teléfono”, confiesa. Durante el funeral, no pudo decir palabra; simplemente se sentó en los escalones de la capilla de la escuela, llorando en silencio. La ausencia de Kent lo hizo sentir solo, pero también lo impulsó a reflexionar sobre su propio camino. “No pensaba que debía vivir por los dos, pero me preguntaba: ¿por qué fui yo quien tuvo la oportunidad de seguir adelante?”.
El recuerdo de Kent siguió presente mientras Gates avanzaba en su vida. “Cuando abandoné Harvard para fundar Microsoft y salió la primera lista de millonarios de Forbes, pensé en cómo Kent se habría reído de aquello. Nos habríamos divertido imaginando si podrías meter toda esa cantidad de billetes en un coche”. Aunque el destino no permitió que ambos compartieran esos logros, Gates asegura que esa pérdida temprana lo ayudó a valorar la importancia del tiempo y de perseguir sus metas con determinación.
Neurodiversidad y superación personal
La infancia y adolescencia de Bill Gates no estuvieron exentas de desafíos, muchos de los cuales hoy identifica como resultado de su neurodiversidad. “Si estuviera creciendo hoy, seguramente me diagnosticarían ‘en el espectro del autismo’”, comenta el empresario, quien recuerda haber sido un niño obsesivo, desorganizado y a menudo malentendido por sus compañeros y profesores. Sin embargo, Gates no ve esta condición como un obstáculo, sino como su “superpoder”. “Si alguna vez inventaran una pastilla para normalizar mis habilidades sociales, pero también para reducir mi capacidad de concentración, no la tomaría. Necesité mi neurodiversidad para escribir ese software; eso requería mucha concentración”, afirma.
La relación con sus padres fue fundamental para moldear su carácter. Aunque su padre, un abogado, era una figura calmada que ponía el ejemplo con su ética de trabajo, fue su madre quien tuvo la mayor influencia en su vida. “Mi mamá es la persona central para mí”, confiesa Gates. “Ella tenía expectativas altísimas. Se aseguraba de que tuviéramos buenos modales, de que llegáramos a tiempo –incluso los relojes en casa funcionaban ocho minutos adelantados, lo llamábamos ‘Mumtime’– y de que no nos conformáramos con menos de lo mejor”. La presión de su madre lo llevó a destacarse, pero también a rebelarse. “A veces pensaba: ‘Voy a fracasar solo para desconcertarla’. Pero al final, decidí que iba a hacerlo tan bien que no tendría más remedio que admitir que superé su estándar”.
A pesar de estas tensiones, Gates reconoce la paciencia de sus padres para comprenderlo. “En la primaria, discutieron si deberían hacerme repetir el curso. Me decían que era un niño ‘difícil’ y que no me comunicaba. Pero me llevaron a un terapeuta, y él me ayudó a enfocar mi energía en algo más grande que pelear con mis padres: me enseñó a ‘batallar contra el mundo’”, dice. Este consejo resultó ser clave en su desarrollo.
El pequeño Gates, descrito como “complicado” e “inadaptado”, encontró su refugio en la biblioteca y en su pasión por el aprendizaje. Aunque su comportamiento lo diferenciaba de sus compañeros, su capacidad de hiperconcentración pronto lo destacó. “Un día nos pidieron un reporte sobre un estado, y mientras los otros entregaron menos de diez páginas, yo hice 200 sobre Delaware. Sabía que podía concentrarme cuando algo despertaba mi curiosidad, pero eso también me hacía ver como un raro”. Gates señala que, si bien sus habilidades sociales tardaron en desarrollarse, su habilidad para enfocarse en sus intereses le dio una ventaja en su camino hacia el éxito.
El acceso a una educación privilegiada también marcó una diferencia. Sus padres decidieron inscribirlo en Lakeside, una escuela privada en Seattle, a pesar del costo. “En las escuelas públicas había 30 alumnos por clase, pero en Lakeside éramos 15. Además, exigía mucho, y eso me ayudó. Pero debo admitir que era tan demandante que recibía el 20 % de la atención de mis maestros porque no dejaba de hacer preguntas”. En Lakeside, Gates descubrió su fascinación por las computadoras y conoció a personas que influirían profundamente en su futuro, como Kent Evans y Paul Allen, con quienes pasó incontables horas programando.
