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Mickey Rourke: del seductor que estuvo con 14 mujeres en una noche al hombre atormentado, violento y autodestructivo

En los 80 se convirtió en sex symbol con la película erótica “Nueve semanas y media”. Después mantuvo relaciones tóxicas en las que mostró su costado abusivo y estrafalario. A los 39 quiso dedicarse al boxeo profesional. Entre los golpes que le deformaron la cara y las cirugías estéticas quedó irreconocible. La historia del actor que lo tenía todo y terminó convertido en una especie de monstruo

Aclaración para lectoras y lectores jóvenes y de mediana edad: a mediados de los 80, mucho antes de que empezara a mutar en un muñeco frankensteiniano, Mickey Rourke era un sex symbol que tenía el mundo a sus pies. Bastó una secuencia de cuatro minutos en Nueve semanas y media, película más cercana al videoclip publicitario que al erotismo puro y duro, para que todos/as quisieran -según la orientación sexual- ser él o tener sexo con él. Y eso que prácticamente no hacía nada. Kim Basinger se le aparecía con un tailleur oscuro detrás de una persiana americana, empezaba a contonearse al son de “You Can Leave Your Hat On” (Puedes dejarte el sombrero puesto), de Joe Cocker, e iba quitándose prenda por prenda. Sentado en el piso, Rourke la miraba comiendo saladitos, encendía un cigarrillo y le hablaba sin que se le escuchara su voz, siempre sonriente. Dominaba la situación con aire sobrador. Era, sin el menor esfuerzo, incluso sin moverse, el centro de atracción de los vaivenes pélvicos del personaje de Basinger y vaya a saberse de cuánta gente más.

Pero, claro, ese yuppie ganador no era él, o no era completamente él. En el interior del verdadero Rourke esperaban su turno desde hacía tiempo, tal vez desde su infancia, los genes autodestructivos. Sin saber este dato, la prensa lo consideraba la gran esperanza de Hollywood. Los Angeles Times lo definía como “un joven león de Hollywood, un actor con la intensidad melancólica del primer Marlon Brando, la electricidad de James Dean y la carga emocional de John Garfield”. Pero Adrian Lyne, director de Nueve semanas y media, iba a dar cuenta del lado oscuro. “Mickey salía mucho en esa etapa de su vida y le costaba conciliar el sueño. Incluso, durante el rodaje puse a alguien en la puerta de su habitación para intentar que no saliera por las noches”. No lo consiguió. Rourke se escapaba, se emborrachaba y trataba de ejercer todos los vicios que estuvieran a su alcance. Por épocas, vivía como un homeless, sin bañarse. Años después, Basinger, coestrella del filme, dijo: “Era como besar a un cenicero”.

Mickey Rourke y Kim Basinger en el set de Nueve semanas y media, dirigida por Adrian Lyne. (Photo by Sunset Boulevard/Corbis via Getty Images)

Hacerse a los golpes

Philip Andre Rourke Jr nació el 16 de septiembre de 1952 en Schenectady, Nueva York. Su padre, Philip Andre Rourke Sr, fisicoculturista alcohólico, lo apodó Mickey y no hizo mucho más: abandonó a la familia cuando el chico tenía seis años. Rourke Jr no iba a saber nada de aquel padre ausente hasta poco antes de su muerte, a los 49 años, de una cirrosis galopante. Annette Cameron, su madre, tampoco fue un buen ejemplo de vida. Un año después de que su marido la dejara, se casó con Eugene Addis -un policía de Miami que tenía cinco hijos-, ensambló las familias -ella tenía tres chicos: Mickey, Joey y Patty- y se mudó a Florida. “Mi padrastro solía golpearme duro en la cabeza sólo porque tenía ganas. También le pegaba a mi madre. Yo lo odiaba por eso y por hacer que ella le tuviera miedo”, diría años después Rourke, que nunca formaría una familia ni tendría hijos.

En la adolescencia, para evadirse de aquel hogar violento, comenzó a dedicarse al boxeo en el Boys Club de Miami. Ganó su primera pelea oficial amateur cuando tenía doce años: combatía en la categoría mosca y pesaba 51 kilos. Luego pasó a entrenarse en el 5th Street Gym de Miami Beach. En 1969, siendo aún menor de edad, fue sparring del ex campeón mundial welter Luis Rodríguez, quien se preparaba para enfrentar al campeón mundial Nino Benvenuti (el italiano iba a perder su corona el 7 de noviembre de 1970 contra el argentino Carlos Monzón). En un pelea de entrenamiento, Rodríguez golpeó ferozmente a Rourke, que terminó con conmoción cerebral. En 1971, el futuro actor iba a otra conmoción y además una lesión en un hombro: los médicos le ordenaron que se retirara por un tiempo del boxeo. Cumplió a medias. Hasta que en 1973 paró: su récord era de veintisiete victorias -diecisiete por nocaut- y tres derrotas.

De marginal a estrella

A mediados de los 70, tentado por el mundo de la actuación, se fue a Nueva York a estudiar al Actor ‘s Studio. Allá trabajó en bares de travestis, casas de masajes y puticlubs. Dormía en hoteles de mala muerte o en la calle, donde conoció a todo tipo de personajes marginales.”Muchas veces terminaba sentado en la oficina de Western Union con un montón de lunáticos, esperando los diez dólares mensuales que me mandaba mi abuela. Otras veces tenía mala suerte y comía solamente papas fritas. Llenan mucho. También robaba barras de chocolate en los supermercados. Todo el dinero iba a parar a mis clases de actuación”, le contó a la revista Playboy.

A fines de los 70 se mudó a Los Ángeles decidido a dedicarse a la actuación. Al principio, sufrió más nocauts que sobre el ring: lo rechazaron en varios castings. Hasta que, campeón mundial de la perseverancia, en los 80 logró enhebrar papeles en películas como La ley de la calle, de Francis Ford Coppola, y Corazón satánico, de Alan Parker, y Barfly, de Barbet Schroeder.

A comienzos de esa década, conoció en el rodaje de Hardcase a Debra Feuer, actriz con la que se casó en 1981. El matrimonio duró ocho años: comenzó a zozobrar cuando Rourke hizo Nueve semanas y media, película a la que Feuer consideró pornográfica. En realidad, el mayor problema era que su marido, que no se había puesto límites cuando era un desconocido, se convertía en objeto de deseo masivo, tanto de mujeres como de hombres.

Para Debra Feuer, actriz con la que Mickey Rourke se había casado en 1981, la película Nueve semanas y media (foto) era pornográfica (Photo by Sunset Boulevard/Corbis via Getty Images)
“Estaba fuera de control y no pensaba que la fiesta fuera a terminarse”, dijo alguna vez. Otra vez, se jactó de haber tenido sexo con catorce chicas una misma noche, en Londres. Cuando le preguntaron por la cantidad de mujeres con las que había estado en los 80, contestó: “Con suficientes”.
Fuente: INFOBAE

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