Javier, hombre heterosexual, ha practicado la abstinencia sexual voluntaria y comenta así sobre su experiencia: “Tras mi última ruptura (cinco años de relación) salí bastante tocado y con la autoestima por los suelos. Estuve unas tres o cuatro semanas en las que me abstuve de conocer gente y tratar de tener sexo afectivo, ya que no quería usar a nadie para llenar mi vacío”. Elena, por su parte, explica que la practica de vez en cuando: “Me ayuda a enfocarme y a saber lo que realmente me gusta”. A Ana, dice, le permitió alejarse de relaciones tóxicas. “Fue una limpieza mental en toda regla. Disfruté de otro placer”, comenta. Y Raúl, tras una ruptura, tomó la decisión de apagarse, según describe, porque el sexo le traía recuerdos”. El celibato voluntario, decidir conscientemente no tener relaciones sexuales con otras personas durante un tiempo (y no necesariamente por falta de oportunidades), es una opción que se plantea como parte de un proceso de autocuidado y desarrollo personal. Es habitual que se llegue a él tras una ruptura afectiva, como forma de volver a uno mismo y trabajar el dolor emocional. Pero también puede optarse a ello por estar en un periodo de introspección. Cada cual tendrá sus motivos para decidirse por la abstinencia sexual voluntaria, pero lo que sí es bastante común es que, en un buen número de casos, la opinión sea positiva.
En todo este tema, aunque pueda ser obvio, cabe destacar la palabra voluntaria. La falta de relaciones sexuales cuando no se tienen posibilidades probablemente no tenga opiniones ni consecuencias positivas. Si es una decisión consciente, la cosa cambia. Es cierto que mantener relaciones sexuales tiene efectos beneficiosos para el organismo, pero no tenerlas no lo perjudica y podría aportar aspectos positivos vinculados a no correr riesgos de infecciones de transmisión sexual, evitar una fuente de ansiedad (cuando el sexo produce miedos o inseguridades) o tomarse un tiempo para la autorreflexión y el autoconocimiento. El sexólogo Sergio Julve no es tajante sobre los beneficios que puede aportar esta práctica a la sexualidad: “Creo que es algo que depende del contexto de cada individuo a niveles emocionales, psicológicos, educativos, sociales y culturales”. Carolina Roldán, sexóloga y creadora de contenido, tiene en cuenta los motivos que llevan a esa abstinencia. “Hay quienes lo deciden por una mala experiencia pasada, por violencias presentes o del pasado, por historias alrededor de las adicciones, por infecciones, enfermedades, displacer crónico…, pero también hay quien la vive desde la elección por el contexto, educación, cultura o religión. Aunque no se viva desde la convicción, si lo hacen desde la libre elección considero que la castidad es una opción conveniente”, apunta.
La aplicación de citas Bumble tuvo que disculparse por una campaña publicitaria en la que lanzó el mensaje “el voto de castidad no es la respuesta”, tras las numerosas críticas recibidas por parte de personas que se sintieron atacadas por optar por el celibato. “La libertad sexual no puede dejar fuera de sus límites a quienes, por propia voluntad, decidan no ejercer una sexualidad activa. Llevamos muchos años convenciendo a varias generaciones de que es posible disfrutar de una sexualidad libre, saludable y placentera, pero a veces se nos olvida que es un derecho y no un deber. En ambos sentidos, que los célibes no caigan en coerciones de libertades a quienes decidan lo contrario”, reflexiona Julve. Muchas de las quejas ante la campaña vinieron de mujeres y, aunque hay hombres que también optan por esta práctica, la abstinencia se asocia más a ellas.
El aprendizaje sexual es diferente en cada persona, pero sin duda uno de los factores que influye es el género. “El sexo femenino ha sido bombardeado con mensajes sobre cómo vivir su sexualidad. Primero con los peligros de embarazos no deseados y luego con la pureza, para luego no dejar de escuchar que debe liberarse de las cadenas y atender a la liberación sexual de la mujer y, ¿ahora qué? Quizás sea el momento de dejar de decirles lo que tienen que hacer y que haya libertad real”, opina el experto.
Otras críticas respecto a la campaña de publicidad tenían que ver con la forma en que se construyen relaciones, sobre todo en aplicaciones de citas en las que hay una búsqueda habitual de sexo a la vez que pocos cuidados. “Decidí ser célibe hasta encontrar un compromiso real porque me sentí vacía y usada cuando entregué mi cuerpo a personas que nunca tuvieron intenciones de cuidar de mí. El celibato es respeto por una misma”, señala una usuaria en X. Plantear citas sin el factor sexo en la ecuación tendría un efecto en la forma de relacionarnos. “Un elemento importante en las relaciones de pareja es el sexo y todo lo que conlleva, si lo eliminamos de la ecuación, muchas personas no estarían interesadas en otras. A su vez, otras tantas llevan aceptando sexo a cambio de la posibilidad de encontrar un vínculo afectivo más profundo”, señala Julve.
Las citas sin el componente sexual podrían poner el énfasis en la parte emocional y la construcción de vínculos más íntimos, potenciando la conexión y el conocer a la persona de otra manera. Ahora bien, siempre que sea un objetivo compartido y teniendo en cuenta que “en la actualidad que no se desee sexo en las primeras citas, es más la excepción que la regla”, según opina Roldán. “Hay que tener presente que la otra persona puede ir a la cita con la expectativa de un encuentro íntimo, pero también tener claro si genuinamente se desea porque eso permite a las personas saber desde dónde tomarán las decisiones”, recuerda. Reflexionar sobre qué es lo que se busca con el sexo es recomendable para construir relaciones desde la honestidad y la consciencia.
Pero, ¿la abstinencia sexual puede ser una buena opción para mejorar la vida sexual? Irónicamente, puede que dejar de tener sexo ayude a tener mejor sexo. Al menos así lo reflejan algunos testimonios sobre la abstinencia: “La hago de vez en cuando, me ayuda a enfocarme y a saber lo que realmente me gusta” (Pablo), “Me descubrí a mí misma con caricias, admirando mi cuerpo a través del autoconocimiento” (Inma). Ahora bien, también puede haber riesgos, señalan los expertos. Uno de ellos puede ser desconectar de la propia sexualidad, que se guarde en el baúl de los recuerdos y se tire la llave. Es decir, acostumbrarse a no tener relaciones sexuales y no encontrar el momento de recuperarlas. Otro riesgo es pasar la línea de la cura al autocastigo, negarse el sexo por la culpa de haberlo disfrutado con quien “no lo merecía, no era bueno para mí o no me quería” (pueden ser algunos ejemplos).
“La cuestión es, ¿por qué para sanar nos negamos el placer?”, plantea Julve. “Pensar que el placer nos hace daño, ¿proviene de algún sistema moral? ¿La abstinencia es hacia el sexo o hacia el vínculo afectivo? ¿Qué buscamos sanar? ¿Qué otras posibilidades tenemos antes de negarnos uno de los pocos placeres gratuitos de la vida?”, se cuestiona. Sin duda, una reflexión consciente de los objetivos personales será el mejor camino para decidir si se necesita o no un periodo de abstinencia sexual voluntaria. Partidarios no le faltan.
Fuente: EL PAÍS