Un estudio analiza cómo el descalabro de la natalidad erosionará la población mundial. Los expertos advierten a los gobiernos de que hay que prepararse para los retos que supone vivir en un mundo más vacío
Aún no ha empezado, pero la tendencia parece imparable: la humanidad va a encoger. Para 2050, más de las tres cuartas partes (155 de 204) de los países tendrán tasas de fertilidad tan bajas que no podrán mantener el tamaño de su población. Y esta tendencia será casi total para 2100, cuando el 97% de los países (198 de 204) estará en la misma situación. Las muertes superarán los nacimientos y habrá cada vez menos personas en el mundo.
Son los datos del Instituto de Métricas y Evaluación de Salud de la Universidad de Washington publicados en la revista The Lancet. Los autores advierten a los gobiernos para que empiecen a planificar las amenazas que estos cambios pueden suponer para la economía, la salud, el medio ambiente y la geopolítica.
El 15 de noviembre de 2022, la población mundial alcanzó la inédita cifra de 8.000 millones de personas, pero a tenor de este estudio, este podría ser el pico antes de doblar la curva para iniciar el descenso poblacional. La tendencia es global, pero el ritmo es distinto según la zona. En los países ricos, donde las tasas de fecundidad son ya muy bajas, estas seguirán disminuyendo. Y España es un ejemplo elocuente de esta tendencia.
Según el estudio, España tenía una tasa de 2,47 hijos por mujer en 1950, luego de 2,13 en 1980 y desplomándose a 1,26 en 2021. De seguir así las cosas, en 2050 será de 1,23 hijos por mujer y en 2100 de 1,11. Es uno de los países con un declive más pronunciado en su entorno, pues para ese año Francia (1,49) Alemania (1,40) o la media europea (1,37) se situarán por encima. La tendencia concuerda con la que viene señalando el Instituto Nacional de Estadística, que el año pasado marcó un mínimo histórico de nacimientos en el país. 2023 fue el séptimo año consecutivo en el que en España se registraron más defunciones que nacimientos, con una diferencia de 113.256 personas.
Los entornos de bajos ingresos siguen la misma tendencia, pero parten de una realidad muy diferente, con tasas de natalidad muy superiores. Solo de esta forma se explica su peso en el porcentaje total de nacidos en el mundo, que casi se duplicará en los próximos años. Pasarán de representar el 18% del total en 2021 al 35% cuando acabe el siglo. Uno de cada dos niños nacidos en el planeta en 2100 lo hará en el África subsahariana.
Pensiones y mano de obra
Los autores del estudio creen que esta tendencia puede ser vista, desde una perspectiva occidental, como una forma de sostener sus pensiones, su mano de obra y su estabilidad demográfica. Y concluyen que es un parche. “La migración internacional solo puede ser una solución temporal, ya que el declive de la fertilidad está convirtiéndose en un fenómeno universal”. Las tasas de natalidad de los países en desarrollo son más altas, pero en el futuro, un mejor acceso a los anticonceptivos y a la educación femenina irá reduciéndolas.
El problema no solo demográfico, sino multifactorial. Mariona Lozano Riera, socióloga e investigadora en el Centre d’Estudis Demogràfics de Cataluña, abunda en esta idea en un editorial sobre el tema publicado por Science Media Centre España (SMC). “Es cierto que la demografía no resulta muy buena para sostener el sistema de pensiones actuales, pero no es la culpable, sino que la falta de acción política y las condiciones estructurales del mercado de trabajo español agravan el problema”, asevera.
La socióloga señala que los cambios demográficos anunciados ya están produciendo cambios. Pero evita caer en el alarmismo. “No me atrevería a decir que el Estado del Bienestar está en peligro en el sentido que desaparezca”, señala. “Pero con toda seguridad habrá un cambio. Hay de hecho ya una transformación silenciosa hacia modelos en los que todos cobran la misma pensión y los extras dependen de planes de pensiones privados o establecidos por convenios colectivos”.
Teresa Castro Martín, socióloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) señala que el equipo de este estudio ya recibió en 2020 “algunas críticas por parte de los expertos en demografía por inconsistencias metodológicas”, también en declaraciones a SMC España. Aun así, la experta reconoce que los datos que ofrece ilustran bien las tendencias globales. Castro destaca algunas diferencias respecto a otros análisis. “Este estudio estima un descenso de la fecundidad a nivel mundial, y sobre todo en el África subsahariana, más rápido que Naciones Unidas”, señala. El actual análisis prevé que la tasa de fecundidad mundial caerá por debajo del nivel de reemplazo (2,1 hijos por mujer) en torno a 2030, “mientras que la previsión de Naciones Unidas es que esto ocurra en torno a 2050”.
La investigadora señala que los nacimientos “cada vez estarán más concentrados en las zonas del mundo más vulnerables al cambio climático, la escasez de recursos, la inestabilidad política, la pobreza y la mortalidad infantil”. Y lamenta, por último, que del amplio plantel de expertos que ha realizado el análisis, no haya ninguno que provenga del campo de la reproducción.
Ninguno como Sara López, ginecóloga del Centro de Infertilidad y Reproducción Humana (CIRH) en Barcelona y autora del libro Quiero quedarme embarazada (Alba). López confirma que el estudio señala tendencias macro que ella ve en su consulta diariamente a nivel micro. “En España se ha multiplicado por cuatro el número de mujeres que tienen su primer hijo más allá de los 40 años”, explica en conversación telefónica. Es el 10% del total y este retraso de la edad materna, conlleva una disminución de la natalidad por motivos evidentes: “A esta edad, puede que no llegues a tiempo para tener hijos o quizá no puedas tener más que uno”.
Sobre las posibles soluciones, López explica que la natalidad se fomenta “favoreciendo políticas sociales, ayudas económicas y conciliación laboral”. Ella reconoce que la ciencia, con la congelación de ovocitos, también ha ayudado a muchas mujeres y seguirá haciéndolo. “Pero yo creo que esto es una solución individual y deberíamos tender a buscar una solución colectiva”. En cualquier caso, no cree que haya que enfocar esto como algo positivo o negativo y recuerda que el problema se da cuando se frustran los proyectos reproductivos de una persona por causas ajenas como la falta de estabilidad o de apoyo.
En un editorial asociado, los autores del estudio también reflexionan sobre las implicaciones de esta tendencia. Recomiendan a los gobernantes que dirijan los esfuerzos a analizar “las causas del declive de la fertilidad y no solo las consecuencias”, y alertan sobre una respuesta que erosione los derechos de las mujeres: “Hay un riesgo, cuando se habla del declive de la fertilidad, de que algunos países adopten medidas que fomenten la natalidad, pero restrinjan los derechos relacionados con el sexo y la reproducción, incluyendo el derecho a elegir si se quiere o no se quiere tener un niño, el momento del embarazo o el acceso a conocimiento y asistencia en materia sexual”, lamentan antes de recomendar que cualquier respuesta política se base en la garantía de derechos.
En los últimos años, distintos dirigentes, a nivel nacional e internacional, han intentado ligar la baja natalidad con el derecho al aborto. La recomendación que hace el estudio es la de analizar las causas del descenso de natalidad y facilitar los proyectos reproductivos y familiares de quien quiera tener hijos, pero que eso no sirva de excusa para limitar los derechos del resto.
Fuente: EL PAÍS