El agua no es algo raro en el cosmos, sino todo lo contrario, y tenemos buenos ejemplos en nuestro vecindario
En los medios tenemos por costumbre hacer una fiesta cada vez que una misión espacial detecta agua. Es sorprendente la cantidad de ocasiones en las que ha sido noticia el hallazgo de agua en Marte , en la Luna o en algún asteroide. Es tan llamativo que, interpretando esos titulares, podríamos sacar dos conclusiones claras. Una: que tenemos la memoria bastante corta. Y dos: que el agua es una rareza de nuestro universo y que tan solo su presencia ya es noticia. Y, aunque el primer punto podría ser cierto, el segundo es opuesto a la realidad. El agua no solo no es rara, es frecuente. Se trata de una molécula compuesta por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno , respectivamente, el primer y tercer elementos más frecuentes del universo.
Podríamos entender la sorpresa si, al menos, estuviéramos pasando de la suposición teórica a la confirmación práctica. Si por mucho que pudiéramos deducir la abundancia de agua en el cosmos, nunca la hubiéramos encontrado hasta ese momento, pero aquello pasó hace ya mucho tiempo. Sin ir más lejos, sabemos que la mayoría de los cometas están formados, en gran parte, por agua helada. Sus cuerpos se funden al acercarse al Sol, y dejan esas características dos colas a medida que menguan de tamaño. Sabemos que en los otros cuerpos menores de nuestro sistema solar (meteoroides y asteroides) suele haber agua , de hecho, existe una hipótesis que propone que el agua de nuestro planeta pudo llegar en ellos.
Agua allá donde mires
Entonces, si el agua es tan frecuente, ¿cómo empezamos a darle tanta importancia a su hallazgo en el cosmos? Pues no lo sabemos con certeza, pero posiblemente se deba a un malentendido. Lo que muchos expertos han dicho es que es extraño encontrar agua líquida fuera de la Tierra en nuestro sistema solar. Esa palabra es la clave, porque si bien la sustancia está y es abundante, las condiciones no suelen permitir que se encuentre en estado líquido. La baja presión del espacio contribuye a que esté en estado gaseoso, como en algunas nebulosas que acabarán dando lugar a nuevas estrellas. Y, cuando la presión aumenta, por ejemplo, en la superficie de un planeta, lo que prima son las bajas temperaturas del universo, congelando el agua en hielo subterráneo, casquetes polares o, directamente, corazas heladas capaces de cubrir una luna entera.
De hecho, esto es uno de los puntos principales que se tratan cuando buscamos vida fuera de la Tierra. No sabemos cómo será ni lo que necesita para vivir, pero tenemos motivos para pensar que el agua líquida es bastante importante, así que los expertos se plantean enfocar la búsqueda en los lugares donde esté presente. Más allá de que toda la vida que conocemos dependa del agua, sabemos que es uno de los mejores disolventes orgánicos que existen y, por lo tanto, facilita que tengan lugar reacciones químicas complejas y potencialmente indispensables para la vida. Y aparte de eficaz, como hemos dicho, es abundante, por lo que no parece en absoluto descabellado que otras formas de vida también necesiten el agua. Pero es que, incluso así, podemos encontrar ejemplos de agua líquida en nuestro vecindario.
Salmueras subterráneas
Marte es un planeta marchito, o al menos eso es lo que parece si nos dejamos llevar por su historia. Una vez fue parecido a una Tierra primigenia. Tenía su atmósfera, sus mares de agua líquida, y su corteza estaba activa, creando y destruyendo orogenia. Ahora, bajo su rojo regolito ya no hay movimiento, su atmósfera ha escapado al espacio y los mares se han secado. Quedan, sin embargo, masas de hielo de agua enterradas en el suelo marciano. El llamado permafrost, que no se funde en todo el año. Y, en a superficie, podemos contemplar casquetes llenos de hielo cuya superficie cambia según la estación del año. Todo esto lo sabemos con certeza, pero hay más, existe una suposición bastante emocionante que todavía no hemos podido confirmar.
Algunos estudios apuntan a que, en el subsuelo marciano podrían esconderse algunos lagos de agua líquida. Someros, pero extensísimos. Lugares protegidos de la radiación, como lo estaba la superficie cuando todavía tenía atmósfera. Zonas con agua líquida donde puede mantenerse la bioquímica de, tal vez, algún microorganismo alienígena. Sin embargo, tiene truco. Porque cómo es posible que estos lagos se mantengan líquidos en un planeta cuya temperatura oscila entre los 20ºC y los -135ºC. Estos lagos parecen tener una composición altísima en sales minerales. En ellos ocurriría algo parecido a lo que sucede en las carreteras cuando las llenamos de sal, disminuyendo el punto de congelación del agua que hay allí y evitando que se congele cada vez que bajen las temperaturas.
Océanos bajo el hielo
Pero si lo que buscamos es un ejemplo claro de agua líquida en nuestro sistema solar, tendremos que viajar un poco más lejos. Concretamente, hasta las lunas de Júpiter. Allí encontraremos a Europa, un satélite muy especial algo menor que nuestra propia Luna y que rodea a Júpiter cada 3 días y medio. Bajo su corteza helada hay océanos de agua líquida y, si los cálculos son correctos, podrían equivaler a la que habría en dos planetas como el nuestro. Con estos datos, Europa se presenta como un candidato muy prometedor, pero hay más.
Dos nuevos estudios han confirmado que en la superficie de Europa hay dióxido de carbono, una sustancia normalmente relacionada con procesos biológicos, y han descubierto que este carbono, de un modo o de otro, proviene de los océanos bajo la helada coraza de la luna. Antes de que lancemos las campanas al vuelo conviene recordar que este dióxido de carbono podría tener muchos orígenes y no todos implican la presencia de vida. Tal vez se trate de un proceso absolutamente inerte, más geológico que biológico. En cualquier caso, es otro detalle que refuerza la imagen de Europa como principal candidato para encontrar vida fuera de la Tierra.
Más de la que puedes beber
Y como Europa hay otras. Encélado, por ejemplo, una luna de Saturno que emite plumas de agua líquida por las brechas de su polo sur. Los ejemplos son muchos y, cuanto más exploremos el universo fuera del Sistema Solar, más descubriremos. Puede que allá afuera nos estén esperando planetas océano, donde no hay apenas tierra emergida y su superficie se presenta como una enorme y continua masa de agua. No estamos soñando y, con suerte, no tardaremos demasiado en descubrirlo. Cada vez tenemos mejores telescopios y métodos más precisos para determinar la composición química de los objetos más lejanos.
Pero tendremos que contener nuestra emoción, porque una cosa es que podamos detectar el agua en otros mundos, pero otra muy diferente es que podamos encontrar vida en ella. Para eso necesitaremos tecnología incluso más sofisticada. Y, para saciar del todo nuestra curiosidad y el impulso de encontrar compañeros de universo, tendremos que llegar a esos lugares remotos mediante viajes que, ahora mismo, están tan lejos de nuestra tecnología que podemos considerarlos ensoñaciones. Por eso, tal vez, lo más sensato sea seguir maravillándonos con cada molécula de agua que encontramos en alguna mojada superficie alienígena.
Fuente: LA RAZÓN ESPAÑA