Los autores señalan las claves que deberíamos buscar en estos objetos astronómicos.
Sin duda se trata de una de las metas más perseguidas por expertos de diferentes campos: la prueba de que existe o existió vida en otros planetas más allá de la Tierra. Una de las teorías que explica cómo se originó en nuestro planeta es la “panespermia”, la capacidad de la vida de propagarse de un planeta a otro. Ahora, un estudio, señala que sería posible detectar estas evidencias de vida, incluso si no sabemos lo que estamos buscando.
Si bien hay varios lugares prometedores dentro del sistema solar, la gran abundancia de exoplanetas significa que es más probable que encontremos vida en un planeta que orbita otra estrella. Según la NASA, hasta la fecha hay más de 5.000 exoplanetas confirmados, y ese número siempre está aumentando.
Pero estas búsquedas de vida extraterrestre enfrentan actualmente un obstáculo importante: no sabemos exactamente qué estamos buscando. Solo conocemos un tipo de planeta que es definitivamente capaz de albergar vida, y solo conocemos un tipo de vida: es decir, la Tierra y la vida basada en el carbono que se encuentra aquí. Pero la vida puede, dicen los astrónomos, adoptar una asombrosa cantidad de formas en toda la galaxia. Si bien podemos tener mucha suerte y encontrar una réplica exacta de la Tierra con exactamente el mismo tipo de vida, los científicos saben que no podemos limitarnos a buscar vida usando exclusivamente las “gafas” de la biología terrestre.
Con esto en mente, Harrison B. Smith y Lana Sinapayen, astrónomos del Instituto de Tecnología de Tokio, proponen una alternativa que no se centra tanto en cómo sería esta vida, sino lo que haría, las huellas que dejaría. Para ello proponen una estrategia de detección basada en el concepto de panspermia.
Si bien la panspermia se encuentra fuera de la corriente principal de la investigación científica, tampoco es una pseudociencia absoluta. Se han encontrado meteoritos marcianos en la Tierra y los científicos se sorprenden habitualmente por la resistencia de las criaturas terrestres y los entornos en los que pueden sobrevivir. Lo que quiere decir que, en teoría, sería posible, aunque aún no se han encontrado evidencias.
Una de las características clave de cualquier tipo de vida es su capacidad para cambiar el equilibrio natural de un planeta, señalan Smith y Sinapayen. En la Tierra, por ejemplo, tenemos mucho más oxígeno en nuestra atmósfera del que tendríamos si no hubiera vida presente.
La realidad es que no sabemos exactamente qué propiedades de un exoplaneta cambiaría esa vida extraterrestre, pero, si esa vida es puede sobrevivir en un meteorito, entonces (según los autores del estudio) intentaría realizar esos mismos cambios en cada planeta con el que se encontrara a medida que se extendiera por el universo. A veces fracasaría, si las condiciones no son las adecuadas para permitir que la vida prosperara, pero otras veces tendría éxito, haciendo que el nuevo planeta fuera similar a su mundo original. Entonces ese nuevo planeta serviría como punto de partida para una nueva ronda de panspermia.
En el estudio, los autores idearon una prueba estadística en la que, si medimos suficientes propiedades de suficientes planetas, podemos identificar potencialmente un grupo de planetas cercanos que comparten características similares. Pese a ello, reconocen que, aun si encuentran estos planetas, no sería una prueba irrefutable para identificar vida, pero sí sería una pista importante de que algo extraño estaba sucediendo en esos planetas y que la causa podría ser la vida propagándose.
Ahora bien, los autores también reconocen que su trabajo tiene limitaciones. En primer lugar, se supone que la panspermia es posible, lo cual es una hipótesis no comprobada. En segundo lugar, su técnica solo funciona si podemos recopilar suficientes datos sobre una gran cantidad de exoplanetas. Pero la ventaja de su técnica es que puede identificar una firma potencial de vida sin necesitar claves sobre cómo funciona esa vida.
Fuente: LA RAZÓN