Hoy, Gates reconoce que lo que en su juventud era considerado un problema terminó siendo la clave de su éxito. “Había momentos en que mis padres no sabían cómo manejar mi energía nerviosa, pero ahora sé que esa misma energía fue la que me permitió escribir mi primer código como adolescente, incluso mientras estaba cansado y mojado en una caminata en la nieve”. Esa capacidad de enfocarse en proyectos desafiantes, combinada con su ambición, lo llevó a cambiar el curso de la tecnología mundial.
Fundación de Microsoft y el legado del tech boom
En 1975, un joven Bill Gates, de apenas 20 años, tomó una decisión que cambiaría la historia de la tecnología: abandonar Harvard para fundar Microsoft junto a Paul Allen. “Dejé la universidad pensando que solo me tomaría un tiempo fuera, pero cuando comenzamos con Microsoft, todo empezó a ir muy rápido. Sabíamos que la revolución del software estaba llegando, y queríamos ser parte de ella desde el principio”, explica Gates.
La idea surgió cuando Gates y Allen se dieron cuenta del potencial de las computadoras personales tras leer un artículo en la revista Popular Electronics sobre la Altair 8800, una de las primeras microcomputadoras. Allen propuso el nombre “Micro-soft” para su nueva compañía, una mezcla de “microcomputadoras” y “software”. “Paul era un pensador increíble. Su inteligencia era distinta a la mía. Mientras yo sabía de inmediato si algo estaba mal en una pizarra, él era más reflexivo, se tomaba su tiempo para analizar”, recuerda Gates.
La dinámica entre ambos, sin embargo, no estaba exenta de tensiones. Gates admite que trabajaba con una intensidad implacable y esperaba lo mismo de su socio. “Llamaba a Paul por las mañanas y le decía: ‘¿Por qué no estás aquí todavía?’ También tenía que ayudarlo con cosas como sus declaraciones de impuestos”, comenta con una mezcla de humor y franqueza. Aunque ambos hicieron importantes contribuciones a Microsoft, Gates no siente remordimientos por haberse asegurado la mayoría de las acciones al fundar la empresa. “No realmente. Trabajé de forma insana”, afirma.
A los 31 años, Gates se había convertido en el multimillonario más joven de la historia, y en los años siguientes lideró la transformación de la industria tecnológica. Con productos como Windows, Microsoft dominó el mercado de los sistemas operativos y sentó las bases para la era de las computadoras personales. “Tuvimos una suerte increíble. Estábamos en el lugar correcto, en el momento adecuado, y supimos aprovecharlo. Pero fue un trabajo agotador; había que estar completamente comprometido”.
A pesar de su éxito, Gates reconoce que su camino era muy diferente al de otros titanes de la tecnología como Steve Jobs y Elon Musk. “Steve era un genio también, pero nuestras habilidades no se solapaban mucho. Él era un diseñador y yo soy un ingeniero. Solía decir que si yo hubiera tomado más ácido, mis computadoras serían más usables y atractivas. Y yo le respondía que sí lo había probado, pero no el lote que te enseñaba a diseñar”, recuerda con una risa. Sobre Musk, Gates es más crítico. “Es increíblemente inteligente, pero su capacidad para desestabilizar situaciones políticas es preocupante. Si alguien es súper brillante, deberían pensar cómo pueden ayudar más, no agitar las cosas”.
La diferencia fundamental, según Gates, es que él siempre fue un programador, un verdadero “geek” que entendía el código como pocos. “Cuando abandoné Harvard, estaba en las computadoras de la universidad todo el tiempo. Hubo un mes de marzo en el que pasé 674 horas frente a las máquinas. Olvidaba lavar las sábanas por semanas. Programar era todo para mí”. Esa obsesión por el código y su habilidad para predecir el futuro de la tecnología hicieron de Gates un pionero en la industria, pero también un líder exigente y, a menudo, competitivo.
