El peruano ha sido Premio Herralde, finalista del Planeta y ganador de varios Emmy por su labor de presentador. Ahora se expone en el canal de YouTube más desconcertante y adictivo de los últimos años
El lunes 14 de junio de 2021 el programa de Jaime Bayly (Lima, 59 años) emitido desde Miami empezó como siempre, con el escritor, periodista y presentador saludando a cámara: “Hola, hola, buenas noches, bienvenidos al programa, yo soy Jaime Bayly”, pero estaba a punto de mejorar. Bayly explicó a su audiencia que aquel día su editor no había acudido a trabajar, lo cual lo había dejado sin escaleta y sin los vídeos de actualidad con los que suele comentar las noticias políticas de la jornada. Así que propuso: “Hoy voy a hablar, si me permiten la inmodestia, de mí”.
Los siguientes 45 minutos consisten en Bayly hablando a cámara, sin guion, de su infancia y su adolescencia en Lima. Al día siguiente, 15 de junio, informó de que la noche anterior la audiencia se había disparado. Así que lo hizo de nuevo. El martes relató sus avatares como revelación de la televisión política peruana con apenas 18 años y sus primeros éxitos en la pequeña pantalla. El miércoles, de su etapa escritor, ya veinteañero. El jueves, de los grandes amores de su vida y de sus padres.
“Tenía que salir al aire en directo”, recuerda hoy el escritor a ICON desde su casa de Miami. “Podía asustarme, paralizarme y repetir algún programa ya emitido. Pero pensé: al carajo, habla de ti, de tu vida, de tus padres, de tus amantes, de tus libros, de tus peores fracasos y bochornos, de las cosas que más te han dolido. Cuenta en televisión lo que una persona razonablemente honorable y pudorosa no se atrevería a contar. Y funcionó cojonudamente, los ratings se dispararon. Y yo descubrí otra manera de hacer televisión, de conectar con el público: hablar de mis cosas más personales, sobre todo aquellas que confirman la antigua sospecha de que soy un idiota con suerte”.
El escritor cree que esa fue la semilla de la que es su última transformación: la de youtuber entregado, profesional, que todos los días se dirige a sus 400.000 suscriptores, que le han dado casi 60 millones de reproducciones, desde su casa (o desde donde esté), grabado y editado por su esposa Silvia. En realidad, ver a Bayly contando sus episodios más íntimos no es nada nuevo para el que haya seguido su carrera. Bayly ya era una celebridad en Perú desde adolescente, considerado enfant terrible del periodismo político de una nación en continuo sobresalto en los ochenta, pero la publicación de No se lo digas a nadie en 1994, novela descarnada sobre drogas, homosexualidad y religión en la clase alta de Lima, supuso un escándalo en su país, a la vez que un fenómeno editorial en el mercado hispanohablante, apadrinado por Mario Vargas Llosa. Todas sus novelas posteriores, como aquella, se han nutrido de su vida personal, le han costado problemas familiares, desamores y enemistades. Bayly ha enfadado a tanta gente en sus novelas que en el año 2000 publicó otra, Los amigos que perdí, en la que un escritor ficticio pedía disculpas a algunos de ellos. Pero ahora ha llevado ese espíritu de kamikaze de lo íntimo al medio más inmediato y viral.
Sus familiares y conocidos están acostumbrados a su indiscreción, pero ¿cómo se han tomado que ahora la ejerza en YouTube? Mi vida pública no me interesa. En mi vida privada se esconden las historias que quiero contar. Eso, por supuesto, genera un previsible reproche: si escribes de tu vida privada, si conviertes fragmentos o episodios de tu vida íntima en literatura, habrá personas que se sentirán expuestas, traicionadas. Y te dirán: no tenías derecho a convertirme en un personaje literario. Es un conflicto moral que para mí no tiene solución. En mis libros, y en mi canal personal de YouTube, yo cuento las cosas que más me duelen y obsesionan. Generalmente los que se molestan son mis familiares: mi madre, que no aprueba mi bisexualidad, que deplora mi lado gay, que le ruega a mi esposa reprimir mi zona femenina, y mis hermanos, no todos, pero casi todos, que me detestan cuando cuento historias que no los dejan demasiado airosos. No me importa. El arte no es un concurso de popularidad. El artista tiene que ser leal a sus historias, a su mundo más privado, a sus secretos. Y tiene que estar dispuesto a quedarse solo.
