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Real Madrid – Manchester City (3-3): Empate de gigantes

Partido enorme en el Santiago Bernabéu entre la leyenda de la Champions y el actual campeón. Todo se decidirá en una semana

A veces, los aficionados, los periodistas y todos lo que se mueven alrededor del fútbol echamos manos de frases hechas para quitarnos el problema de pensar. Y así repetimos que el Real Madrid – Manchester City era una final anticipada. Esta vez, no era un error. Son dos equipos monumentales y en el Bernabéu dejaron un partido de los grandes, lleno de historias, de subidas y bajadas, una emoción constante y, sobre todo, sin decidir nada. El empate es, en realidad, una promesa: lo que no espera el próximo miércoles en el Etihad.

El Manchester City es el campeón de Europa y un equipo construido por Guardiola para dominar el mundo. Tiene talento, estructura y madurez para hacerlo, pero el Real Madrid, un club que se ha construido en esta competición y con el viento del Bernabéu (el viento de la grada, de la historia, del techo cerrado ahora) planta cara siempre. Empataron porque son demasiados poderosos para que el resultado fuera otra cosa, tan parecidos en grandeza y tan distintos en la forma de afrontar: el City quiso el balón, el Real Madrid correr y golpear, una vez tras otra, sobre todo en la primera parte, cuando apenas superó el 30% de posesión del balón, pero dominó el choque y si no acabó con más ventaja fue por falta de suerte o de puntería

No hubo ni tiempo para hacerse una idea del partido que iba a ser, Grealish corrió con la pelota, haciendo honor al diez de la espalda y Tchouameni hizo su primera aparición desde la posición de central (por si alguien no se había enterado de las alineaciones, la jugada se lo mostró: no estaba Nacho, suplente y quizá con una decisión sobre su futuro tomada). El francés se fue al suelo, arrasó al rival y se llevó la amarilla. O sea, que no podrá estar la próxima semana, o sea que Ancelotti tendrá que decidir entre Nacho y…Militao.

No dio tiempo a pensar todo esto, claro. Porque Lunin no colocó barrera, sólo a Vinicius, que dio uno pasos a la derecha para tapar el pase al área que todo el mundo creía que iba a dar Bernardo Silva. Pero tiró a puerta. No se había cumplido el minuto de juego.

Todo la emoción, el tifo, el estribillo del himno a capella se vino abajo en segundos. Había que empezar más abajo que cero, contra el Manchester City.

Si hace dos años fue una remontada en 89 segundos, esta vez fue en poco más de 110. Una arrancada de un incansable Camavinga acabó en gol y poco después otra de un trabajador Rodrygo dieron la vuelta al partido. Habían pasado 11 minutos, el Manchester había empezado ganando, después fue ganando el Real Madrid.

Y tuvo que hacer más goles, porque Vinicius y Rodrygo se lo pasaron bomba, como hermanos traviesos, arrancando desde la izquierda y haciendo añicos a los cuatro centrales del City. Guardiola quería controlar el partido con la pelota, pero no llevaba peligro y cada balón a la espalda era una pesadilla. Le faltó al Madrid Bellingham, como cansado y lo echó de menos. Tenía que haber roto la eliminatoria el Madrid en esa primera parte. No lo hizo y luego le pesó.

No cambió nada en la segunda mitad. El Manchester siguió a lo suyo, intentando jugar y con balones largos a Haaland para evitar la presión y empezar a jugar ya en campo madridista (porque, amigos, el toque está bien hasta que no está bien). Aguantar el balón fue lo mejor que hizo Haaland, el resto del partido lo pasó a la sombra de Rüdiger, otra vez tremendo al mando de la defensa. Tuvo una muy clara Vinicius, pero el partido estaba inclinándose más ya para el City, algo más seguro, con menos problemas atrás y con los cañones preparados. Silva había marcado desde fuera del área y desde lejos también lo hicieron Foden y Gvardiol. El primero un trallazo limpio a la escuadra, el segundo, raso y al poste. Preocupado el Madrid por los remates de Haaland, se olvidó de tapar los remates de fuera.

Se hizo el silencio en el Bernabéu, otra vez, como a principio y después de la emoción de sentirse superiores, los madridistas se vieron lejos de la eliminatorio. El marcador en contra, el partido en su campo. El pesimismo cundió por el estadio, un ratito, sólo hasta que otra vez el Madrid se sintió el Madrid, Ancelotti sacó a Modric para intentar cambiar el tono del centro del campo y el croata quiso la pelota y el Madrid estaba vivo.

Él abrió a Vini y este puso la pelota para un remate de volea de Valverde, por fin el gol que necesitaba.

Ya nadie daba para más, el City no acusó el cansancio, pero comprendió que el empate era bueno; el Madrid estaba ya a tope de emociones para buscar el cuarto. Queda la vuelta, qué suerte tenemos.

Fuente: LA RAZÓN ESPAÑA

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