“Desde el principio, sabíamos que queríamos ganar. Mis amigos solían decirme: ‘Eres afortunado, eres el mejor en computación’, pero para mí no era suerte, era trabajo duro”. Gates insiste en que muchos factores convergieron para que Microsoft alcanzara el éxito, desde el contexto histórico hasta su educación privilegiada. “No llegas a un resultado como Microsoft sin una cantidad increíble de coincidencias: el año en que nací, el apoyo de mis padres, ser un hombre blanco en Estados Unidos, tener una abuela que fomentaba mi competitividad, y profesores que decían: ‘Este niño es raro, pero inteligente’”.
Ese espíritu competitivo y su capacidad de concentración definieron los primeros años de Microsoft y lo llevaron a consolidarse como una de las empresas más influyentes del mundo. Sin embargo, Gates también reconoce que, en retrospectiva, su enfoque inquebrantable en el trabajo tuvo un costo personal. “El éxito no llega sin sacrificios. Pero en ese momento, todo lo que importaba era construir algo grande”.
Filantropía y la Fundación Bill y Melinda Gates
Después de décadas liderando el mundo tecnológico, Bill Gates decidió cambiar de rumbo y dedicar su vida a un propósito diferente: salvar vidas a través de la filantropía. Junto con su entonces esposa, Melinda French Gates, fundó en el año 2000 la Fundación Bill y Melinda Gates, que desde su creación donó más de 59 mil millones de dólares a causas humanitarias. Su misión: erradicar enfermedades como el VIH, la malaria y la polio, además de abordar problemas globales relacionados con la pobreza, la nutrición y el acceso a la educación.
“Cuando dejé la dirección de Microsoft, tenía que decidir cómo usar mi tiempo y recursos. Me preocupaba que otros filántropos ya hubieran tomado los objetivos más importantes. Pero luego me di cuenta de que había millones de niños muriendo por causas que podían prevenirse, y que yo podía hacer algo al respecto. Podíamos salvar cientos de miles de vidas si actuábamos de inmediato”, explica Gates en la entrevista con The Times, quien encontró en esta misión un nuevo propósito para su insaciable energía.
El enfoque de la fundación es meticuloso, casi científico, reflejo de la personalidad de Gates. “Siempre he tratado de basarme en datos. Si puedes medir algo, puedes mejorarlo. Por ejemplo, sabíamos que la polio era un objetivo alcanzable, pero requería innovaciones en vacunas y grandes esfuerzos logísticos. Decidimos que valía la pena intentarlo”, señala. Hoy, gracias a los esfuerzos de la fundación, la erradicación de la polio está más cerca que nunca.
A pesar de estos logros, Gates admite que la filantropía no siempre es fácil. “Durante la pandemia, me convertí en el centro de conspiraciones absurdas. Me acusaban de querer implantar microchips con las vacunas o de intentar controlar el mundo. Robert Kennedy Jr. incluso me llamó asesino de niños. Hay que tener sentido del humor para enfrentar algo así, pero no deja de ser frustrante”, comenta. Sin embargo, estas críticas no lo desanimaron. “Las vacunas fueron la solución obvia para la pandemia, y aunque fue difícil, logramos avances significativos”.
El divorcio con Melinda en 2021 representó otro desafío personal que impactó el trabajo de la fundación. “Cuando nos divorciamos, fue un periodo miserable para ambos durante al menos dos años. Melinda decidió dejar la fundación, y eso me decepcionó porque habíamos construido algo juntos”, admite Gates con franqueza. Sin embargo, asegura que mantienen una relación cordial por el bien de sus tres hijos y ahora también de sus nietos.
A pesar de los retos, Gates sigue siendo optimista sobre el impacto de la filantropía global. “Creo que cualquiera que acumule una gran cantidad de riqueza eventualmente debería llegar a la idea de devolver parte de esa riqueza a la sociedad. Mi abuela siempre decía que la justicia y la integridad eran lo más importante. Eso quedó grabado en mí”, reflexiona. Además, no duda en señalar el poder transformador de la filantropía para inspirar a otros. “La gente debería sentirse orgullosa de apoyar cosas como la investigación de vacunas. Estos esfuerzos no solo salvan vidas, también demuestran que, cuando trabajamos juntos, podemos lograr cosas increíbles”.
