Esa es la conclusión de un análisis de un investigador en Instituto del Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford. ¿Cuán real es esta posibilidad?
La amenaza de una catástrofe global que extinga a los humanos es uno de los objetos de estudio por parte de la ciencia, más aún a partir del cambio climático. En su libro El Precipicio, el filósofo e investigador en Instituto del Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford, Toby Ord, evaluó el riesgo de un evento de este calibre para nuestra especie durante el próximo siglo. El resultado, según sus conclusiones, es que hay una probabilidad entre seis.
Obviamente, se trata de una cifra bastante específica, pero, pese a que no es difícil estar de acuerdo con la idea de que nos enfrentamos a perspectivas preocupantes en las próximas décadas (cambio climático, armas nucleares, patógenos creados por bioingeniería o la amenaza de la IA), la cifra de Ord es demasiado específica. ¿Cómo llegó a ella?
En su libro Ord, analiza una serie de posibles eventos de extinción, algunos de los cuales pueden examinarse mediante ejemplos más “cercanos”. Por ejemplo, podemos estimar las posibilidades de que un asteroide capaz de producir esta extinción golpee la Tierra, examinando cuántas rocas espaciales de este tipo han golpeado la Luna a lo largo de su historia. Un científico francés llamado Jean-Marc Salotti hizo esto en 2022, calculando las probabilidades de que se produzca un nivel de extinción en el próximo siglo en alrededor de una entre 300 millones.
Por supuesto, tal estimación está plagada de incertidumbre, pero está respaldada por algo que se aproxima a un cálculo de frecuencia apropiado. Ord, por el contrario, estima el riesgo de extinción por asteroide en uno entre un millón, aunque observa un grado considerable de incertidumbre.
Sin embargo, de acuerdo con Steve Stern, especialista en datos de la Universidad de Bond, hay otra forma de abordar esta probabilidad. Se trata del bayesianismo en honor al estadístico inglés Thomas Bayes. Se centra menos en los acontecimientos en sí y más en lo que sabemos, esperamos y creemos sobre ellos.
En términos muy simples, podemos decir que los bayesianos ven las probabilidades como una especie de sistema de clasificación. Desde este punto de vista, el número específico asociado a una probabilidad no debe tomarse directamente, sino compararse con otras probabilidades para comprender qué resultados son más probables y cuáles menos.
El libro de Ord, por ejemplo, contiene una tabla de posibles eventos de extinción y sus estimaciones de su probabilidad. “Desde una perspectiva bayesiana – explica Stern-, podemos ver estos valores como rangos relativos. Ord cree que la extinción por el impacto de un asteroide (una entre un millón) es mucho menos probable que la extinción por el cambio climático (una entre mil), y ambas son mucho menos probables que la extinción por lo que él llama “inteligencia artificial no alineada” (una entre diez)”.
La dificultad aquí es que las estimaciones iniciales de las probabilidades son bastante subjetivas, sobre todo teniendo en cuenta que los resultados relevantes sobre la probabilidad de extinción humana son escasos. Para Stern hay dos formas de pensar en la precisión y utilidad de los cálculos de probabilidad: calibración y discriminación. La calibración es la exactitud de los valores reales de las probabilidades. No podemos determinar esto sin la información de observación adecuada. La discriminación, por otra parte, simplemente se refiere a las clasificaciones relativas. Y obviamente es mucho más flexible o subjetiva.
Entonces, ¿qué ocurre con el “uno de cada seis”? “La experiencia sugiere que la mayoría de las personas no tienen una comprensión muy buena de la probabilidad, ejemplo de ello es que seguimos comprando billetes de lotería. En este contexto, si hacemos una estimación de la “probabilidad” no necesariamente necesita estar bien calibrada; solo necesita tener el tipo correcto de impacto psicológico”.
De este modo, “uno de cada seis” es una cifra adecuada para Stern, ya que uno de cada 100 podría es lo suficientemente grande como para ignorarlo, mientras que uno de cada tres podría generar pánico. La clave está en una cifra que despierte alarmas, pero no pánico.
“Como persona preocupada por el futuro, espero que riesgos como el cambio climático y la proliferación nuclear reciban la atención que merecen – concluye Stern -. Pero como científico de datos, espero que el uso descuidado de la probabilidad quede en el camino y sea reemplazado por una educación generalizada sobre su verdadero significado y uso apropiado”. En pocas palabras, cuando leamos estas cifras apocalípticas, no sucumbamos al miedo, analicemos su procedencia y el modo en el que se obtuvieron. Pensamiento crítico aplicado.
Fuente: LA RAZÓN ESPAÑA