Kyle Chayka, de 35 años y nacido en Maine (EE UU), es periodista de la revista New Yorker, donde escribe una columna sobre tecnología y cultura en internet. Le preocupa la difusión del arte en la red y acaba de publicar su segundo libro, Mundofiltro. Cómo los algoritmos han aplanado la cultura (Gatopardo), sobre la dificultad de encontrar experiencias artísticas nuevas en un mundo dirigido por los datos. Su primer libro fue sobre un tema similar: la decadencia del movimiento minimalista en la era de Instagram.…
Pregunta. ¿Qué es mundofiltro?
Respuesta. Fue difícil encontrar el título. Quería describir cómo estamos rodeados por recomendaciones algorítmicas. Ninguna frase podía capturarlo. Decimos que estamos online o pegados al teléfono, pero no describen esto que nos rodea siempre. “Mundofiltro” me vino para mostrar que vivimos en los algoritmos. Todo a nuestro alrededor está filtrado a través de plataformas digitales.
P. ¿Hace que nuestra vida sea peor?
R. Creo que sí. Hace nuestras vidas más aburridas, menos interesantes. Las recomendaciones algorítmicas siempre ofrecen cosas que refuerzan nuestro punto de vista. Ya no nos sorprendemos tanto, no nos desafían. La forma en que nos hemos habituado a estos flujos algorítmicos y plataformas nos ha hecho más pasivos como consumidores culturales. Aceptamos lo que nos llega y somos menos propensos a buscar algo distinto.
P. En el libro dice que ya no sale nada nuevo. ¿Cómo lo sabe?
R. Es difícil dar un dato, porque siempre se crean cosas nuevas. Siempre hay un nuevo músico, un nuevo libro o una nueva cuenta de influencer en Instagram. Hablé con mucha gente que percibía este hastío o aburrimiento de que nada se sentía nuevo. Las cosas eran novedosas, recién hechas, pero no innovadoras. Pero es difícil de demostrar. Muchos se han quejado en los últimos dos mil años de que la cultura es aburrida y no quiero caer en esa trampa, pero sí ha cambiado cómo consumimos cultura. Hace 10 o 20 años, no consumíamos a través de plataformas digitales impulsadas por datos. Había muchas decisiones humanas antes de poner algo en la tele, lanzar un disco o promocionar un libro. Esa sensación de aburrimiento viene de cómo ahora gran parte de la cultura está dictada por datos de una manera más explícita y agresiva.
P. Cita a Martin Scorsese para decir que hoy todo es contenido. ¿Cómo se distingue el contenido del arte?
R. “Contenido” es una palabra muy conveniente porque consumimos todo a través de los mismos canales. No importa si es una canción, un artículo o una captura de un poema, todo viaja a través de Instagram y TikTok. Mientras, el arte es algo que nos mueve, que desafía nuestras nociones preconcebidas. Mi formación es en crítica e historia del arte y la definición de arte siempre fue que cuando alguien intenta crear arte, entonces eso es arte. No creo que quienes creen para plataformas digitales intenten crear arte. El vídeo de un influencer recorriendo una villa en Bali no es una obra de arte porque no hay intención de hacer arte. Solo hay la intención de hacer contenido, de atraer interacciones y llamar la atención.
P. ¿Por eso le preocupa que todo artista tenga que empezar como influencer?
R. En cualquier industria lo que importa no es lo que estás haciendo, sino cuántos seguidores tienes. ¿Quieres hacer algo, quieres hacer un álbum, publicar un libro? Vale, pero ¿cuál es tu audiencia? Eso es bastante malo, limita severamente quién entra en la industria cultural. Fuerza a la gente a construirse su perfil, a actuar como un famoso antes de serlo, enfocarse no en la cosa en sí, no en la música o el arte, sino en su personalidad en internet, como los selfis que publican, la ropa que llevan.