A sus 70 años, Gates sigue impulsado por el mismo sentido de urgencia que lo llevó a construir Microsoft. Ahora, sin embargo, su enfoque está en resolver problemas que afectan a millones de personas en los rincones más desfavorecidos del mundo. “Es un trabajo increíblemente gratificante. No hay nada más satisfactorio que saber que has ayudado a reducir el sufrimiento humano de alguna manera”.
Inteligencia Artificial, tecnología y el futuro de la humanidad
La visión de Bill Gates sobre la tecnología siempre estuvo ligada a su potencial para transformar la sociedad. En los últimos años, el avance de la inteligencia artificial (IA) capturó su atención, una herramienta que considera una de las más disruptivas en la historia reciente. “Siempre he pensado que la tecnología debería hacer a los humanos más productivos. Pero con la IA y los robots, ahora enfrentamos la posibilidad de que reemplacen a los humanos en muchos aspectos. Eso cambia las reglas del juego”, comenta Gates con una mezcla de entusiasmo y cautela.
La revolución de la IA, según Gates, podría ser un arma de doble filo. Por un lado, abre la puerta a innovaciones que pueden mejorar la salud, la educación y la vida cotidiana, pero también plantea riesgos éticos y económicos. “Cuando miro el desarrollo de la IA, veo oportunidades enormes, pero también me preocupo por los efectos secundarios, como la automatización que desplaza empleos y el uso indebido de la tecnología para desinformar. Es una herramienta poderosa, y como todas las herramientas poderosas, debe manejarse con cuidado”.
Gates no se limita a teorizar sobre la IA; su fundación ya está trabajando en proyectos que integran inteligencia artificial para abordar problemas globales. “La IA puede ayudar a diagnosticar enfermedades más rápido, predecir brotes de pandemias y desarrollar nuevos tratamientos. Es emocionante pensar en lo que podemos lograr cuando combinamos innovación tecnológica con las necesidades humanas más urgentes”, explica.
Sin embargo, Gates también advierte sobre la creciente polarización que la tecnología exacerbaró, particularmente a través de las redes sociales. “Las plataformas digitales tienen un problema real: permiten que la desinformación alcance una masa crítica con mucha rapidez. En el caso de las vacunas, por ejemplo, vimos cómo las conspiraciones sobre su seguridad tuvieron consecuencias mortales. Ni los gobiernos ni las empresas están haciendo lo suficiente para abordar este problema, y eso es preocupante”, lamenta.
A pesar de estas preocupaciones, Gates sigue siendo optimista sobre el futuro de la tecnología. Cree que los avances recientes en IA y otras áreas aún tienen el potencial de unir a las personas en lugar de dividirlas. “Aunque el mundo parece estar más caótico, la innovación está avanzando más rápido de lo que esperaba. La tecnología sigue siendo una herramienta increíble para resolver problemas complejos como la malnutrición, el cambio climático y las pandemias. Lo que me preocupa es el contexto en el que entregamos estas soluciones: la polarización en Estados Unidos, la inestabilidad en regiones como China, Rusia y África. Pero creo que el péndulo eventualmente volverá a equilibrarse. La gente realmente se preocupa, aunque no siempre lo parezca”.
Para Gates, el desafío más grande no es la tecnología en sí, sino cómo la humanidad decide utilizarla. “Siempre hay una elección: puedes usar algo como la IA para resolver problemas críticos o para causar más daño. Mi esperanza es que encontremos formas de trabajar juntos, porque el potencial está ahí, solo necesitamos la voluntad de aprovecharlo de manera responsable”.
