Para el periodista, la clausura del Lugar de la Memoria “es toda una metáfora” de las intenciones derechistas.
Opinión. César Hildebrandt escribió sobre el cierre del Lugar de la Memoria el mismo día en que se iba a presentar un informe de Amnistía Internacional sobre los derechos humanos en Perú. Aquel 28 de marzo, el director del LUM, Manuel Burga, advirtió que se trató de “un acto abusivo contra una institución que cumple con todas las normas de seguridad”. Como reflexión, el periodista escribió que “a la derecha no le conviene la memoria”.
En su habitual columna de los viernes, Hildebrandt reseñó la historicidad nacional. “A la derecha no le place que recordemos al corrupto José Rufino Echenique, salido de su savia de asaltantes, ni al traidor Mariano Ignacio Prado, el fundador de un imperio de billetes y crímenes que terminó con el Banco Popular quebrado y con sus patrones condenados a la cárcel”, redactó.
A su juicio, a la derecha peruana “tampoco le conviene recordar que perdimos la guerra con Chile porque mientras aquí había una casta de parásitos y rentistas allá hubo una clase dirigente y patriótica. Miguel Grau, Francisco Bolognesi y Andrés Cáceres no bastan para borrar la infamia de quienes saquearon al país y no supieron defenderlo con las armas a las que irresponsablemente habían invocado”.
Continuó rememorando a Guillermo Billinghurst, Augusto Leguía, Manuel Prado Ugarteche, Fernando Belaunde y Juan Velasco Alvarado. Sobre Alan García Pérez escribió: “Juró hacer cambios radicales. Era el mejor orador de nuestra historia y el joven más esperado por el Apra marchita. Todo terminó en el atasco de siempre, en los robos de aquí a la eternidad y en una inflación que tenía aspecto de peste verde. Fue una revolución de bolsillo”.
Terminó con Fujimori: “Prometió, como un ninja, hacer un gobierno de centroizquierda y alejar al pueblo de los peligros que significaba el derechista FREDEMO de Vargas Llosa. Se alió con lo peor de la derecha, emputeció lo que tocó, vendió las empresas públicas a precios mafiosos y con comisiones ocultadas, hizo una constitución ultraconservadora y alivió el riñón de todas las instituciones que podían enfrentársele”.
Hildebrandt concluyó que a la derecha “no le gusta la memoria porque le arde”. Para él no hubo duda: “Cerrar el LUM es toda una metáfora. Si por ellos fuera, propondrían una amnesia colectiva, una epidemia de olvidos, un cáncer del recuerdo. El pasado los condena. Y el futuro se les aparece esquivo y resondrón. Para ellos recordar es morir”.
Fuente: LA REPÚBLICA