Jude Bellingham marcó, en el descuento, el gol que dio la victoria al Real Madrid. Su quinto en LaLiga. Joselu, antes había empatado el de Mayoral
La frase es: “Llegar y besar el santo», que se la pueden traducir al inglés a Jude Bellingham y pondrá cara de no entender nada de nada. Es una frase con un significado inexplicable, aunque puede que poniéndole a él como ejemplo se entienda mucho mejor: llegar y besar el santo, frente a su literalidad, significa llegar al Real Madrid post Benzema y quién sabe si pre Mbappé y en los primeros cuatro partidos meter cinco goles. Todos ellos decisivos, sobre todo el que le hizo al Getafe, ya en el tiempo de descuento, con el Bernabéu entregado, histérico y confiado (porque esa es la mezcla de este estadio en esos minutos que tantas veces se repiten, esas remontadas que tantos años ha vivido). El estadio madridista, impecable, con la piel de fuera ya acabada y con el techo retráctil cerrado, de estreno, nuevo, vibró como toda la vida. Porque cambia y permanece la esencia, eso que se ha creado en ese estadio desde sus comienzos heroicos de postguerra hasta hoy, en el mundo global, cuando un estadio es una casa y está obligado también a ser un lugar para rentabilizar.
Vibró con Bellingham, al que tenía ganas de ver y bien que vio, sobre todo en ese esprint corto final, con el tiempo ya corriendo en contra, tras un remate de Luucas Vázquez y un rechace que parecía corto, pero era largo porque llegó Bellingham como una exhalación, antes de que le diese tiempo a Soria a parpardear y marcó el tanto del delirio, el que tanto había buscado el Real Madrid durante una segunda parte enorme de juego, pero corta de fútbol.
Fue un partido que se puso en contra y el Real Madrid tuvo que afrontarlo cuesta arriba. El gol de Borja Mayoral dibujó el escenario perfecto para el equipo de Bordalás. Es lo que más le gusta: dar el balón al contrario y jugar con sus necesidades y sus urgencias. Todo lo que sucede en el campo va lento, mientras que el reloj acelera. El área se lleno de jugadores azules y los blancos, los de casa, no hacíanmás que tropezar contra ellos, sin salidas. Y cuando las encontraron, apareció David Soria para tener su día más iluminado. Le sacó un cabezazo a Modric y luego un remate cercano a Joselu.
El croata, a la cuarta, fue titular porque Ancelotti sabía el encuentro que le esperaba, con muchas dificultades y necesitaba luces en el centro del campo. Tiene un equipazo en esa zona Ancelotti y lo fue demostrando según pasaban los minutos y crecían las necesidades: salieron Kroos e Ibrahim y luego Valverde, como quien va aumentando el arsenal con armas cada vez más poderosas.
El Real Madrid se soltó de verdad en la segunda parte, logró quitarse las cadenas con las que el Getafe le había atado. Fue gracias al tanto de Joselu. Había cierto recochineo entre los anti madridistas porque no ha llegado Mbappé y se ha quedado Joselu como delantero titular durante la baja de Vinicius, pero los aciertos del delantero están bajando el tono de las chanzas. En Vigo, su toque de cabeza dio el gol de la victoria y contra el Getafe, su remate al empezar la segunda parte metió al Real Madrid en el partido de verdad y quebró la seguridad con la que hasta entonces se había manejado el Getafe atrás, con hasta seis hombres defendiendo en la línea del área.
De repente, el equipo de Bordalás tuvo miedo y ya no se le quitó la cara de susto en toda la segunda parte. No era para menos. El Madrid, ya con los viejos rockeros, Modric y Kroos, volaba y llegaba por todos lados. Rodrygo era una estampida cuando cogía la pelota; Carvajal hacía daño y Bellingham jugaba por todo el ataque, acompañando a todos.
Soria volaba y sus postes parecían más grandes porque el balón siempre rebotaba en ellos. Era un milagro que el Getafe llegase vivo al final. Y casi lo cumplió. Pero Bellingham quería presentarse.
Fuente: LA RAZÓN ESPAÑA