Daniel Noboa se prodiga muy poco en los medios de comunicación. Sus discursos en público suelen ser cortos y concisos, no es de los que regala palabras de más. La realidad es que no parece sentirse muy cómodo dando declaraciones, de hecho su campaña se centró en enviar mensajes por redes sociales, sin intermediarios. Por eso ha sorprendido esta semana que aparezca un perfil-entrevista acerca de él en la revista estadounidense The New Yorker, escrito por el periodista Jon Lee Anderson. El presidente de Ecuador, el hijo de un hombre rico, de 36 años, demuestra en el artículo que tiene algunas ideas extravagantes que incomodan a sus asesores, pero lo que más ha llamado la atención han sido sus opiniones sobre otros presidentes de la región, algunos con los que parecía llevarse bien, como Nayib Bukele.
Por ejemplo, dice en el texto que con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, es con quien más se siente alineado, una declaración sorprendente. El chileno Gabriel Boric, en su opinión, “parece estar bien”, aunque lo han paralizado sus socios de extrema izquierda. Describe a Gustavo Petro como un “esnob de izquierdas”, acostumbrado a dar conferencias en lugar de entablar conversaciones. “Es inteligente, pero no logra hacer nada”, añade. Anderson escribe que el que peor le parece es el argentino Javier Milei: “No sé por qué piensa que es tan genial. No ha logrado nada desde que asumió la presidencia. Parece muy engreído, lo cual es muy argentino, en realidad”.
Sin embargo, son las palabras que le dedica a Bukele las más llamativas. Al periodista le avisaron que a Noboa no le gustaban las comparaciones con el salvadoreño, y seguramente por eso insistió. “El tipo es arrogante”, dice Noboa sobre Bukele, “y solo busca controlar el poder para sí mismo y para hacer rica a su familia”. Había un puñado de familias que poseían todo “y ahora están los Bukeles”. Cuando Anderson le provoca recordándole que Bukele se ha definido como el “dictador más cool del mundo”, el presidente ecuatoriano responde en tono de burla: “Sí, es un país del tamaño de Guayas (una provincia ecuatoriana)”.
El Gobierno de Ecuador ha reconocido este martes que fueron ellos quienes ofrecieron la historia a The New Yorker para demostrar cómo se estaba cumpliendo con todos los derechos humanos en pleno estado de excepción, la medida que decretó Noboa para enfrentarse con el ejército a las pandillas ecuatorianas, que estaban descontroladas y manejaban parte de la institucionalidad. “Las conversaciones que se dieron entre el presidente y el periodista fueron en un tono coloquial, absolutamente coloquial y privado, en ese sentido, cualquier cosa que haya dicho el presidente, especialmente sobre los presidentes, está descontextualizado”, ha explicado la secretaria de Comunicación de la Presidencia de Ecuador, Irene Vélez.
Vélez ha insistido en que esas frases “no representan en lo absoluto lo que el presidente piensa de sus homólogos” y ha acusado a la revista de Nueva York de querer generar polémica. La funcionaria ecuatoriana ha defendido que su presidente mantiene buenas relaciones con Bukele y Milei. En ningún momento se ha referido a Petro. La parte de los presidentes es la polémica del reportaje de Jon Lee, pero hay otras llamativas que han pasado más desapercibidas. El texto arranca con Noboa contándole sobre el complot de unos sicarios colombianos para asesinarle que abortaron las autoridades ecuatorianas. De este hecho, si es que ha existido, hasta ahora no se sabía nada, ni se conocen mayores detalles. Más adelante, Noboa dice que le gustaría enviar a presos a la Antártida y le corrige un asesor, que le aclara que esas tierras solo pueden usarse para investigación. Si el propósito del Gobierno era mostrar reportaje positivo de su presidente, parece que no lo ha logrado.
Fuente: EL PAÍS