Shirley Ramos Alanoca tenía 24 años cuando la tierra se la tragó. Al anochecer del miércoles 20 de octubre de 2021 una amiga y su esposo la invitaron a una reunión en la Ceja de El Alto, en ese lugar la joven fue emborrachada y horas después los tres emprendieron un viaje hasta las cercanías del Illimani.
Shirley fue abandonada como ofrenda humana en una mina. Desde entonces su familia no deja de buscarla. Los dos principales acusados fueron liberados, otros dos están en la cárcel con sentencia condenatoria. Según los abogados de la familia de Shirley éste no es un caso aislado.
¿Dónde está mamá?
Hace poco más de un año que Shirley no visita a su papá. La última vez que él vio a su única hija fue en un sueño. “Le he preguntado dónde has estado hija te hemos estado buscando y ella me dijo ‘por ahí, por ahí’, se reía nomás”, recuerda con voz pausada Aurelio Ramos mientras su mirada se pierde con dirección al lejano Illimani.
Conversamos en la Ceja de El Alto, a un costado se encuentra la hoyada paceña, más allá de la ciudad está el nevado. Es media mañana de abril y en la urbe alteña perdura el caos. Aurelio es un hombre de campo que hace poco saltó la barrera de los 50 años, tiene la piel bronce y las manos callosas, lo único débil en su rostro son los ojos predispuestos al llanto.
La última vez que su familia tuvo noticias de Shirley fue el miércoles 20 de octubre de 2021. Aproximadamente a las ocho de la mañana ella se despidió de sus dos hijas y de su hermano Ariel diciendo que volvería por la tarde. Salió de su casa en la zona Villa Bolívar rumbo su trabajo, era asistente de Diego Farrachol de la Fiscalía de Narcóticos de El Alto.
En la mañana que dejó su hogar vestía una chaqueta licrada, una calza negra, la gorra que llevaba era negra y botines oscuros. Cargó su mochila café con diseños de aguayo y se fue de viaje a Desaguadero, poblado ubicado en la frontera entre Bolivia y Perú.
Según el folder de investigaciones, al que accedió este medio de comunicación, ella volvió poco después de las cinco de la tarde del mismo miércoles. Conversó con su novio y le dijo “me voy a casa, estoy muy cansada por el viaje”. A las cinco y media le llamó para para contarle que su amiga Pamela la convocó de urgencia a una reunión en su trabajo.
Pamela Ramos Quispe por entonces tenía 25 años y era una curandera que trabajaba en una caseta de la avenida Panorámica. Ella solía estar acompañada de su esposo Wilfredo Villca, de 27 años, y esa vez no era la excepción.
A las nueve y media de la noche hubo otra llamada, Shirley le dijo a su novio que en la caseta tomaban cerveza y Pamela estaba “medio mal”, ella quería quedarse para cuidaría. Aquella noche la curandera recibió un pago importante por uno de sus trabajos y estaba festejando.
Más de una hora después, del celular de Shirley le llegó un mensaje al novio: “Andá nomás, no te preocupes, voy a estar bien, perdona más bien por hacerte venir en vano”. Él respondió: “No eres tú la que escribe porque te conozco y es otra persona la que está escribiendo…”.
Según los mensajes, Shirley pidió a su novio que la recoja de la Calle 6 de la avenida Panamericana, de la casa de Wilfredo y él accedió. Luego cambió de opinión. Hubo más mensajes y el joven amenazó con ingresar a la caseta de Pamela; sin embargo, cuando quiso hacerlo, en el sitio ya no había nadie.
Dio vueltas por el lugar y después de las dos de la mañana del 21 de octubre volvió a su casa. Para entonces, el celular de Shirley estaba apagado.
Tres años y medio después, él no quiere dar su versión de los hechos y pide que se lo mantenga en el anonimato. “Me dolió mucho todo lo que pasó”, explica por teléfono.
Las primeras horas de ese jueves 21 de octubre, Shirley estaba casi inconsciente debido al alcohol que consumió, además se sospecha que fue narcotizada. Estaban en la casa de Wilfredo y éste ya urdía un plan, pero también tenía una duda ¿cómo llevar a Shirley a la mina donde debía ser entregada? Llamó a Eduardo Mamani y éste los puso en contacto con el taxista Félix Mamani, con quien acordaron viajar de El Alto a Bolsa Negra, en el municipio de Palca, cerca del Illimani.
