A 30 años de su estreno, el filme dirigido por Oliver Stone es un viaje hipnótico que combina animaciones, superposiciones, efectos visuales y casi 3.000 cortes que aún logran impactar al espectador
Si existe una edad dorada de la espectacularización de la violencia, sería sin duda los años 1990, década en que la cobertura periodística de crímenes reales se convirtió en una fuente de entretenimiento. Juicios de casos como los de Jeffrey Dahmer, los hermanos Lyle y Erik Menéndez, pero especialmente, O.J. Simpson, fueron insumos del sensacionalismo que alimentaron el morbo de la audiencia. A la par, películas como Caracortada, Taxi Driver y El silencio de los inocentes allanaron el camino para dar la bienvenida al auge del true crimen
En Estados Unidos, la reacción al fenómeno fue una feroz crítica hacia los medios de comunicación. Una crítica que Oliver Stone tenía en mente cuando estrenó Asesinos por naturaleza (Natural Born Killers) en 1994. La película es ampliamente considerada una de las más controvertidas de la historia por su cuestionable intento de combatir la violencia con más violencia.
Basada en un guion original de Quentin Tarantino ―pero reescrita por David Veloz, Richard Rutowski y el propio Stone― el filme se promocionó como una historia familiar de amantes fugitivos. Al igual que otras parejas en las obra de Tarantino, como los protagonistas de La fuga de 1993 o los criminales enamorados que aparecen al inicio de Tiempos violentos; la película cuenta la odisea de dos asesinos seriales, cuyas matanzas resultan tan apasionadas y extremas como su romance
La trama es sencilla: Mickey (Woody Harrelson) y Mallory (Juliette Lewis) recorren la Ruta 666 de Estados Unidos (entre Utah, Nuevo México, Arizona y Colorado), mientras violan, torturan y matan a más de 50 personas durante su trayecto. Tras ser encarcelados por sus crímenes, aparece el verdadero villano de la historia, Wayne Gale (Robert Downey Jr), un periodista sin escrúpulos que presenta un programa de crímenes reales llamado American Maniacs.
Gale glorifica las hazañas de Mickey y Mallory alimentando un morbo sensacionalista entre los televidentes del país. Así, la pareja cobra fama entre el público e impulsa a los protagonistas a continuar su ola de violencia. Un ciclo destructivo que refleja la “farsa cruel y despiadada” de los medios, tal como explicó su propio director.
Tommy Lee Jones y Tom Sizemore también interpretan personajes, que, al igual que Downey, encarnan versiones extremas de hombres abusivos en el poder. Las exageraciones caricaturescas son tan repugnantes que obligan al espectador a simpatizar con los criminales.
La forma en que Asesinos por naturaleza presenta la violencia refuerza la interacción emocional entre el público y el largometraje. Durante el tiroteo inicial en un restaurante, Mickey asesina a tiros a dos sujetos y luego apunta con su arma a la camarera, quien mira directamente a la cámara. El espectador se vuelve parte del acto, como si se tratase de un videojuego y apretara el gatillo junto al hombre.
Este recurso es solo una parte de la sobrecarga sensorial que provoca el largometraje, con casi 3 mil cortes —el estándar es mil— y una mezcla de imágenes en color, filtradas, en blanco y negro, animación, inserciones subliminales, anuncios, vox pops, retroproyección e incluso una secuencia que retrata la traumática infancia de Mallory con un formato de sitcom.
La banda sonora, compilada por Stone y Trent Reznor de Nine Inch Nails, incluye una mezcla de viejas estrellas como Leonard Cohen, Bob Dylan y Patti Smith, junto con nuevos artistas de la época como Rage Against the Machine y Marilyn Manson.
Durante su estreno, la película provocó la indignación de los críticos por considerarla “frívola”, “pretenciosa como el infierno” y “enfermiza”. Además, se dijo que, el enfoque del director, que priorizó el estilo y el impacto visual sobre el mensaje, limitó su efectividad. Sin embargo, otros valoraron su audacia y provocación empleada para satirizar los medios estadounidenses y la obsesión de la sociedad con las noticias sensacionalistas.
