El equipo de Ancelotti fue muy inferior al Manchester City desde el primer minuto del encuentro y termina la temporada
En la charla del martes, en el último entrenamiento antes del partido, Carlo Ancelotti les dijo a sus hombres que iban a sufrir durante veinte, veinticinco, treinta minutos. Algo parecido a la ida. Se quedó corto el entrenador del Real Madrid. Fue un suplicio, la despedida de la Champions del campeón, un martirio, con Courtois sacando un balón con la cadera y otra con los dedos, en un estirada alucinante. Era un chaparrón constante y el Real Madrid estaba viviendo una sequía. No había por dónde salir. Llegaron dos goles, que fueron los definitivos. Luego llegaron otros, pero daba igual. El Madrid cerró en el campo del Manchester la temporada con tres títulos y compitiendo hasta las semifinales en Europa. Está bien, pero necesita un escalón más, para plantar cara a equipos con el dinero del City para fichar futbolistas y armar una máquina, como la que es ahora el equipo de Guardiola. Es el gran favorito para llevarse la Champions porque, hoy, es el mejor equipo de Europa, el más armonioso, el que lo tiene más claro. El Madrid no tuvo nada que hacer. Los milagros son milagros porque ocurren de vez en cuando.
No le dio al Real Madrid para plantar cara al Manchester City. Se puede contar en más palabras, pero el resumen definitivo es eso. No le dio en la primera mitad, cuando fue muy interior y no le dio después del descanso, cuando igualó el partido con la pelota, pero nunca estuvo cerca del peligro. El único remate bueno del Madrid fue un tiro de Kroos, con sólo un gol en contra y que se estrelló en el larguero. El resto del partido fue un quiero y no puedo. Puede que al principio, en el comienzo, ni quiero. Porque se echó atrás, pero fue demasiado. Para aguantar esa estrategia, había que jugar con más intensidad, pelear todos los lances, salir al campo con el colmillo y los ojos en sangre. No lo hizo el Madrid, que esperaba porque confiaba en que antes o después iba a llegar su momento. Quizá fue el remate de Kroos. Pero fue un tiro fugaz, un ataque solitario, una jugada que no volvió a ocurrir casi nunca en el partido.
Ningún futbolista del Real Madrid encontró su momento ni estuvo cómodo con la pelota. El encuentro y un vistazo general a la temporada deja algunas preguntas que a partir de ahora tendrá que resolver el club acerca de algunos futbolistas. No tanto sobre sus continuidad y sí más acerca de si pueden, como Benzema, seguir sin contar un recambio que le haga competencia y no le permita bajar los brazos. El encuentro del Karim en el Etihad es un resumen de su temporada: lento, sin ofrecer soluciones o remates como hacía hace un año (con el que sería injusto comparar) o como hacía hace dos o tres años, cuando se convirtió en el líder del ataque y de todo el Real Madrid. Este curso es como si le hubieran dado a interruptor y no ha habido manera de encenderlo. Durante algunos momentos dio chispazos.
Benzema estuvo a la altura de Fede Valverde, que empezó el curso como un tiro y ha acabado como de fogueo o Modric, al que el encuentro el pasó por encima desde el primer minuto y fue el primer sustituido. Camavinga, espectacular hace una semana, mostró su lado erróneo y dubitativo. Un Madrid así, fuera de sitio, apagado suele encontrar una solución buscando a Vinicius, pero Walker le cerró el paso cada vez que lo intentó, y no fueron tantas.
El Real Madrid no aparecía mientras Rodrigo, el centrocampista español del City, se comía el campo, al rival y dominaba el encuentro con la pelota y sin ella. El City fue otro equipo en comparación con el del Bernabéu. El mismo dominio, pero más decisión, más prisa, más verticalidad y menos miedo. Gündogan jugaba, Haaland remataba, pero Courtois paraba y Bernardo Silva, al fin, sí que decidía con dos goles. El tercero fue de Militao, ya en la segunda parte.
El defensa brasileño fue titular en vez de Rüdiger en la defensa. Es verdad que Haaland remató más, pero no fue decisivo y se fue del partido sin marcar. El cambio de central de un partido a otro no fue importante en el discurrir del choque. Con el alemán, es bastante posible que el papel del Madrid hubiese sido lo mismo. Hace tiempo que Ancelotti decidió que este era su equipo de gala y con el once de Manchester ha ido a todas las batallas importantes en este final de curso. Fue el once que goleó al Barcelona en el Camp Nou en la Copa. Pero esta semifinal de la Champions, sobre todo el partido de vuelta, le quedó grande: de fútbol y lo que es peor, de energía.
Es verdad que en la segunda mitad el partido tuvo otro tono. Ya no era un rodillo contra un rival que no daba dos pases o que sus futbolistas no ganaban un duelo. El Madrid apareció más por el campo contrario, consiguió juntarse un poco alrededor de la pelota, se serenó y se quitó algo ese miedo con el que empezó el choque. Quien más quien menos se acordó del año pasado y pudo fantasear con una remontada. Fantasear, que no imaginar, porque no se daban las condiciones. Era un Madrid con más cuerpo, pero inofensivo. Si no muerde Vini, no muerde nadie. Y nadie lo hizo.
El City pasó por esa pequeña fase y después volvió a desperezarse. Metió dos goles más, se quitó de encima el fantasma del año pasado y se planta en la final más favorito que nunca para ganar su primera Champions.
Fuente: LA RAZÓN