Política, pandemias y la lucha contra conspiraciones
Para Bill Gates, la política global es un factor determinante en el éxito de las iniciativas de salud pública y desarrollo tecnológico. Su reciente reunión con Donald Trump a finales de 2024, poco después de la reelección del expresidente estadounidense, ejemplifica su enfoque pragmático. “El 27 de diciembre tuve una cena de tres horas con Trump. Fue una conversación bastante constructiva. Hablé mucho sobre el VIH, la importancia de seguir siendo generosos y de innovar para encontrar una cura. También hablamos de polio, energía y energía nuclear, y él no fue desdeñoso”, relata Gates, subrayando que el expresidente mostró interés en sus propuestas.
Aunque reconoce las tensiones políticas, Gates cree que influir en líderes como Trump es crucial para avanzar en causas globales. “Es el hombre más poderoso del mundo, y su decisión de apoyar o no la financiación del VIH ya hace que valga la pena el viaje. También puede influir en países como Pakistán y Afganistán para que se tomen más en serio la erradicación de la polio”, explica. A pesar de las diferencias ideológicas, Gates prefiere centrarse en el impacto potencial de estos encuentros. “Trump tiene la capacidad de detener la innovación que me importa profundamente o de impulsarla. Quiero asegurarme de que esté entusiasmado con las cosas correctas, porque eso, para mí, es un trabajo que vale la pena”.
El “fracaso” del divorcio
En la entrevista, Bill Gates reconoce que el divorcio con Melinda French Gates fue una de las experiencias más difíciles de su vida y admite que lo considera su mayor error personal. “Si tuviera que poner algo en la lista de mis fracasos, sería el divorcio. Fue un periodo miserable para ambos durante al menos dos años”, confiesa Gates. Aunque no menciona explícitamente arrepentimientos, sus declaraciones reflejan un sentimiento de pérdida por lo que ambos construyeron juntos, tanto en lo personal como en lo profesional.
Sobre la relación con Melinda tras la separación, Gates crevela que lograron mantener una conexión cordial, especialmente por el bienestar de sus tres hijos y dos nietos. “Melinda y yo todavía nos vemos; siempre habrá eventos familiares. Criamos a nuestros hijos con buenos valores, y ellos están haciendo sus propias cosas”, señala con una mezcla de orgullo y nostalgia.
Gates también se muestra decepcionado por la decisión de Melinda de dejar la Fundación Bill y Melinda Gates, algo que él no esperaba. “Cuando tomó la decisión de irse, me sentí decepcionado porque habíamos construido tanto juntos. Pero respeto su elección, y sigo enfocado en nuestra misión”. Aunque ahora ambos trabajan por separado, Gates reconoce el impacto que Melinda tuvo en la fundación y en su vida en general. “Ella fue una gran influencia para mí. Su apoyo fue fundamental durante los años en que Microsoft creció desproporcionadamente. Compartimos muchas cosas y siempre será alguien importante para mí”.
Ahora, Gates disfruta de su rol como abuelo. “Mi nieta mayor tiene solo dos años, pero ya estoy pensando en enseñarle a jugar cartas. Eso sí, no la voy a dejar ganar”, bromea. Aunque su vida sigue estando altamente estructurada, con su tiempo planificado hasta el último minuto, Gates asegura que se permitió disfrutar más de las pequeñas cosas. “Cuando era más joven, no creía en los fines de semana ni en las vacaciones. En mis 30 me relajé un poco y empecé a formar una familia, pero seguía siendo muy trabajador. Ahora, por fin, me permito tomar vacaciones de verdad y reflexionar”.
A pesar de ser una de las personas más ricas del mundo, Gates insiste en que no está obsesionado con acumular riquezas o prolongar su vida de manera artificial, como otros en Silicon Valley. “No voy a congelar mi cuerpo ni buscar un elixir de la vida. Me parece egocéntrico mientras aún tenemos malaria y tuberculosis. Prefiero enfocarme en los problemas urgentes del mundo”, explica.
A los 70 años, Gates aceptó que su legado no estará definido por ser el hombre más rico del mundo, sino por el impacto que tuvo en la vida de millones de personas. “Mi madre siempre decía que lo importante era cómo devolvías algo a la sociedad. Eso es lo que me importa. Todavía tengo mucho por hacer, pero creo que estoy en el camino correcto”.
Fuente: INFOBAE