P. Hace años el control era humano, no algorítmico. ¿Era mejor?
R. La pregunta de si es bueno o malo siempre es complicada porque vivimos la realidad que tenemos. Antes todo giraba en torno a los guardianes humanos que decidían qué promover y tenían sus sesgos y problemas. Ahora, el modo dominante es el control algorítmico. No tienes el problema del acceso, cualquiera puede publicar algo, pero te juzgan solo por tus métricas. Que a una persona realmente le guste lo que haces no va a hacer mucha diferencia si no consigues ‘me gusta’ y seguidores. Si el algoritmo no te ve, por algún motivo estás fallando. Necesitamos un equilibrio.
P. Antes si venías de una familia rica lo tenías más fácil para llegar a una gran institución. Ahora también, pero si tienes menos recursos puedes intentar tener una cuenta grande en TikTok o Youtube.
R. Es la cuestión del acceso. Ahora cualquiera puede sacar su canción o vídeo. Es una manera de elevar muchas voces que antes no se oían. Internet ha sido bueno para muchos, incluyéndome a mí, pero el éxito en internet a menudo viene de maneras muy predefinidas. Lo que tiene éxito suele ser más similar entre sí que diferente. Así puedes alcanzar una audiencia, pero solo vas a alcanzar una audiencia enorme si juegas dentro del sistema y te adaptas al flujo algorítmico. Hay un choque entre la creatividad orgánica y la adaptación algorítmica. Hablo con amigos pintores que necesitan promocionarse en Instagram para llegar a curadores y galeristas. Pero para tener éxito sus pinturas necesitan lucir de cierta manera, tienen que verse bien, imágenes planas y de colores brillantes. Esa distribución ejerce presiones estéticas sobre las personas.
P. Una ventaja de internet es que está todo.
R. Y es realmente beneficioso. Es bueno para nosotros los consumidores porque puedes acceder a cualquier cosa en YouTube, como un video extraño de 1978. Es inspirador. Pero la producción de contenido puede llegar a ser una distracción de la producción del arte. En un mundo perfecto, no tendrías que comercializarte para ser artista, no tendrías que preocuparte por lo que llevas puesto o a dónde vas de vacaciones. Convierte a todos en personalidades en lugar de solo artistas.
P. ¿Por qué es importante el coleccionismo en la era digital?
R. Sobrevaloramos el contenido digital como algo permanente. Lo importante de realmente coleccionar cosas es que puedes conservarlas para siempre. Puede que no funcione, tal vez la tecnología Blu-Ray esté desactualizada o tengas que comprar algo antiguo para que funcione, pero al menos está ahí y es la misma forma. Mientras, Spotify siempre cambia cómo presenta la música. Realmente solo alquilas acceso a tu música. Eso cambia mi relación con la música. Cuando Spotify cambia hace más probable que escuche una cosa en lugar de otra. Es importante tener esa colección para poder preservar cómo la experimentas. De la misma manera que un museo de arte proporciona una gran experiencia de una pintura, quieres tener una gran experiencia de una pieza musical que no esté constantemente tratando de hacerte escuchar algo más.
P. ¿Qué es la ansiedad algorítmica?
R. Es un término académico acuñado por un sociólogo que estaba en Airbnb como analista de datos. Hablaba con anfitriones de Airbnb sobre cómo se sentían y descubrió que estaban muy ansiosos. No entendían por qué su propiedad salía mal tras una búsqueda o por qué la gente no reservaba su casa. Y recurrían a todo tipo de trucos cómicos para tratar de llamar la atención del algoritmo, como cambiar las fechas en su calendario o reorganizar sus fotos. Recurrían a esas acciones supersticiosas porque no tenían agencia, no podían controlar cómo funciona el algoritmo. No hay nadie a quien quejarse, no puedes llamar a Airbnb y preguntar por qué no se alquila mi casa. Identificó eso como una forma de ansiedad, pero creo que todos la tenemos, como los anfitriones de Airbnb. Todos estamos obligados a negociar con un algoritmo que no entendemos. Así que tenemos ansiedad algorítmica con quién ve nuestras historias en Instagram, qué programas nos recomienda Netflix.