En algunos vídeos los comentarios son muy críticos contra usted. No me sorprende. Me gusta que me elogien, pero no me disgusta que me critiquen, incluso que me insulten. Llevo 40 años en televisión y sé bien que la vida pública te exige pagar el tributo inevitable de la crítica impiadosa, el impuesto de quienes te odian y no se cortan en decírtelo. Y está bien que te lo digan. Antes no era tan fácil insultar a un famoso. Tenías que enviar una carta al periódico, a la revista, y a ver si te la publicaban. O tenías que salir a la calle a discutir con un extraño, eso yo lo vi en los ochenta en las calles del centro de Buenos Aires: era alucinante ver cómo dos peatones se enzarzaban en una discusión acalorada sobre política y la gente se reunía alrededor de ellos para escucharlos. Ahora tienes las redes sociales para decir lo que quieras. Y me parece muy bien que, así como yo ejerzo mi libertad hablando de lo que me sale del forro, los espectadores nos digan también sus opiniones más sinceras, aún si trapean el piso con nosotros.
Bayly ha contado en su canal cómo un malentendido con su hermano provocó una discusión con su esposa. O cuando la atacó su gata (que sospecha que es lesbiana y comunista). Por qué se dejó de hablar temporalmente con su madre. O por qué lleva ocho años sin hablarse con una de sus hermanas. También ha comentado con detalle su tensa relación con sus hijas mayores, o aquella ocasión en que, en un vuelo en primera clase con Shakira, él no dejó de tirarse pedos en su asiento mientras ella rociaba el suyo, contiguo, con perfume de Cartier. El 15 de enero grabó su propio mi vida en mi bolso: perfume de Gucci para el cuerpo, champú Phyto para el cabello, crema de Orlane para el rostro, Fluoxetine 20 mg para la depresión, Valcote 500 para dormir y Seroquel 300 de liberación prolongada (”me funciona porque soy bipolar”). El 4 de enero contó que había perdido las gafas. El 5 de enero explicó que sus erecciones ya no eran tan potentes como antes y le había ayudado en esa misión introducirse un jalapeño por el recto. El 20 de diciembre, que tras dos semanas sin relaciones sexuales su esposa y él por fin habían hecho el amor. El 2 de diciembre recordó cómo ser finalista del Planeta fue una experiencia humillante que hubiese preferido no pasar. El 4 de septiembre se lamentó porque su vecino no le saluda. El 8 de julio contó algo que molestó tanto a su esposa que decidió, de forma inédita, no publicar ese vídeo. Ella, Silvia Núñez del Arco, también escritora, es la ideóloga y editora de sus vídeos, pero nunca ha aparecido en ellos. Según Bayly, es probable que pronto empiece a hacerlo.
No todo es comedia o conflictos familiares con tintes de culebrón. Hay vídeos conmovedores, como ese en el que recuerda la muerte de su hermana, la poeta Doris Bayly, u otro en el que relata los maltratos de su padre. Un poco recluso, reconocido antisocial, alérgico al teléfono, Bayly no sabía nada del mundo de los youtubers antes de ser uno de ellos. “A veces asistía a una feria del libro y veía a una multitud haciendo fila para entrar a un salón”, recuerda, “y me decían: ‘Es el youtuber tal o el youtuber cual, que tiene tantos millones de seguidores’. Lo veía con asombro y un cierto estupor. No me imaginé ni en mis sueños más salvajes que yo mismo me convertiría en un youtuber. Y no fue precisamente la vanidad la que me llevó a abrir ese canal personal, sino la humildad. La mínima humildad de reconocer que mi programa de televisión y el canal que lo emite estaban en crisis porque cada vez menos gente ve televisión abierta. Tan seria era la crisis que se anunció que un grupo de empresarios cercanos a Trump había comprado el canal. Yo estoy en contra de Trump, entonces pensé: los nuevos dueños me van a despedir apenas tomen posesión del canal”.
Por supuesto, eso también fue objeto de varios vídeos, en concreto de cuatro. En uno lanzó un mensaje al nuevo dueño del canal: “Querido don Orlando, le ruego, le imploro, le suplico que no me despida”. Además, los directivos no veían la aventura de Bayly en YouTube con buenos ojos, consideraban que competía directamente con su espacio televisivo. Finalmente, ni le echaron ni le obligaron a interrumpir su labor de youtuber.
El escritor señala que, en sus viajes para promocionar sus libros, descubrió que su programa de televisión era seguido en muchos países gracias, precisamente, a plataformas de streaming como YouTube. “Pasaba por Madrid y Barcelona, por Bogotá y Medellín, por Buenos Aires y Santiago de Chile, por Ciudad de México y Guadalajara, por Lima y Guayaquil, por San José y San Juan, y mis lectores me decían, al tiempo que les firmaba una novela: no me pierdo tu programa, lo veo siempre por YouTube”. “Tarde o temprano mi recorrido en la televisión abierta terminará”, se lamente Bayly. “Pero el canal de YouTube es mío y nadie puede despedirme de él”.
