Cuando la Selección atacaba pero no encontraba los caminos para convertir apareció Leo y le dio el triunfo con un golazo de tiro libre.
Argentina arrancó las Eliminatorias rumbo al Mundial 2026 con el pie izquierdo. Sí, claro, con el de Lionel Messi. ¿Cuál otro? Con ese botín especialmente diseñado para la ocasión, Leo destrabó un partido chivo, duro, por momentos deslucido por la escasa fluidez en el juego de la Selección. Pero ahí estaba él para ejecutar ese tiro libre con olor a gol. Los fieles presentes en el Monumental sospechaban la nueva obra de su Dios. Bastaba con mirar hacia las tribunas y observar la cantidad de hinchas con el celular enfocando a Messi listos para grabar lo que iba a suceder. Y la zurda del 10, otra vez, no falló. Gol, golazo, cantado. Y grabado. En los celulares y también en los ojos de casi 80.000 testigos de otra función del mejor del mundo.
No fue fácil quedarse con los tres puntos en este debut. El juego asociado por adentro que distingue tanto a esta Selección, y que fue clave para la consagración en Qatar, prácticamente no apareció en el primer tiempo. Hubo carencias propias pero también virtudes ajenas. Con sus tres centrales atrás, Ecuador se encargaba de Lautaro y saltaba a la presión sobre Messi. Por afuera, Hurtado tomaba a Nico González por un lado y Estupiñan controlaba las subidas de Molina por el otro. Y en el medio, era un tres contra tres pero Argentina no podía desnivelar en esos duelos por una llamativa dosis de imprecisión en la circulación. Errático Enzo, contenido De Paul, sólo Mac Allister parecía estar “en partido” pero no era suficiente: el juego elaborado no aparecía. El ímpetu que mostró el equipo en el comienzo, con un Messi participativo que casi abre el marcador a los 15′ con un remate desde afuera del área, se fue diluyendo con el correr de los minutos. Ecuador, gracias a esas imprecisiones, encontraba los caminos para lanzar algunas contras en dirección a Enner Valencia y Plata. Pero ambos chocaban con un sólido, aunque siempre jugando al límite de las tarjetas, Cuti Romero.
Mientras, Scaloni pedía “jueguen, jueguen” desde el banco y también hacía retoques posicionales: Alexis de 5 y Enzo de interior izquierdo. Messi gravitaba menos pero parecía ser el único que podía romper la monotonía desde lo individual. Sobre el final de la primera etapa, un centro de De Paul fue desviado por Lautaro y la pelota pegó en el palo. Una jugada aislada, casi de otro partido. Pero un aviso de lo que pasaría en el complemento.
En el comienzo de la segunda etapa, mientras la gente comenzaba a pedir a “Fideo, Fideo”, Argentina se paró algo más adelante, con una mayor intensidad al momento de presionar en campo rival. Hubo mayor decisión para romper líneas, para atacar los espacios desde atrás. Se enchufó De Paul, Enzo pisó más el área y la pelota comenzó a rodar más cerca del arco defendido por Galíndez. Un tiro desde afuera de Tagliafico, un centro que Lautaro no pudo desviar por poco… Argentina dominaba y ahora llegaba. Avisaba. No era poco.
A esa altura, Argentina ya era otra cosa. Aparecían ráfagas, destellos, de la Scaloneta campeona mundial. Un muro Romero atrás para cortar y anticipar, Di María eléctrico en su ingreso a la cancha para jugar de extremo izquierdo como en la final del Mundial ante Francia y De Paul en modo asistidor de Messi, buscando permanentemente un pase en ventaja para Leo. Como a los 24´, cuando ambos combinaron y el remate a colocar del 10 fue detenido por Galíndez.
Con más orgullo y voluntad que con buen juego, Argentina fue atropellando a Ecuador. Con el monopolio de la posesión (76% a favor en el ST), con Di María yendo también por la raya derecha, con los ingresos de Paredes y Julián, lo tenía arrinconado. Hasta que llegó ese tiro libre y se encendieron los celulares. Messi frotó la lámpara que es ese pie zurdo y con un remate perfecto puso en el resultado lo que a esa altura ya era una superioridad futbolística de la Selección.
Sí, allá vamos Mundial 2026. Con el pie izquierdo.
Fuente: OLÉ