Gisella Cardia, una siciliana que congrega a centenares de fieles en lo alto de una colina de Roma cada día 3 del mes, asegura que su virgen llora sangre y que puede multiplicar pizzas y ñoquis. La Iglesia ha prohibido su celebración
Hay historias que contienen la esencia de un país. O, al menos, un concentrado de su parte más extravagante. A orillas del lago de Bracciano, a las afueras de Roma, el día 3 de cada mes se repite una escena tan surrealista como magnética, crecida al calor de supuestos fenómenos sobrenaturales, videntes, obispos y muchas horas de prime time televisivo.
Ahí está, por ejemplo, Andrea: fornido portero circunstancial del recinto milagroso convertido al marianismo después de una vida de discotecas, coches de lujo y zapatillas caras, según cuenta él mismo. Él es uno de los que ha visto llorar a la virgen, aunque en su caso se tratase solo de agua, matiza.
Fuente: EL PAÍS