Un comportamiento heredado hace que algunos animales vean como presas a los otros. Claves para la convivencia en familias multiespecie
Es posible que nuestro perro no sea un gran cazador. De hecho, lo más probable es que esté a cientos de generaciones de su ancestro cazador más cercano. Sin embargo, su cuerpo aún lleva impresos los rasgos de una máquina para cazar.
“Tiene filosos dientes incisivos que no fueron diseñados para comer elegantes bocados de alimento balanceado en un comedero. Los ojos tienen miles de receptores de movimiento más que los ojos de los seres humanos. Nosotros vemos el color. Los perros además ven la acción discriminada y pormenorizada”, comienza diciendo el profesor doctor Juan Enrique Romero, médico veterinario, especialista en Educación Universitaria, magister en Psicoinmunoneuroendocrinología.
Los perros tienen un impulso para la persecución que hace que instintivamente persigan a cualquier cosa que corra. El relámpago repentino del movimiento felino envía un mensaje al cerebro del perro: “Hay que perseguirlo”.
“Muchos perros maduros y aquellos con personalidades de bajo perfil preferirían dormir antes de perseguir. Mientras el impulso para perseguir sigue vivo en los perros modernos, el impulso siguiente, que es el de matar a la presa, se ha extinguido en gran parte. Los gatos excitan a los perros y les encanta perseguirlos en general”, dice Romero.
Ahora bien una vez que los tienen arrinconados, se olvidan el por qué los querían perseguir en una primera instancia. “La mayoría de los perros arrinconarán a un gato y luego solamente ladrarán por frustración porque ya no saben qué hacer después”, explica el experto.
Los gatos son más veloces y más ágiles. Pueden saltar distancias tremendas y generalmente se alejan de las persecuciones sin haber sufrido siquiera un rasguño. Aún, cuando la mayoría de los perros no persiguen a los gatos con los cuales conviven, para algunos el planteo es demasiado tentador.
Una manera de desalentarlos es mantener la correa enganchada a sus collares en todo momento. En el instante que se lanzan a la persecución, es importante pisar la correa y hacer un ruido fuerte. La pisada a la correa contrarresta el impulso hacia delante y los sacude, y el ruido fuerte hace que toda la experiencia sea aversiva e incómoda.
Después de un tiempo, a la mayoría de los perros les llegará el mensaje de que perseguir a los gatos tiene recompensas poco recomendables. Sin embargo, al igual que un ex fumador que prueba una pitada, los perros se pueden volver a entusiasmar con la persecución de gatos si llegan a tener la oportunidad de hacerlo, de modo que habrá que vigilarlos constantemente.
Muchas veces, sin saberlo estamos desencadenando un fuerte y terrible conflicto al traer un perro o un gato a casa y obligarlo literalmente a convivir el uno con el otro. Descubrir cómo hacerlo y cómo saber si es posible es parte de nuestra obligación para tener la fiesta en paz. Conocer y respetar algunas pautas y consejos ayudarán a que tu gato pueda aceptar y convivir con un perro o viceversa.
Es importante recompensar a ambos cuando estén tranquilos al vincularse, reforzando este comportamiento. Este acercamiento deberá ser progresivo y paulatino, ya que cualquier falla puede retrasar o hacer imposible en un futuro el acercamiento.
Cuando se dé la interacción, que será el último paso de la presentación, tendremos que dejar que se presenten, se huelan e interactúen, reforzando el buen comportamiento con recompensas y manteniendo el bozal y la correa en el caso del perro para evitar contratiempos.
Si durante la presentación ha quedado muy claro que se llevan bien, es el momento de dejarlos sueltos en el mismo espacio, pero sobre todo en el primer tiempo bajo supervisión y con sus espacios de comida separados para evitar posibles conflictos.
No imposible, pero antes de decidir la nueva incorporación es importante conocer la disposición de nuestro animal a la otra especie para evitar incordiosas y tediosas medidas que no siempre termina en felicidad.
Fuente: INFOBAE