Los germanos vencieron 83-77 a una potencia como Serbia en una tremenda final. Los motivos de la conquista que lograron de forma invicta y los que explican cómo se potenciaron en un deporte en el que históricamente no fueron de elite
“El básquet es un deporte en el que juegan 5 contra 5 y siempre gana Alemania…”. No, la frase que alguna vez se dijo en el fútbol para graficar su dominio no aplica con el básquet. Hasta hoy cuando, tras vencer en la final del Mundial a Serbia por 83-77, los bávaros se consagraron campeones del mundo por primea vez en su historia.
Históricamente, Alemania no fue conocido por sus resultados con la naranja, pero sus programas de desarrollo de talento joven, el fortalecimiento de su competencia interna -es top 3 en Europa hoy-, su histórica disciplina y la irrupción de una camada que juntó compromiso, determinación y talento para dar un golpe sobre la mesa mundial.
Si vamos a la historia, el primero lo dio en 1993, cuando en casa ganó el Europeo, tras vencer a Grecia en la semifinal y a Rusia, por uno, en la gran definición. Luego no pudo sostenerse hasta que emergió un tal Dirk Nowitzki. Con la estrella NBA surgiendo a nivel mundial fue cuarto (2001) y segundo (2005) a nivel europeo y le agregó un tercer puesto en el Mundial 2002. De hecho, de no haber sido por aquella tapa salvadora de nuestro Rubén Wolkowyski a 43 segundos de final, en aquella semifinal en Indianápolis, los germanos podrían haber jugado aquella final en USA…
Con el mejor jugador de su historia se mantuvieron competitivos pero no pudieron dar el gran golpe que sí lograron este domingo en Manila. Avisaron con el séptimo lugar en Tokio 2020, amenazaron fuerte con el tercer lugar del Europeo del año pasado y hoy conquistaron el mundo, tras vencer nada menos a Serbia en la gran final.
La nueva potencia contra un país con toda la tradición. No es casualidad que, además, haya sido campeón invicto: 8-0. Un equipazo, sobre todo, pero con brillantez individualidad. Dennis Schroder, su desequilibrante base NBA (Toronto Raptors), completó un Mundial de elite, con 28 puntos en el partido clave, para terminar llevándose el MVP. Pero Franz Wagner, otro NBA (Orlando Magic), también se destacó (19), sobre todo en el primer tiempo. Daniel Theis, esa muralla bien alemana que también juega en la NBA (Indiana Pacers), formó una dupla inexpugnable con Johannes Voigtman (tal vez la figura del juego: 12 y 8 rebotes) para anular a Milutinovic, el pivote serbia. Todos hicieron su trabajo para que Alemania ganara su primera Copa del Mundo.
Fue brillante el primer tiempo con dos grandes defensas que no pudieron gobernar el partido porque los ataques resultaron aún mejor. En funcionamiento y a nivel individual, porque ambos equipos ratificaron por qué llegaron a la definición. Brillante Bogdanovic, mucho más que un tirador, un goleador. Jugador integral que demostró por qué era el gran candidato a MVP: 15 puntos para ser el líder serbio. Del otro lado, otros dos NBA, el versátil Franz Wagner (14) y el momento de Schroder, base desequilibrante si los hay (14). Serbia volvió a reponerse de una baja. Lo siguió haciendo sin Simanic tras el codazo de un sudanés que le hizo perder un riñón. Y en esta final sin Dobrik, con un esguince de tobillo a los dos minutos. Los dos mostraron sus credenciales y hubo 15 cambios de liderazgo en total para terminar igualados en 47.
En el tercer cuarto comenzó a inclinarse la balanza, cuando Alemania y su estrategia comenzaron a dar mejores resultados. Fue la defensa de Voigtmann, junto a Theis, ante Milutinov la que cambió todo. El pivote de Olympiacos no pudo jugar bien profundo y eso le quitó espacios a los perimetrales, bien presionados por los teutones. Fue una gran telaraña defensiva para meter un parcial de 15-6 y así comenzar el último cuarto (69-57) con ventaja de 12. Schroder, impredecible, fue la figura más brillante, el que tomó el comando del juego, llegando a 23 puntos.
Pero, claro, Serbia es Serbia. Carácter, talento, oficio. Y Avramovic, en este caso, siendo el factor X en ambos costados, anulando a Schroder. Así volvió al juego hasta ponerse a 4 a falta de 5 minutos. Pero algunos errores conceptuales y de ejecución, sin Bogdanovic y Milutinov en cancha, le quitaron algo de impulso, pero no le hicieron bajar los brazos. Alemania ya no fue el mismo en el cierre y Serbia, liderado por Avramovic, luchó hasta el final hasta ponerse a tres a 1m21. Inmediatamente, Bogdanovic la robó y Guduric tuvo el triple del empate, desde una esquina. También tuvo una jugada de doble y falta que no cerró y del otro lado Schroder no perdonó. Uno vs uno y golazo a 21 segundos. Guduric volvió a equivocarse con un pase y terminó de hipotecar las chances.
Alemania es el nuevo campeón mundial, ¿quién lo hubiese dicho? Está claro que no todo es historia y tradición, hay que hacer las cosas muy bien hoy…