Harry estaba saboreando su bebida favorita en compañía de uno de sus mejores amigos, cuando de pronto le comunicaron que su familia fue asaltada por un grupo armado.
Se paró y salió, como disparado por una flecha, rumbo a su casa. Ahí estaban sus hijos, su esposa y otros familiares shockeados por la irrupción violenta de un grupo de hombres esa noche.
Un tiempo antes, Hans dejó momentáneamente el bullicio de su local y salió a la calle, donde la casualidad hizo que encuentre a un amigo de años, al que preguntó si conocía algunas personas para proponerles un negocio inmediato y lucrativo.
Sí, en su local estaba Harry en brazos de su amante, con mucho dinero y varias copas encima.
El negocio era fácil, atracar al empresario, que frecuentemente llegaba a ese local para vivir placenteramente por varios días, como muchos otros hombres de negocios que se encierran con las samaritanas del amor.
Y es que, don dinero hace que varios de esos centros de diversión generen millones porque los encantos de sus mujeres elevan la libido de los hombres hasta límites insospechados.
Los besos, las caricias, el roce de los cuerpos provocando placer, son mágico y adictivo.
El sexo es como una droga y Harry había revelado un secreto a su amada, mientras las caricias y los besos lo embriagaban más que el licor.
El origen de sus millones quedó al descubierto y la danza de billetes ya había enceguecido a un grupo de hombres que a la medianoche decidieron dar el golpe.
Ingresaron sigilosamente a la casa, aprovechando las sombras de la noche y se dividieron en dos grupos, uno fue a un departamento y cuando la mujer intentó abrir la puerta, fue golpeada y tumbada al piso.
Salió el hermano en su defensa; pero uno de los asaltantes lo roció con gas lacrimógeno y lo redujo a punta de golpes; sin embargo, el hombre logró zafarse y forcejeó con su atacante hasta que reiterados golpes con la cacha de la pistola y la sangre corriendo por su rostro le impidieron seguir luchando.
A punta de pistola, fueron reducidos y atados con la vista hacia el suelo, mientras los delincuentes buscaban los millones.
Al frente, una madre, al escuchar gritos desesperados, salió preocupada; pero fue tomada violentamente de los cabellos hasta introducirla en la habitación, donde la tumbaron boca abajo.
En cuestión de segundos, su hijo mayor también estaba a su lado con la cabeza en el suelo y no tardó en aparecer su otro descendiente corriendo la misma suerte.
Mientras, uno de los asaltantes gritaba reiteradamente: ¡donde está el dinero! Y el dinero estaba ahí, en una caja fuerte, debajo de una mochila.
Habían llegado al botín, como eran varios, entre dos cargaron el compartimiento de seguridad y lo colocaron en la movilidad que les esperaba abajo.
Para asegurar que las víctimas no pidan ayuda inmediata, los atracadores despojaron de sus celulares y billeteras a sus maniatados atracados; aunque, una de ellas consiguió esconder su aparato telefónico.
Conseguida la llave del motorizado, el grupo armado huyó y en el camino arrojaron un celular porque sabían que podrían rastrearlos.
Mientras tanto, las víctimas lograron desamarrarse y salieron en busca de ayuda y con el móvil no robado llamaron a la Policía, la cual nunca respondió.
Con la ayuda de un vecino que generosamente ofreció su vehículo, fueron a denunciar el hecho; mientras el hijo de la mujer se dirigió para denunciar el robo de su camioneta.
Los familiares y conocidos llegaron al lugar del hecho para prestar ayuda, así como Harry…
Amaneció y con el correr de las horas, los agentes del orden dieron con el motorizado en un lugar lejano y abandonado. La caja fuerte estaba ahí; pero vacía.
Investigaciones recientes señalan que los centros nocturnos mueven más de cien mil bolivianos – cada uno – sólo por concepto de alquiler.
Hay clientes que en cada visita gastan más de Bs. 20.000 para divertirse en compañía de hermosas mujeres que ven cómo danzan los billetes…
(Los personajes son ficticios; pero el relato está basado en un hecho real)
Willy Alcocer Salas
(Guiju)