Según los mensajes, Shirley pidió a su novio que la recoja de la Calle 6 de la avenida Panamericana, de la casa de Wilfredo y él accedió. Luego cambió de opinión. Hubo más mensajes y el joven amenazó con ingresar a la caseta de Pamela; sin embargo, cuando quiso hacerlo, en el sitio ya no había nadie.
Dio vueltas por el lugar y después de las dos de la mañana del 21 de octubre volvió a su casa. Para entonces, el celular de Shirley estaba apagado.
Tres años y medio después, él no quiere dar su versión de los hechos y pide que se lo mantenga en el anonimato. “Me dolió mucho todo lo que pasó”, explica por teléfono.
Las primeras horas de ese jueves 21 de octubre, Shirley estaba casi inconsciente debido al alcohol que consumió, además se sospecha que fue narcotizada. Estaban en la casa de Wilfredo y éste ya urdía un plan, pero también tenía una duda ¿cómo llevar a Shirley a la mina donde debía ser entregada? Llamó a Eduardo Mamani y éste los puso en contacto con el taxista Félix Mamani, con quien acordaron viajar de El Alto a Bolsa Negra, en el municipio de Palca, cerca del Illimani.
Según la triangulación de llamadas de los teléfonos móviles, ese mismo jueves Shirley, Pamela y Wilfredo llegaron a Palca en el taxi de Félix. Wilfredo ordenó: “Vamos a la mina, va a haber buena farra, buena comida, estamos yendo a wajtar (ofrendar) a los achachilas y no deben hablar nada a porque Pamela es Achachila y es bien poderosa”.
Félix, según las declaraciones entregadas a la Fiscalía, recuerda que Shirley no podía caminar y cuando ingresó a la mina estaba acompañada por Pamela y Wilfredo, tardaron unos 40 minutos, los dos volvieron a unirse con el taxista y le dijeron: “Vamos nomás, la chica se va a quedar”. El chofer no pudo acompañarlos hasta el lugar exacto donde quedó la joven por su cojera al caminar.
Aunque no estaba en el lugar, él sabía lo que pasaba. Desde que Shirley estaba en la caseta de El Alto hasta que fue abandonada en la mina, Eduardo era una especie de titiritero que movía algunos hilos del destino, según refiere el cuaderno de investigaciones. Él y los parientes cercanos de Wilfredo y Pamela fueron investigados por la Fiscalía; en tanto que los primeros días de la desaparición de Shirley, la familia de la víctima se hundía en la desesperación al no saber dónde estaba Shirley.
Sus dos hijas crecen con sus abuelos como tutores, Aurelio y Andrea. “A mí ellas me dicen papá”, explica el abuelo convertido en padre. Él se dedica a recogerlas de clases y también les cuenta historias para dormir. Eso sí, hay una pregunta de sus nietas que le cuesta contestar: “¿Dónde está mamá?”. Él responde que ella viajó muy lejos.
Viaje sin retorno
El abogado José Luis Jorge Gonzales fue docente de Shirley, él la recuerda como una alumna aplicada que deseaba salir adelante por sus dos hijas. “Me alegré cuando supe que trabajaba como asistente en la Fiscalía, yo siempre le apoyaba, era una persona alegre y muy querida por su familia”, comenta en su bufete de El Alto. Él ahora es abogado de la familia de quien fuera su alumna en la universidad.
Durante un mes las calles más importantes de El Alto estuvieron empapeladas con los carteles de búsqueda de Shirley tras su desaparición mientras los investigadores hacían su trabajo y de a poco iban armando el rompecabezas del caso.
Entre los primeros investigados estaban Wilfredo y Pamela. Ambos fueron citados por la justicia; declararon, pero no los detuvieron. “Fue un error dejarlos ir porque ahora ellos están prófugos”, explica Gonzales.
Las declaraciones del matrimonio fueron contradictorias. El 26 de noviembre de 2021 Pamela afirmó que Shirley volvió a su casa por su cuenta aproximadamente a las once de la noche del miércoles 20 de octubre de 2021 y que ella y su esposo fueron a su casa en la zona Bautista Saavedra. Ese mismo día, Wilfredo dio otra versión y dijo que estaba cansado y que fue a descansar con su pareja a la casa de la avenida Panorámica.
