Expertos en comportamiento animal han revelado cuándo un enfrentamiento es real tras ver cientos de videos de combates entre estos felinos.
El comportamiento de los gatos resulta muy complicado de entender incluso para sus propios dueños. Si tienes a uno como mascota, quizás hayas visto que, en ocasiones, nuestros compañeros peludos intercambian fuertes golpes y nos dejan con la duda de si se trata de un simple juego o una encarnizada pelea.
Ahora, un equipo internacional de etólogos (científicos expertos en comportamiento animal) ha dado con la respuesta a esta interrogante del mundo animal tras observar cientos de videos en los cuales los felinos pelean. Su hallazgo se ha publicado este 26 de enero en la revista Scientific Reports.
Juegos, peleas e interacciones ambiguas
Para su investigación, el equipo de expertos analizó 105 vídeos con alta calidad de imagen y sonido en los que una pareja de gatos se encontraba combatiendo dentro de sus propios hogares. Algunos de estos registros mostraban a las mascotas de los participantes del estudio, pero también había otros que habían sido descargados de Youtube.
Esa metodología mixta les “proporcionó muestras de comportamiento reales en situaciones del entorno doméstico, en lugar de interpretaciones por los dueños en los cuestionarios”, sostuvo Noema Gajdoš-Kmecová, médica veterinaria de la Universidad Técnica de Košice (Eslovaquia) y principal autora del estudio.
Como otras curiosidades de los gatos, las interacciones entre ellos no fueron fáciles de precisar. Por esa razón, los expertos les asignaron tres categorías: juegos, peleas y una actividad intermedia.
Una pelea es evidente cuando los gatos son especialmente ruidosos. En ese momento, el uno y el otro se ven como rivales. Un juego, en cambio, se distingue cuando los felinos llevan luchando bastante tiempo sin sonido ni lesiones aparentes.
Por último, en las interacciones intermedias a veces se observan luchas y maullidos, pero también suelen echarse hacia arriba, abalanzarse y acicalarse mutuamente por tiempos prolongados.
Fuente: LA REPÚBLICA