Desde el principio prometió no hablar de política en el canal, pero no ha cumplido. La política, qué veneno, qué jodienda. Lo prometí porque ya bastante hablo de política en mi programa. Me equivoqué. En general trato de contar historias que no estén contaminadas por la ponzoña de la política, que no estén lastradas por la vida corta y aldeana de los escándalos políticos, trato de contar historias que un año después preserven su gracia y su encanto, pero a veces ha sido inevitable hablar de política o no he sabido resistirme a esa malsana tentación. Fui a Buenos Aires y entrevisté a Milei y subí la entrevista a mi canal personal y tuvo muchos espectadores. Pero también entrevisté a mi madre y no hablamos de política. Lo cierto es que cuando grabo sobre política me siento mal, siento que me he traicionado, que he elegido el camino más fácil.
¿Cuáles son los que más disfruta? Aquellos en los que he hecho escarnio de mí mismo, en los que me he ridiculizado. En general los escritores más gloriosos que he conocido tienden a ser muy envanecidos y no saben o no pueden reírse de sí mismos. El mejor humor es el que uno descarga contra sí mismo. A mi madre no le gustan esos vídeos. Me dice: siempre estás rebajándote, siempre estás dañando tu reputación. Yo me río cuando me dice esas cosas. Principalmente, porque no tengo reputación ni quiero tenerla. Mi objetivo mínimo, no negociable, es que los vídeos no aburran y con suerte sean estimulantes. Me gusta mucho contar las cosas tontas, muy tontas, que voy haciendo por aquí y por allá. Como dije, soy un idiota con suerte.
También acaricia la idea de empezar a entrevistar a más figuras relevantes en su canal. En su día ya lo hizo en la televisión. Pero eso fue en su día. “Los grandes personajes ya no vienen a mi programa de televisión. Hace 25 años venían todos porque sabían que los verían en directo en toda América. Ahora no viene nadie. Entonces voy a tratar de entrevistarlos, si se dejan, en sus casas, para mi canal de YouTube. No será fácil. De momento estoy pidiéndole una entrevista a Sofía Vergara. También se la he pedido a Juanes, que vive cerca de mi casa. Y me hace muchísima ilusión grabar con Shakira. En esos casos lo ideal sería grabarla en su casa o en su estudio, y no en mi casa, porque en mi casa le va a saltar encima el perro o va a pisar un mojón de la gata”.
Hay otras figuras públicas que, probablemente, no formen parte de esas entrevistas. Han sido protagonistas de otros vídeos y no desde una perspectiva amable. Por ejemplo, aquel en el que habla de su amistad y alejamiento de Vargas Llosa, de la poca estima que tiene a la controvertida presentadora Laura Bozzo o uno sobre otro amigo que perdió, Boris Izaguirre. “Tengo un buen recuerdo de Boris”, explica Bayly. “Nos dimos un beso en televisión [en Crónicas Marcianas en 2002] que fue gran escándalo en América. Pero somos muy distintos. Para él lo más importante es la vida social, la moda, el glamour, que te inviten a las mejores fiestas, ser amigo de Isabel Preysler. Yo veo la vida de otra manera. A mí no me interesan la vida social, las fiestas, los desfiles de moda, la ropa de alta gama. Ese afán por trepar la escalera de la vida social no me interesa”.
Si nada se tuerce, empezará a escribir en noviembre su nueva novela, un relato ficcionado sobre Fidel Castro y Hugo Chávez en la línea de la exitosa y divertidísima Los genios, crónica de la rivalidad entre Vargas Llosa y García Márquez. Esta novela lo devolvió en 2023 a las listas de éxitos y se convertirá en una serie de televisión. No descarta la idea de convertir su realidad de youtuber en un libro y, tal vez, reunir sus mejores relatos en un volumen. Por ahora, disfruta de los beneficios económicos que le da la plataforma. El 23 de agosto de 2023 pidió a sus lectores: “Si no terminan de ver los anuncios, si los interrumpen, ya no nos monetizan. Me da un poco de pudor decirles esto, pero si tienen paciencia y compasión, si quieren que con este canal de YouTube pueda pagar las cuentas de mis tres hijas, traten de no interrumpir los anuncios, tomen aire y cuenten hasta diez”. Parece que funcionó. “Los pagos han sido buenos, y van mejorando, y alcanzan para pagar el colegio de mi hija menor y los viajes de mis hijas mayores”, remata Bayly. “No me quejo”. Mientras tanto, sigue grabando a diario. Anoche, en su último vídeo, con un gorro de lana de Christian Dior, explicó a sus espectadores que vivir de los libros es casi imposible y que nunca ha sabido ponerse un condón.
Fuente: EL PAÍS