El 8 de septiembre de 2022 un equipo policial, de Bomberos y de la Fiscalía viajó hacia Bolsa Negra, el posible lugar donde fue ofrendada Shirley. Los perros adiestrados Fox y Lety olfatearon la zona en busca de alguna huella de Shirley… pero no se encontró nada.
La defensa de Shirley cree que pudo trasladarse el cuerpo de aquel lugar y por lo tanto ya no habría huellas que seguir en la zona. Sin embargo, hay la certeza de que una organización criminal está detrás de la desaparición de Shirley y que Pamela y Wilfredo son parte de la misma. Gonzales cuenta que en la requisa de la caseta de Pamela se descubrió más contratos entre los amautas y los mineros. “Hay mucho más por investigar y el caso no está cerrado, seguiremos trabajando”, asegura.
A mediados de marzo se dictó sentencia contra dos personas responsables de la desaparición de Shirley. El chofer Félix Mamani fue sentenciado a pasar 30 años en la cárcel y Eduardo Mamani fue condenado con 20 años. El fiscal Jhoel Ramos acotó que este caso es ejemplificador en Bolivia porque se pudo dar una sentencia sin encontrar el cuerpo del delito. “Las pruebas fueron irrefutables”, añadió.
Las dos piezas más importantes del puzzle están desaparecidas y se sospecha que se encuentran en Brasil. “Nos han engañado todo este tiempo, nos han llevado a una mina abandonada y no hay nada de mi hija. Quienes saben son ésos dos, esos que los han soltado porque han dicho que no había pruebas en su contra”, lamenta Aurelio.
El fiscal Ramos reiteró que el caso no se encuentra cerrado y aguarda con cierto optimismo la extradición de Pamela y Wilfredo. “Le aseguro que éste no es un tema aislado, hay más casos similares que se van descubriendo de a poco”, anunció. Para él, la creencia en las ofrendas humanas va en aumento junto con la proliferación de la minería en el país.
“Son más de dos años, ya es mucho tiempo y ya no sabemos qué decirles a las niñas. No sabemos si mi hija está viva o muerta; y si está muerta queremos ver el cadáver porque ya no queremos sufrir más”, suspira Aurelio. Acaba la entrevista, se frota los ojos y va a recoger a sus nietas de clases, aquellas que aprendieron a decirle “papá”.
Desapariciones, el drama económico para las familias
La búsqueda de las personas desaparecidas también es un drama económico. Aurelio Ramos, papá de Shirley Ramos Alanoca, afirma que en dos años y cuatro meses su familia gastó miles de dólares en papeleo y diferentes gastos administrativos. Por ejemplo, al menos mil dólares tuvieron que pagar en la traducción de documentos a Interpol para la extradición de los dos principales sospechosos desde Brasil, donde se presume que están.
Además, en la visita a la localidad de Bolsa Negra la familia tuvo que encargarse del viaje de una treintena de personas a la zona. La esposa de Aurelio, Andrea Ramos, prácticamente dejó de trabajar en el comercio, ahora se dedica al cuidado de las niñas de Shirley y realiza trámites para intentar agilizar los trámites de la justicia.
El único sostén económico del hogar es Aurelio, quien es transportista y hace viajes a diferentes partes del país. A pesar de los problemas, la familia de Shirley anuncia que no se dará por vencida hasta encontrar el paradero de la joven.
Las denuncias de desaparecidos en Bolivia se presentan a diario. El año pasado la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) registró 3.409 denuncias de personas desaparecidas, de las cuales 2.924 fueron encontradas o decidieron retornar a sus hogares. Es decir, no hay datos de 485 personas.
En porcentaje, durante 2023 se recibieron casi 10 denuncias de desapariciones por día, según las cifras proporcionadas por la FELCC. Hay más, según datos preliminares del Observatorio Boliviano de Seguridad Ciudadana y Lucha Contra las Drogas (OBSCD) en 2023 hubo incremento de casos de trata con relación a 2022.
No existe información oficial cuantificada sobre los casos de desapariciones vinculadas con ofrendas en minas.
Fuente: EL PAÍS