Un grupo de jóvenes que ronda la treintena se disponen sentados en círculo sobre la hierba. Todos lucen una estética bohemia, sonríen y parecen estar encantados de compartir ese momento en la naturaleza entre amigos. Esto podría parecer una estampa idílica de no ser por un elemento bastante llamativo: en el centro del corro que forman estas personas hay una bandeja con un montón de órganos crudos de animales. Efectivamente, el menú del picnic que están a punto de disfrutar es un popurrí de corazones, hígados y riñones sin un mínimo cocinado o curación. Los sostienen entre las manos, los muerden, enseñan y miran con los ojos de quien está a punto de comerse su plato favorito. Por extravagante que sea, esta no es la secuencia de una película, sino un vídeo real publicado en Instagram. Es cierto que en dicha grabación no llegan a comérselos, por lo que podría ser una broma de no ser porque hay otras muchas otras publicaciones que hablan de las maravillas de alimentarse de carne cruda, y otras tantas de ellos mismos ingiriendo dichos productos. Todo sigue en estas cuentas sigue el mismo patrón: mensajes peligrosos disfrazados de estilo de vida saludable y natural.
Se denominan a sí mismos influencers del bienestar o coaches de la salud y apuestan por una forma de vida conectada con la ancestralidad —incluyendo la nutrición—. De hecho, afirman que comer carne es algo espiritual. Muchos, supuestamente, se están ‘recuperando’ del veganismo y consideran que esta es la forma en la que verdaderamente van a nutrirse más eficazmente y de una forma más vinculada a las raíces y a la tierra: “Cada vez más frecuentemente, salen a la luz nuevas dietas y tendencias de alimentación que cambian los comportamientos de consumo como si de una nueva religión se tratase. Con el auge de las redes sociales, este tipo de conductas se divulgan de forma masiva y son muchos los que promueven estas prácticas sin ser conscientes de la responsabilidad que tienen al dirigirse a un público joven”, comenta Ángela Quintas, química clínica, experta en nutrición y microbiota.
Estas cuentas repletas de contenidos que describen los supuestos e innumerables beneficios de una vida salvaje reúnen miles de seguidores. Son muchos los adeptos de este concepto del bienestar, que también incluye el rechazo del feminismo y muchos avances médicos y científico: “Desde el punto de vista sociológico, este hecho se produce por el efecto manada. Quienes se incluyen en estos grupos desean ser identificados como parte de este colectivo”, defiende Alejandra Nuño, socióloga y consultora en crecimiento sostenible, salud y bienestar.
Estas tendencias apelan erróneamente a Jorge Manrique en la conocida elegía Coplas a la muerte de su padre y a su cualquier tiempo pasado fue mejor. “Toda esta clase de pautas son disparatadas. Hay personas que pretenden dar consejos disruptivos que se salen de la norma y, por tanto, hacen alusión a algo ancestral para que los receptores de esos mensajes crean que tiene sentido. Da igual que nuestros ancestros comieran vísceras crudas o el tuétano de un hueso; lo hacían porque es de lo que disponían. También dormían en cuevas y tenían comportamientos sociales que no defendemos actualmente”, explica Aitor Sánchez (@midietacojea), dietista-nutricionista, tecnólogo alimentario, divulgador y formador en esta materia.
Es posible que algunos escenarios de la vida de nuestros ancestros fueran más positivos que otros actuales: paisajes intactos, nada de contaminación, hackers, ni crisis climáticas. No obstante, no habían desarrollado el lenguaje ni muchas habilidades sociales y, por supuesto, tampoco la medicina ni otros conocimientos científicos que han permitido que hoy sepamos por qué es importante que existan unas pautas sanitarias a la hora de preparar los alimentos: “El consumo de carne cruda debe hacerse con un protocolo y con cuidado, De otro modo, pone en peligro la salud por el riesgo de contraer enfermedades como la toxoplasmosis y otras bacterias como E. Coli o Salmonella. A partir de los 65 °C mueren, de ahí la importancia de cocinar la carne”, explica Ángela Quintas.
De hecho, existen estudios que destacan la importancia de la cocina no solamente en la salud sino también en el proceso evolutivo. En el libro En llamas: cómo la cocina nos hizo humanos, del primatólogo británico Richard Wrangham, se explica cómo comenzar a procesar los alimentos fue clave para el desarrollo humano, ya que el tracto digestivo humano se contrajo y el cerebro creció significativamente. Cocinar fue, probablemente, uno de los factores que nos permitió empezar a parecernos menos a los simios y tener una esperanza de vida mayor.
