El gran fútbol vuelve esta noche y se extiende cierta sensación de que regresa a tierra firme, tras dos grandes torneos empapados de extrañezas. La Eurocopa de 2020 no se celebró hasta 2021 por el covid, y aun entonces se desarrolló bajo multitud de restricciones. El Mundial de 2022 se desplegó lejos de su lugar en el calendario y lejos, sobre todo, del alcance de miles de aficionados, en Qatar, un régimen que puso cara amable a su desprecio por las mujeres, los trabajadores extranjeros y el colectivo LGTB. Después de aquello, el gran fútbol regresa a la tierra firme de las certezas de una Alemania que en la Copa del Mundo de 2006 fijó los estándares organizativos de un gran torneo.
Vuelve también a la Europa más agitada desde que se apagaron los ecos de la II Guerra Mundial, con uno de los participantes, la Ucrania de Lunin, Dovbyk y Tsygankov, resistiendo en la guerra con Rusia. El continente se encuentra además en plena digestión de las últimas urnas, que detectaron una crecida de inclinaciones intolerantes y excluyentes. Quizá no sea fútbol, pero el fútbol se siente concernido, como explicó el presidente del comité organizador, Philipp Lahm, en EL PAÍS: “Un solo torneo no sanará el mundo. Pero el fútbol debe aportar lo que le corresponde para defender los logros de la democracia”.
Para empezar, han tratado de introducir alguna certeza en algo de comportamiento tan vaporoso como el balón: la pelota llevará un chip que ayudará a los vigilantes del VAR a dilucidar jugadas de posibles manos y penaltis, ya que permite detectar las desviaciones que sufra con cada toque. El público verá en las pantallas recreaciones gráficas de lo sucedido.
Más allá de eso, la mayor certeza del torneo es en qué se fijarán las miradas: Mbappé y Francia, y Bellingham e Inglaterra; las dos selecciones favoritas para las casas de apuestas y los modelos de predicción, y los dos futbolistas más magnéticos del momento.
La selección de Deschamps llega con su delantero más determinante liberado después del anuncio de su fichaje por el Real Madrid, aunque ayer no se entrenó con el grupo, una semana después de sufrir un golpe en la rodilla en un amistoso contra Luxemburgo. Pero Francia, fábrica perpetua de talento y finalista en los dos últimos Mundiales (campeona en 2018), tiene arsenal de sobra para aguardar a Mbappé, y además ha recuperado a Kanté por si requiere apuntalar el centro del campo.
Con Inglaterra, Southgate se encuentra ante su última oportunidad de llevar a un título a una remesa formidable de futbolistas con la que perdió en los penaltis la final de la última Euro en Wembley contra Italia. Este año, además, ha recibido el impulso de la explosión del Bellingham liberado cerca del área por Ancelotti, la última pieza de un engranaje que ya movían Rice, Foden y Saka bajo el mando de Kane.
Entre esa exuberante pugna, aparecen también las opciones de una España donde De la Fuente ha construido un bloque que, alrededor del faro de Rodri, brilla más que sus piezas y al que ha dotado de más alternativas de juego que las que llevaron a la frustración contra Marruecos en el Mundial de Qatar. Es un equipo más directo que cuenta con dos armas de desequilibrio puro y vertiginoso como no había juntado antes, Nico Williams y Lamine Yamal.
En Portugal, Roberto Martínez ha estructurado y levantado a una selección que se fue de Qatar hipnotizada por las lágrimas de Cristiano, que todavía sigue marcando, bien rodeado por Bernardo Silva, Leão, Ramos, Diogo Jota, Bruno Fernandes, Rúben Dias y Pepe.
También ha recibido un buen impulso Alemania, con un técnico sólido como Julian Nagelsmann, que consiguió convencer a Toni Kroos para que regresara de su retiro internacional y le ayudara a dar sentido al juego. A partir del 26 de junio, cuando termina la fase de grupos, cada partido suyo puede ser el último, una retirada en lo alto, en pleno dominio de su genio. Del mismo modo que cada partido de Güler, Sesko, Mainoo o Wirtz podría constituir su primera gran noche inolvidable en el escenario internacional.
En su artículo, Lahm dejó una predicción: “El mundo será más feliz durante las próximas semanas, y puede que algo de eso se nos pegue”.
Fuente: EL PAÍS