Como en las épocas del auge del ciclismo, las calles y las avenidas de La Paz volvieron a cerrarse, deteniendo las actividades, para permitir el paso de la caravana que acompañaba los restos mortales de Pérez Iribarne, el español que se atrevió a impulsar este deporte con la realización de la Vuelta a Bolivia desde 2008 hasta 2013.
Desde la frecuencia de radio Fides, Pérez construyó la figura de los “héroes de la carretera”, apelativo con el cual se dirigió a los ciclistas que largaban desde Santa Cruz para integrar al país con esta prueba ciclística hasta encontrar la meta en la sede de Gobierno, donde los centenares de pedalistas eran recibidos por callejones humanos. Ahora los pañuelos blancos eran para despedir al “Hombre Invisible” que rompió los paradigmas, haciendo lo que ningún dirigente pudo igualar.
La Vuelta a Bolivia fue producto de un trabajo consecuente y responsable. Mucho antes de que los ciclistas se lancen a atravesar el país de oriente a occidente, con el valle por medio, con lluvia, frío y calor, Pérez, con las manos desnudas, plantó esta semilla en el altiplano, donde la bicicleta era el transporte que usaban los pobladores para trasladarse para cumplir sus actividades diarias.
La Vuelta a Achacachi fue el nacimiento de este desafío, una carrera que era clasificatoria para la Doble Copacabana, que se corrió de 1997 a 2007, sin olvidar la Doble Sucre-Potosí 2000-2010. Esta fue la primera vez que los seguidores del ciclismo podían ver de cerca a los equipos de Colombia, un país que es potencia en este deporte.
Pérez quería que los deportistas bolivianos se midan contra estos rivales y quería que esta elite sea castigada por el rigor de la ruta que presenta la geografía. Ambos objetivos fueron cumplidos, rebasando sus expectativas, porque pronto la población se interesó por esta carrera y comenzó a grabarse los apellidos: Martínez, Cotumba, Soliz y Gallardo, por citar algunos.
“Despedimos a un hombre que ha dado lucha por el ciclismo, por mí más que todo. Gracias a él, hemos llegado a donde hemos llegado. Se le va a extrañar mucho al padre Pérez”, declaró Soliz, quien asistió al entierro.
En 2010, Soliz fue el ganador de la Vuelta a Bolivia, el Padre estaba contento, porque por fin los bolivianos tenían un campeón internacional de ciclismo, superando a equipos de Argentina, Venezuela, Ecuador, Colombia y Hungría; por fin, había frutos de lo sembrado. Años después, Soliz, nacido en Villazón, enroló las filas de equipos colombianos y corrió en los Juegos Olímpicos de Río 2016. En la edición 2011, Juan Cotumba le dio otra alegría a Bolivia. Eran tiempos de gloria.
Pérez, el hombre multifacético de la radio y de la televisión, se encargó de la organización, del relato desde la unidad móvil en carretera y daba la largada con una oración en su fe antes de cada etapa.
“Cuando nos volvamos a ver, seguro me darás la tarea de organizar la vuelta al cielo de ciclismo. Y lo haremos como nos enseñaste. Con todo el amor a ese deporte”, con esas palabras se despidió de Pérez, Aníbal Mollinedo, director de la Vuelta a Bolivia.
El “padre del ciclismo” falleció a los 80 años, fue enterrado este jueves en el mausoleo de la Compañía de Jesús, donde la ciudadanía y sus más cercanos se despidieron con ofrendas florales, lágrimas de resignación y con canciones interpretadas por el cantautor Luis Rico.
APG/MR
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