Por su lado, Quentin Tarantino quedó tan disgustado que no pudo siquiera verla completa y acusó a su director de malinterpretar y degradar su guion. “Odié esa maldita película. Si te gusta mi material, no la veas”, increpó. Pero para entonces la curiosidad por el título era mayor, recaudando un total de USD 110 millones de dólares en taquilla, un éxito cinematográfico si se compara con su presupuesto de USD 34 millones de dólares.
“Creo que le dolió que lo reescribiera tanto. Pero le dije que, al tener 47 años, no me interesaba hacer lo que él hacía cuando era joven”, dijo Stone sobre Tarantino en 1994. Pero también sostuvo que se sintió “decepcionado” que hablara mal del filme públicamente, pese a que recibió un generoso pago por su historia. “Ni siquiera había visto la película, pero estaba haciendo comentarios sobre mí, diciendo cosas sobre mis películas. Fue simplemente escandaloso”, agregó.
En una entrevista posterior de 2021 con Brian Koppelman, Tarantino volvió a referirse a la obra y explicó que cuando escribió ese guion en particular “estaba tratando de plasmar [las imágenes] en el papel, así que cuando lo leías, veías la película, y pensabas: ¿por qué no hizo al menos algo de eso? Ya estaba hecho para él”.
Stone también revivió la controversia y explicó “Todo se hizo de forma legal. Se pagó mucho dinero. Su opinión, sí, no le gustó, pero no sé si alguna vez la vio. Fue por ahí y dijo eso y no creo que haya sido lo correcto. Pero ese fue uno de mis muchos problemas. Lo hicimos bien a pesar de todo”, dijo a IndieWire.
Es indudable que Asesinos por naturaleza presagió la ola de crímenes reales y de historias de asesinos que hoy en día son altamente consumidas en podcast y documentales en streaming. Si bien, el director reconoce que “siempre existió”, también sostuvo que “se volvió más orientado al lucro cuando ocurrió el juicio de O.J. Simpson”, el cual fue visto por más de 150 millones de estadounidenses. “Nunca había visto nada parecido. De niño, había visto mucho sensacionalismo, pero ahora es más grande que nunca, y la televisión lo hizo así. No creo que la televisión haya ganado tanto dinero en ingresos desde entonces”, agregó.
Pero incluso décadas después, Oliver Stone se niega a admitir que su filme es el reflejo de la celebración de violencia. “Tenía experiencia en hacer películas con violencia realista y pensé que claramente no era literal, sino metafórica, exagerada, ni siquiera cercana a la realidad”, se defendió en la conversación con IndieWire. Su argumento contra las críticas es que las escenas son demasiado “escandalosas” y “perturbadoras” como una persona las pudiera tomar en serio.
Stone no pudo prever que, eventualmente, su película inspiraría numerosos crímenes cometidos por imitadores. El primero de ellos ocurrió tan solo un año después, en marzo de 1995, cuando los amantes Ben Darras y Sarah Edmondson cometieron una ola de asesinatos por el centro de Estados Unidos, tomando LSD y viendo una y otra vez Asesinos por naturaleza.
Pero el episodio más infame fue la masacre de la escuela secundaria de Columbine ocurrida en 1999, en la ciudad de Colorado. Los perpetradores fueron una pareja de jóvenes que usaron el código NBK, acrónimo de Natural Born Killers, en su planificación.
La tormenta mediática que se desató llevó a varios países a censurar la película. El escritor ganador de un Nobel, Mario Vargas Llosa, la maldijo públicamente en el Festival de Cine de Venecia de 1994 y el productor David Puttnam la calificó de “repugnante”. A 30 años después de su estreno, el título aún desata fervor por su ultraviolencia satírica y ha alcanzado el estatus de culto entre los aficionados del thriller psicológico y la acción.
FUENTE: INFOBAE