P. Mundofiltro será traducido a 10 idiomas. Es un éxito. Está gestionando bien la ansiedad algorítmica.
R. Es curioso. Desde las etapas más tempranas de mi libro era muy consciente de que para tener éxito, tendría que adaptarme al algoritmo. Tenía que diseñar el libro para que funcionara. Si tuviera que adivinar por qué tuvo éxito es porque todos tenemos estos sentimientos y reacciones en internet. No soy el único volviéndome loco aquí.
P. El libro parece pesimista, pero la conclusión es que, como en otras épocas, la cultura requiere esfuerzo.
R. Los algoritmos cambiaron el descubrimiento cultural porque de repente todo se personalizó y perdimos la sensación de esfuerzo. Pero el esfuerzo hace que la experiencia sea significativa. Si un adolescente de 15 años viera 100 clips de Bergman en TikTok, ese director no cambiaría su vida de la misma manera que si tuviera que buscarlo, averiguar cómo acceder a su obra y luego trabajar para entenderlo. El esfuerzo de encontrar esa cultura, el esfuerzo de sentarse e intentar entenderla, lamentablemente se ha perdido y si lo recuperamos tendremos una mejor experiencia de la cultura. Las cosas tendrán más significado para nosotros si no estamos bombardeados por mil pedazos diferentes de música, arte e imágenes al día.
P. ¿Es malo que podamos hacer descubrimientos culturales nuevos fácilmente?
R. Sí. Es casi como Tinder. ¿Por qué conformarte cuando siempre hay otras 100 opciones a la vuelta de la esquina? Miras la página principal de Netflix y hay dos docenas de opciones diferentes que parecen buenas y están todas en tus intereses. Es difícil quedarte con algo. Eliges para probar y ver cómo te sientes después. Cuando tienes todas esas opciones, es más probable que te desplaces a otra en seguida.
P. ¿Y seguro que le convence más un filtro humano como antes?
R. Nunca puedes confiar completamente. Siempre hay la sensación de que algo se oculta o de que tu atención está siendo dirigida. Lo que quiero animar a la gente a hacer, o lo que espero que suceda ahora en internet, es que tengamos una gran variedad de curadores en lugar de guardianes. Tenemos muchas voces a las que podemos prestar atención. Y espero que podamos encontrar esas voces individuales. El primer paso es encontrarlas, como el DJ que te gusta en TikTok o el escritor que te gusta en una newsletter. Y el segundo paso, que es aún más importante, es apoyarles, hacer algo para que esa labor de curación sea sostenible. Creo que externalizamos esa curación a los algoritmos que no necesitan dinero. Ahora podemos elegir nuestros propios curadores, podemos elegir el sistema de control que queremos, pero tenemos que ser conscientes de cómo funciona y cómo mantenerlo en marcha.
P. De todos modos, ¿Mundofiltro se está acabando?
R. Al terminar el libro me di cuenta de que trataba sobre los años 2010, sobre un período de la historia que está en declive. La última década vivimos la popularización de enormes plataformas digitales. Ahora vemos que esos sistemas no son buenos para nosotros, no proporcionan buenas experiencias y explotan a muchas personas. La globalización de las plataformas no es necesariamente algo bueno. Así que creo que se está terminando. Las sensaciones de los usuarios han cambiado. La regulación también está cambiando, como en la UE. No creo que esté terminando del todo, pero sí se está descomponiendo, desintegrando. En 2017 Facebook parecía el punto final inevitable de internet, ahora sabemos que no.
P. ¿Y adónde vamos?
R. Ocurren cosas más interesantes en espacios más pequeños, no en TikTok. No se trata de obtener millones de vistas en TikTok o YouTube. Ocurren en un Discord cerrado o en una newsletter de nicho. Son espacios específicos en los cuales la gente puede ser más libre de expresarse, probar ideas y ser experimental. No he hablado mucho del ambiente tensionado del discurso público online: no quieres dar la opinión equivocada, es probable que te ataquen por casi cualquier cosa y eso limita cómo te expresas. En un espacio más pequeño, particularmente en un sentido cultural, la gente es más libre de experimentar y crear cosas nuevas.
Fuente: EL PAÍS