Natural (y bonito) no es sinónimo de saludable
En estas cuentas abundan los vídeos de qué como en un día. Como generalmente ocurre, son estéticos, relajantes y aspiracionales. Se narran con una voz agradable y todos los menús parecen estar envueltos en un aura armoniosa. La vajilla de cerámica y la estancia luminosa y bien decorada hacen que la comida siempre tenga mejor aspecto. En definitiva, se exponen un conjunto de detalles que generan un efecto deseante en la persona que los ve. Sin embargo, a pesar de que los trocitos de carne cruda estén dispuestos perfectamente ordenados en un bol de colores y la consumidora, con sus enormes coloretes sonrojados por los rayos del sol, se los coma en un paraje verde y frondoso, este producto no tiene porqué contener ningún beneficio claro para la salud. Ciertamente, un hermoso atrezzo o una música relajante de fondo no convierte la ingesta de una lengua de ternera cruda, como publica @the.raw.sol en uno de sus vídeos, en algo inocuo. “Una buena educación nutricional de los jóvenes y prevenirles de este tipo de mensajes es importante para evitar que estas prácticas se extiendan y se ponga en riesgo la salud”, considera Ángela Quintas.
Lo que está claro es que, uno de los principales motivos por los que estos coaches del bienestar llevan esta dieta es porque consideran que, ingiriendo los alimentos en el estado más virgen posible, se sentirán mejor física y mentalmente. En su opinión, las propiedades de la comida no se alteran, absorben un mayor número de nutrientes y no se intoxican con los químicos y las toxinas propias de la vida moderna. Ashley English (@byashleyenglish), afirma que la leche cruda es un superalimento que favorece la fertilidad, mejora el estado de la piel, ayuda a construir músculo y fuerza. Asegura que no es algo de lo que haya que asustarse, sino que tiene muchos beneficios increíbles que mejoran el estado general de la salud y la calidad de vida. También anima a no usar protección solar. Clara Díez es fundadora de Formaje, templo del queso en Madrid, y especialista en lácteos. En su opinión, “los riesgos de tomar leche cruda, directa del animal, son demasiado elevados para plantearse asumirlos. Yo no lo recomendaría, a pesar de las condiciones de las ganaderías hayan mejorado. Si se da la circunstancia de que haya un patógeno es muy peligroso. No hay que olvidar que el pasado esto provocó muchas muertes por enfermedades asociadas a la leche cruda. Las personas inmunodeprimidas o las embarazadas son especialmente vulnerables ante las bacterias patógenas”. La leche cruda puede contener peligrosas bacterias tales como la Salmonella, E. coli, Brucella, Coxiella y la Listeria. En Formaje trabajan con quesos hechos con leche cruda, aunque el método de fabricación de los mismos reduce mucho las posibilidades de tener patógenos. “El proceso de un queso es distinto porque la leche cruda se fermenta y ahí es donde cambia todo. Es el proceso de fermentación donde la carga bacteriológica positiva dificulta enormemente que se desarrollen los patógenos”, explica.
Más centrado en la carne y vísceras crudas está Christian (@cvcwellness), que desmiente a través de su perfil que los alimentos de origen animal crudos puedan hacerte enfermar a causa de parásitos o infecciones bacterianas. De hecho, afirma que hace sentir menos inflamado y que son más nutritivos al no ser expuestas al calor: “Comer la carne cruda genera la misma sensación que cuando te quitas el preservativo. Consigues entre un 20 a un 30% más de intensidad”, —un mensaje doblemente perjudicial, ya que además de inducir a la ingesta de estos alimentos, también idealiza las prácticas sexuales de riesgo—. En su perfil también libra su particular batalla contra las cremas solares, un clásico de este tipo de influencers.
Mientras tanto, Carly Rose Bergman (@rewildcarlyrose) cuenta en una publicación que regula su ciclo menstrual y su fertilidad consumiendo hígado y carne de ternera crudos. ”Este caso es un ejemplo perfecto para entender cómo se emite una recomendación descontextualizada, exagerada y sin sentido. Para conseguir esto hay pautas como una alimentación saludable, realizar actividad física regularmente, no tomar azúcar ni alcohol en exceso y regular el estrés. Pero claro, esto no es disruptivo”, comenta Aitor Sánchez.
“Hoy en día tenemos un problema de infoxicación. Nos invade el ruido y la información no contrastada. Es muy importante mantenerse alerta con respecto a esta cuestión, ya que el 40% de los jóvenes de entre 18 y 24 años se informa a través de plataformas”, señala Alejandra Nuño.
Estos influencers tan sosegados promueven mensajes tan retrógrados como que el lugar de las mujeres está en casa, que lo ideal es prevenir los embarazos con métodos naturales y que el bluetooth de los auriculares puede destrozar tu salud. Todo un peligro disfrazado con una foto perfecta en un paisaje idílico.
Fuente: EL PAÍS